Ser madre puede ser la experiencia más feliz y también más dolorosa que una mujer pueda experimentar.
Desde chica nos acondicionan con la doctrina de que las mujeres debemos ser flacas, lindas y casarnos con un hombre que nos pueda mantener, mientras nosotras nos quedamos en la casa cuidando y criando nuestros hijos. Y a pesar de que se oye muy lindo no puede estar más lejos de la realidad.
Cuando llegamos a ser adultos nos damos cuenta de que nuestra idea de una familia feliz y perfecta solo existe en cuentos y películas. Y ese mundo feliz y color de rosa que habíamos imaginado se derrumba frente a nuestros ojos.
La desilusión, frustración, la comparación, la envidia, el miedo, la culpa, el rechazo, por mencionar algunas emociones, se convierten en nuestras mejores aliadas. No hay un manual de instrucciones para ser mujer o para ser madre. Ser mujer no es nada fácil, pero ser madre es mucho más.
Mi historia como la de tantas muchas mujeres, tiene sus altas y bajas. Fui madre soltera a los 19 años, me casé a los 23 y formé una familia reconstituida. Y después de varios intentos de pruebas y errores, finalmente conseguimos un punto medio y logramos que las cosas marcharan como mejor se podía.
Pero como la felicidad nunca es completa, un par de años después me entró la idea de que debíamos tener un hijo “nuestro”. Pero no fue sino a los 37 años que se me dio el otro milagro y concebí una niña. Ahora sí, pensé, tenía una familia feliz y completa. Nuestra nueva situación experimentó momentos felices y tristes. Y nuevas emociones se sumaron a la fiesta.
Mi cuerpo por alguna extraña razón comenzó a ser fértil. A los 39 años quedé encinta de mi tercer hijo. Pero a la séptima semana y un día de las Madres, se acabó su corta vida. ¡Las ironías de la vida! Y entre dolor físico de la artritis y el dolor emocional de la perdida mi vida había llegado al valle de mi historia.
A pesar de que por un instante todo se tornó gris, una vez más el tiempo sanó un poco las heridas. Sin embargo, el destino aún no había terminado conmigo. Y mira si la vida es buena maestra que nos repite la lección si aún no la hemos aprobado. Una vez más, otro bebé venía en camino. Este nuevo embarazo me hizo mucha ilusión, ya que de adolescente siempre soñé tener 4 hijos, 3 niñas y 1 niño.
Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, mi alegría aumentaba y la ilusión no cesaba. Mi pequeña iba a tener una hermanita y ya no estaría tan solita.
Mis otros hijos eran adultos y tenían sus propias vidas. Y como ya sabes, mi embarazo era de alto riesgo, los cuidados eran más seguidos y la preocupación aumentaba. Primer mes, segundo, tercero y todo parecía marchar como lo esperado. Aunque de vez en cuando pasaba un susto, el médico siempre me decía que todo estaba bajo control.
Pero madre al fin, tenía una de esas corazonadas que uno quiere mantener en silencio por miedo a que se haga realidad. Como dicen, las palabras tienen más poder del que uno le adjudica y el universo siempre está escuchando.
Cada vez que iba al médico me aterrorizaba porque pensaba que en algún momento me iban a dar una mala noticia. Pensarás que soy pesimista, pero con mi primera hija tuve varicela en el primer trimestre, para mi segunda hija me dijeron que tenía un problema de cromosoma 13 según un estudio que me hicieron. Gracias a Dios resultó ser incorrecto. Para mi tercer bebé, bueno ella no llegó a la octava semana, así que te imaginarás cómo andaba para la cuarta barriga.
Pensaba cómo la vida me sonreía y a la vez me daba miedo puesto que yo me había superado, y formaba parte de ese porcentaje que salen adelante a pesar de las circunstancias.
Estudié, terminé mi carrera y formé una familia. Todo marchaba a pedir de boca. Pero la mente y los pensamientos son traicioneros y yo solo pensaba en que tanta felicidad no podía ser mía.
¡Bang! Profecía autocumplida, el golpe se sintió. Unos días antes del receso de primavera yo sentí que algo no andaba bien. No sentía que la bebé se movía como lo hacía de costumbre después de la comida. Cuando se lo comenté a mi esposo me dijo que me tranquilizara que todo iba a estar bien. Que no le diera riendas sueltas a mis pensamientos. Al regresar de nuestras vacaciones, me tocaba un chequeo médico y más exámenes, ya sabes, embarazo alto riesgo.
Entramos al cuarto, todo parecía normal solo que antes de que la doctora continuara le pregunté si ella escuchaba los latidos de mi bebé. Ella me hizo un pequeño interrogatorio y chequeo. Al par de minutos de buscar, me pidió que esperara que necesitaba consultar con el médico. Lo que viví después de ese momento no te puedo decir con certeza si fue realidad o una escena de una película de horror.
Mi visión se nubló, las palabras se escuchaban lejos, mi cuerpo temblaba y mi mente se aturdía. No tengo muchas palabras para describirte lo que ocurrió después, fue como si hubieran apretado el botón de pausa y todo ocurría en cámara lenta y luego en cámara súper rápida. Tal y como lo imaginas.
Me tocó dar a luz a mi bebita sin vida. Fue una experiencia desgarradora y exageradamente angustiante. Sentía como si un pedazo de mí moría. Solo pude tenerla entre mis brazos unos minutos y era tan pequeña que me rompía el alma. Todo lo que podía hacer era mirarla y pensar qué fue lo que hice mal.
La amargura se acercó para consolarme, pero la culpa salió como caballo desenfrenado a mi encuentro y se encargó de darme la sentencia más severa que a una madre pueda recibir.
La ira, el coraje y hasta el odio, le hicieron compañía a la culpa. Y mi vida cambió su giro. Y a pesar de que aún tenía mis otros hijos, yo no podía dejar ir a esa bebita. Dejé de trabajar por un par de meses ya que mi salud emocional no estaba bien.
Durante el día trataba de componerme para estar ahí para mi pequeña. Realmente el cuerpo físico estaba presente pero mi mente andaba lejos. Me ahogaba el dolor, y me refugiaba en la melancolía. Es como si estuviera en un trance del cual no quería salir.
Caí en un abismo que veía muy lejos poder escapar. Superarlo me costó, no te lo voy a negar. Pasaron meses, años de terapia, de búsqueda, y como sabemos, después de la tempestad vuelve la calma, y las aguas volvieron a su cauce, aunque nunca quedó igual. Los estragos producidos no fueron fáciles de reparar, pero la experiencia me ayudó a buscar más allá.
Hay un arte llamado Kintsugi una técnica Japonesa que aboga por hacer de las ‘cicatrices’ parte de la propia esencia del objeto, “una manera de embellecerlos que, lejos de ocultarse, debe revelarse sin complejos. Y es que esas fracturas forman parte de la propia historia del objeto y la restauración no es sino la manera de reconocer la importancia de los mismos.” Y así veo yo mi proceso ahora. Mis heridas me sirvieron para embellecer y resaltar mi historia que, aunque triste, sigue siendo bella.
La pérdida de un hijo es una experiencia difícil de superar y aún más difícil poder ver la lección. El tocar fondo con la perdida de mi Karolyna, me abrió los ojos y alumbró el camino que debía empezar a caminar. Y a pesar de que esta jornada tiene paradas, desvíos, curvas que recorrer estoy clara de que en el tiempo indicado voy a llegar.
Pero mientras tanto mi perspectiva de la vida cambio y lo que antes era sombra y oscuridad ahora se ve un claro. Por que como dice el refrán, “no hay mal que por bien no venga” y todas las experiencias vividas son parte del rompecabeza que forman de tu vida una obra maestra.
Doy gracias a Dios por las bendiciones recibidas y por la fuerza que me dio para poder superar el dolor. Y sé que en algún momento volveré a ver a mis angelitos. Y sin querer, sí tuve mi final de cuento de hada, aunque no de la manera tradicional.
La vida está llena de instantes que depende de la manera que las miremos. Y estos instantes pueden ser positivas o negativas. Solamente nosotros decidimos por cual que connotación le vamos a dar. Gracias a Dios por el regalo de la vida. Estas experiencias iniciaron la jornada de regreso a encontrarme. Pero esa es una historia para otro día.
Caroliz Cintron es la quinta escritora invitada de este proyecto Mujeres que sanan. La conocí a finales de 2019 cuando asistió a mi taller presencial La fiesta de las emociones y, desde entonces, ella ha estado en muchos de mis talleres virtuales.
Caroliz forma parte de mi grupo De Escritoras a Autoras este año y participó el año pasado en el Campamento de verano para nuevas escritoras en su primera edición, quedando seleccionada entre las mujeres participantes.
Mi invitada de este mes nos cuenta su experiencia con la maternidad que implica pérdida, duelo y donde se involucran una gran cantidades de emociones, y es que Caroliz es coach de crecimiento personal a través de la expresión creativa, además es coach de inteligencia emocional holística.
Si eres madre y sientes que tu maternidad ha sido cuesta arriba, de seguro te identificaste con la historia de Caroliz, si crees que las emociones han sido grandes protagonistas de este proceso y no has sabido ponerles nombre, pues este post de seguro te sirvió de espejo hacia lo que sientes o has sentido.
Ya puedes empezar a seguir a Caroliz en su cuenta de Instagram y visitar su blog, allí conocerás a una mujer muy creativa, artista y con grandes dotes de sensibilidad.
Ahora es tu turno, cuéntanos en los comentarios ¿cómo ha sido tu experiencia de ser madre?
Toda una mujer resiliente, no me imagino tu dolor dando a luz un bebe muerto, gracias por exponerte y contarnos que si es posible continuar la vida a pesar de esos momentos.
ResponderEliminarSi el dolor de dar s luz a esa criatura es demasiado fuerte para describirlo con palabras.Supersrlo es posible aunque toma tiempo. Gracias por leerlo
EliminarAmada Caroliz doy gracias por tu vida y las muchas formas de aplicarle belleza muy a pesar del dolor, del luto de la ausencia, de la pérdida... Encontrarye a ti misma, es verme en retrospectiva, haciendo puruetas y maromas para encontrarme a mí. Hpy ha sido claro, belleza y volverme a mi esencia. Admiro tu tenacidad por lograr tu reencuentro contigo y con la belwza de la vida. Gracias por tanto♡
ResponderEliminarGracias Otilia la verdad que el viaje de regreso a casa(tu ser) es un proceso de toda una vida porque cuando uno piensa haber llegado, se da cuenta de que hay que ir más profundo.
ResponderEliminarQue bella tu historia. Que bueno que no te sentaste a llorar tu pena, sino que en medio del dolor cobraste ánimo para salir adelante. Dios te bendiga.
ResponderEliminarTe admiro, eŕes valiente..,sigue adelante...,bendiciones para ti 🤗
EliminarLa verdad que si llore por un rato largo pero después entendí que la vida no se detiene. Y hay perdonas que necesitan de uno y hay que caer y saber levantarse. Gracias por comentar.
EliminarCaroliz..,gracias por ser y existir..,tus heridas ,tú dolor te han fortalecido y eŕes una gran motivación para muchas que han pasado por tú situación. Amada Dios te siga bendiciendo y usando para su propósito. 💞🤗
ResponderEliminarExcelente escrito. Gracias Caroliz por compartir tu historia que ayudará a otras mujeres.
ResponderEliminarCarol, me emocioné al leer tu escrito. Hermoso!! Me alegro que ya te sientas lo suficientemente sana y fuerte para compartir tu experiencia, en especial que pueda ser de ayuda a otras mujeres. Dios te Bendiga!! - Sandra
ResponderEliminarGracias la idea era compartir un instante en mi vida dónde se pudiera apreciar el proceso de sanidad. Y si gracias a Dios por su fortaleza por qué no es facil. Las perdidas siempre dejan una hulla muy marcada.
EliminarGracias a todas las que han escrito. Me da tanta emoción sus comentarios y buenos deseos.
ResponderEliminar❤️🙏🦋
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