Me ven de lejos, no soy de las reconocen a
la primera, soy más bien a la que evaden con más frecuencia, ¿por qué? porque
no se atreven a conocerme, y si lo hicieran, la vida fluiría a través de cada
ser.
Por alguna razón creen que la vida es una
lucha, que hay que batallar con ella, que es difícil, que para conseguir algo
el camino es cuesta arriba, que hace falta sacrificio, que tarde o temprano tendrás
tu recompensa, y cuando no llega en el tiempo que esperas, lo primero que salta
a tu cabeza es que no lo mereces, que no has hecho suficiente… ah! si
supieras que en mí está la respuesta, yo soy el atajo por donde la vida fluye,
yo soy la aceptación.
Vengo de la dicha de la pausa, subestimada
en este mundo donde lo inmediato es más valorado, vengo de la hoguera lenta
donde vacías agua y azúcar para hacer miel, esa pausa, es la que te permite
observar los eventos y situaciones de tu vida, si no hay pausa, no me vas a
encontrar, si corres en busca de una solución inmediata a lo que te agobia, no
voy a estar ahí.