Mi amigo el pánico


Ahí estás otra vez hoy mi querido Pánico, hoy siento tu sensación, me viniste a acompañar esta mañana.

La razón de tus visitas las desconozco, pero vienes a acosarme nuevamente. Llegas de repente, sin razón, sin invitación, sin avisar. Solo apareces de la nada y me haces sufrir.

Vivo con tu sombra desde hace algunos años. Llegaste de un día para otro, sin causa aparente. Sospecho que la ida de mi papá tuvo una gran influencia en tu llegada. Fue una época en la que perdí no sólo a Papá, sino también a Verónica, mi amiga de muchos años, y lo más triste en ese caso, es que fue sin preparación alguna para esta separación. 

Fueron dos pérdidas seguidas que me dejaron con mucho dolor, con muchas preguntas, con muchas inquietudes. No quería entender las razones para decir adiós a dos personas tan queridas para mi. Y en una de ellas, ni siquiera pude despedirme. Aún siento ese dolor en mi corazón.

 

He estado estudiando, analizando, leyendo sobre ti, mi estimado Pánico, incluso sigo a personas que hablan sobre ti, pero aún no logro descifrarte.

 

En ocasiones he pensado que eres un don, un regalo espiritual que me fue entregado, pero empiezo a dudar porque no creo que un don nos pueda hacer sufrir, nos haga sentir tan débil y tan vulnerable. Pero quizás es tu forma de ser, y quién soy yo para juzgar este don.



Cuando llegas Pánico, siento que mi vida está a punto de irse, dejo de respirar, mi corazón empieza a latir a mil por hora, empiezo a sudar frío y a temblar. En una ocasión hablé de ti con mi mamá, ella me dijo que también sufrió un poco de Pánico en algún momento de su vida. Me decía que sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, que iba más rápido que lo que su cuerpo podía caminar. Creo que muchos sufren por ti, pero muy pocas personas quieren expresarlo en voz alta.

 

Decir que tienes Pánico, al parecer, te hace ver como una persona débil. Incluso, cuando lo empecé a sentir, y hablé con mi esposo, él parecía no entenderme. Mis hijos tampoco me entendían al principio.

 

Pero llegas y, aunque muchos no te quieren cerca mi querido Pánico, porque eres un invitado indeseado e inesperado, he entendido que cuando decides venir, no hay forma de escapar y evitar tu llegada. Así que lo único que me queda es enfrentarme a ti. ¿Cómo lo hago? 


Busco entender lo que me quieres decir, y por ello me siento a conversar contigo. Así me has enseñado que muchas veces necesito ese momento de soledad contigo y conmigo misma, para que me hables y me digas porqué estás aquí, qué me quieres enseñar, qué quieres compartir conmigo. Porque no creo que cuando llegas, lo hagas sin un propósito.

 

El tiempo que dedico a escucharte, siempre ha sido un tiempo para explorarme también. He tenido que viajar contigo hacia mis años más jóvenes, he tenido que recordar la época en la que no existía en mi vida esa sensación de Pánico. E incluso recordé que antes que existieras, habitaba en mí otro tipo de sentimiento: el miedo.

 

Pero era un miedo mucho más suave. No era algo que me afectaba de manera tan fuerte como el día en que empezaste a llegar. Y tengo que decir que me has hecho sentir muy vulnerable. ¿Recuerdas cuando en una estación del metro me hiciste sentir que no veía nada? 


El Pánico que tenía, hizo que  pidiera auxilio a las personas en el Metro. Mi vista se nubló completamente, y mi cuerpo temblaba. Y como siempre, la parte más fuerte de todo se la llevaba el pobre estómago.

 

Si hay algo que he aprendido a conocer sobre mi cuerpo, es que cada vez que sentía algo de temor, mi pobre estómago se llevaba la peor parte. Eso me pasaba incluso cuando iba a exponer en el colegio o la Universidad.

 

Alguna relación existe entre el miedo y el estómago. Y cuando aparece el Pánico, por supuesto, mi estómago empieza a sentir sus estragos.

 

Pero desde ese momento hasta ahora, hemos crecido juntos, ¿no lo crees Pánico? Llegas y empiezo a trabajar contigo. No importa qué esté haciendo, simplemente, pienso en mi respiración, en el milagro que ocurre cada vez que siento entrar aire a mi cuerpo. Es lo primero que hago cada vez que te siento: Respirar. Respiro profundo, una, dos, tres veces…

 

Cuando me empiezo a sentir calmada, siento mi corazón: como sigue latiendo, como sigue llevando vida a través de todo el torrente sanguíneo que viaja a través de cada centímetro de mi ser. Una vez que tengo esa tranquilidad, empiezo a hablar contigo: ¿Qué pasó? ¿Que pasará? Por lo general, vienes a advertirme sobre algo. Y nunca fallas. 


Algo pasa en los siguientes días. Y como ya he entendido eso, empiezo a orar: Dios, solo te pido que nos des fortalezas para sobrellevar cualquier situación que se nos pueda presentar a mí, a mi familia, a mis seres queridos. No puedo evitar lo que pueda venir, pero si puedo controlar como me puedo sentir ante ello. Así que te pido coraje, sabiduría y fortaleza para ese momento.

 

Y así he trabajado contigo mi querido Pánico, porque reconozco que estás aquí, que has venido a enseñarme algo, y para estar tranquila, regresar a mi paz interior, tengo que hacer esos tres pasos: respirar, sentir mi corazón y orar. En ese momento, decides irte, porque ya hiciste tu trabajo conmigo, cumpliste tu labor. Ya eres considerado un amigo, quizás tus visitas no sean tan deseadas, pero me ayudas a pensar en muchas cosas de mi vida.



Eres como ese amigo que te habla duro en los momentos más difíciles, pero que te ayuda a dar un paso importante de mi vida. Y aunque la sensación que tengo cuando vienes no es agradable, crezco con cada una de tus visitas. Y eso me ha ayudado a confiar en tu presencia.

 

No ha sido nada fácil convivir con el Pánico a mi lado, son más de 11 años conviviendo contigo, pero me has hecho más fuerte al enfrentarme a mi debilidad, más sensible al enfrentarme a mi vulnerabilidad y me has ayudado a entender la vida de otra forma. Eso es algo que quiero agradecerte.

 

Dios jamás me ha dado algo con lo que no puedo lidiar. Y si llegaste a mi fue para aprender. Comparto contigo mi camino de vida, y en los momentos que vienes, solo tengo que recordar la razón más importante de tu visita: ¿Qué quieres que aprenda hoy?¿Qué necesitas que haga hoy?¿A qué me debo enfrentar?¿En qué me quieres ayudar? Y así me permito abrir mi mente y mi espíritu para escucharte y prepararme para lo que viene.

 

Así sigo viviendo, entendiendo al Pánico como un amigo y simplemente doy gracias por hacerte presente en mi vida, porque sé que cada momento a tu lado, soy una persona más fuerte y más decidida a seguir con mi vida.


Ysabel Figueira es la invitada número 43 de mi podcast El club de las mujeres imperfectas y con ella hablé sobre la sombra de las creencias limitantes de la religión.


Conocí a Ysa a principios de 2020 y desde entonces no nos hemos separado, claro que nunca nos hemos visto en persona, pero yo siento como si ya he estado con ella en algún lugar de esta existencia.


Ysabel es Licenciada en Administración de Empresas, además es Abogado y Especialista en Derecho Financiero, ella es conocida como Lady Tributos en sus redes sociales porque te ayuda a transformar tu vida con educación tributaria.


Descubrió la escritora que lleva dentro el año pasado haciendo casi todos mis talleres de escritura creativa, desde entonces no ha dejado de escribir.


Ahora nos trae un relato potente donde el Pánico es el protagonista en su vida.


Me gusta empoderar a nuevas escritoras y sin duda Ysabel es una de ellas, si quieres seguirla pues ve ya mismo a su Instagram y hazte su amiga porque es una mujer encantadora y muy especial.

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