Muchos creen que
aquellas personas que trabajamos y nos preparamos en el área del desarrollo personal y
empoderamiento no nos enfrentamos a problemas o dificultades y esto es
completamente falso.
Todos nos enfrentamos
a desafíos, problemas y dificultades diariamente, pero lo que nos diferencia es
la forma como tendemos a vivir esos momentos.
En este espacio abro
mi corazón y te cuento sobre cómo viví la tristeza de la traición.
Según la RAE, la
traición se define como una falta que se comete quebrantando la fidelidad o
lealtad que se debe guardar o tener.
Y viendo esta
definición es que comprendo lo fácil que puede darse la traición porque la
lealtad no radica sobre algo común claramente identificado, sino sobre los
valores de cada persona y es ahí donde nace la diferencia más grande y por lo
que se comete y se excusa la traición.
Un pedacito de mi historia
Me encontraba en un
momento bastante alto de mi carrera. Orgullosa de lo que estaba construyendo, dedicada
en máximo a mi trabajo y agradecida por ver los frutos de la dedicación de
tantos años.
Entonces, quien en ese
momento era para mi una amiga, una hermana del alma se vio desempleada, pero
con toda la ilusión y llena de ideas de empezar con un proyecto propio y
entonces se me ocurrió, equivocadamente, estrecharle una mano para construir
algo juntas.
Siempre he dicho que
como propósito de vida tengo establecido el ayudar a crecer a otras.
Y lo hago así porque
firmemente creo que una mano lava a la otra y que si una colaboradora mía
crece, entonces crecemos todas.
Así que a ojos
cerrados empecé con este importante proyecto junto a quien había sido mi amiga
del alma.
Para hacer la historia
corta, el desenlace es claro. Recibí todos los puñados
que puedes imaginarte por la espalda.
Fue desleal hacia el
proyecto que planeamos juntas, su moral de trabajo fue absurdamente deplorable
y cada actitud y acción que tuvo reflejó su falta de respeto y compromiso.
Y en cada paso que
recorrimos hasta dar por terminado ese proyecto, la tristeza de su traición me
fue apuñalando el corazón.
¿Por qué sentimos tristeza?
Todas sabemos la
teoría de que una decide qué sentir y qué importancia dar al resto de personas.
Si, yo soy responsable
de lo que siento, ¡pero fueron las actitudes de ella y su acciones las que me
lastiman!
Si, en momento de
tristeza se siente así, pero no es del todo cierto.
La tristeza la sentí
por la decepción, porque esperaba algo diferente de ella.
En mi mente afirmaba
que la conocía de toda la vida, estuve a su lado en los momentos más duros,
mantuve en secreto sus historias más dolorosas y respeté siempre cada una de
sus decisiones. Eramos hermanas del alma.
Pero siendo
completamente sincera, nunca había trabajado con ella. Ni siquiera en el
colegio realizamos ningún trabajo juntas. Por lo tanto, en realidad no conocía
su moral de trabajo.
Escuché siempre sus
problemas en sus trabajos. Que sus jefes eran abusivos, malos, incapaces.
Escuché de los problemas legales, las demandas y todo lo que ella vivió en las
empresas en las que trabajó.
Y en todo ese drama
ingenuamente nunca cuestioné que quizá todos los jefes que ella tuvo no fueron
malos, sino que quizá ella no era buena empleada. No, ni siquiera se pasó por
mi mente. Tampoco puedo afirmar que haya sido así, en realidad no lo sé.
Solo sé que tuve
grandes expectativas sobre la moral de trabajo de una persona con quien nunca
había hecho ningún trabajo. Y ese fue mi error.
Al ser amigas y ver su
situación de desempleo y ambición estreché mi mano para ‘ayudarla’ cuando en
realidad ella nunca me pidió ayuda y ese también fue mi error.
Y cuando empezamos a
trabajar juntas asumí que teníamos la misma visión en lugar de preguntar o
cuestionar cuál era la verdadera agenda de ella y ese también fue mi error.
Así que esa horrible
tristeza que sentí llegó porque la fantasía que me había hecho en mi mente se
destrozó en mil pedazos y se llevaba a mi amiga del alma con ello.
Así que por más que
mis emociones son mi responsabilidad, me di un espacio para llorar, para sentir
ese dolor y para despedirme emocional y mentalmente de quien era muy importante
en mi vida.
Acepté que la lealtad
que se debe guardar hacia los otros está determinada por los valores esenciales
de cada persona y que por lo tanto, lo que significa lealtad para mi, puede ser
algo muy diferente a lo que es lealtad para otros.
Sentí tristeza porque
me ilusioné con algo muy grande, porque soñé con compartir logros con quien
quiero y porque mi ego me llevó a fantasear con mi capacidad de ayudar a mi
amiga desempleada.
Y claro, luego la
tristeza más grande llegó cuando comprendí todo lo que había ignorado y cuando
acepté que esa amiga del alma no volvería a estar nunca más en mi vida.
¿Cómo afronté la tristeza de la traición?
Fue duro, muy duro. Lo
viví en silencio, con mucha reflexión, con responsabilidad.
Acepté la traición con
madurez comprendiendo que la situación provocaba dolor en mí porque mis valores
se vieron violentados, pero que para ella no había existido absolutamente nada
malo en su actuar.
Vi que la diferencia
de estándares había sentenciado nuestro fracaso trabajando juntas y me perdoné
y la acepté.
Te confieso que me vi
tentada a reclamar, a gritar, a sacar toda la rabia de mí. Pero no lo hice
porque sé muy bien que no iba a ser escuchada, que ambas tenemos lados
diferentes de la verdad y que no va a existir nunca un punto en común porque
nuestros valores esenciales son contrarios.
También me vi tentada
a clavarle el puñal en la espalda de regreso y de verdad quise hacerlo, pero me
contuve.
Tuve 3 oportunidades
diferentes en las que otras personas me dieron espacio y motivos para contar
todo lo que sabía de ella y no lo hice. Escuché comentarios ofensivos y
acusaciones grabes sobre su forma de actuar y me contuve, no opiné, ni sumé
leña al fuego. Únicamente dije que no conocía nada.
Viví la tristeza de
esta traición despidiéndome en silencio de esa persona. Aceptando que nuestros
hijos no jugarían juntos, que no estaría a mi lado para tomarnos una copa de
vino y reírnos de la vida y que posiblemente nunca más tomaremos un café juntas.
Me despedí con dolor
de mi amiga del alma porque acepto que no puedo rodearme de quienes violan mis
valores, de quienes me irrespetan a mí o a mi trabajo, ni de quienes son
contrarios a mis principios de vida.
Y me alejé en silencio
comprendiendo dando un espacio a mis emociones, sintiéndolas, llorando, dejando
ir a la rabia y abrazando mi paz.
Mariela Sánchez es la invitada número 32 de mi podcast El club de las mujeres imperfectas y con ella conversé sobre La sombra del pensar demasiado.
Esta maravillosa mujer no solo nos regala un hermoso post sobre la tristeza, sino que además sostuve con ella una conversación preciosa en donde la sabiduría se desbordó en cada palabra expresada, su apaciguada voz y la calma con la que transmite su mensaje hacen que esta conversación se disfrute de principio a fin.
Mariela es Coach
certificada especializada en Mindset y Empoderamiento Femenino. Tiene un MBA y
un máster de Humanidades. Es la fundadora de la Comunidad
Mujeres Empoderadas, creadora del Blog Historias para Mujeres,
autora de “Siguiente Capítulo” y de “Los 5
Pilares de la Mujer Empoderada”.
Hoy Mariela nos compartió su historia con la tristeza ¿Cuál es tu historia? Te leo en los comentarios.
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