Un lugar que te ha
marcado no tiene porque estar separado por kilómetros y kilómetros, a veces no
hay tanta distancia entre ese lugar y tú; quizás ninguna distancia. Es muy
probable que ese sitio esté mucho más cerca de lo que pensabas, a lo mejor
incluso está dentro de ti, o ese sitio simboliza mucho de lo que eres.
Mi relación con el mar es simbólica, llena de metáforas
que explican muchas cosas.
Vivo rodeada de
mar, siempre ha sido así desde que tengo uso de razón. El frío y la humedad me
han acompañado siempre, es una sensación permanente dentro de mi que se
mantiene a lo largo de los años.
Hay relaciones con
lugares, olores, colores o paisajes que son difíciles de explicar. Al igual que
esa relación de la que no eres capaz de entender porque quizás, no habéis
cumplido una misión juntos; esa misión a la que inevitablemente tenéis que
hacer frente y que ni siquiera sois conscientes de ello.
La gente adora el
mar. Las redes sociales están llenas de fotos en la playa o en un barco como
símbolo de belleza y bien estar. Yo conozco la otra parte. El mar no es solo
belleza, no es esa imagen repetitiva y cansina de la playa y los cocoteros. El
mar es salvaje, injusto, cruel y devastador. Si tuviera que escribirle una
carta, me resultaría difícil, y realmente he tenido dudas sobre si hacerlo o no.
Pero, finalmente, he decidido escribirle unas palabras.
Desde muy pequeña
te encargaste de meterme el miedo en el cuerpo, salvo cuando el sol te daba de
lleno y aparecías con tu cara más amable, esa cara azul en la que los niños y
no tan niños son incapaces de resistirse. Les ofreces placer y frescura y no
pides nada a cambio; o eso parece. Cuando todos duermen, sale tu lado menos
bonito, ese que muchos no ven y a mi no me cuesta nada sentir.
Muchas noches has
golpeado los cristales de mi ventana y el ruido de tus olas no me ha dejado
dormir, aun así, era lo primero que quería ver por las mañanas al levantarme.
El ruido constante de tu espuma me perseguía allá donde quiera que fuese, daba
igual la hora.
Si me querías decir
algo, todavía no sé lo que es. Y no lo sé porque escapo de ti muchas veces, no
encuentro esa conexión que se supone que debemos tener después de conocerte desde
hace tiempo, más tiempo del que quisiera recordar.
No sé cuando fue
nuestro primer encuentro, pero sospecho que ha sido duro. Tuvo que serlo cuando
hay algo grande que me separa y me une a ti por partes iguales. No puedo dejar
de mirarte, de saber que estás ahí, pero tu presencia me agota. Si fueras una
persona diría aquello tan manido de: tú y yo tenemos una conversación
pendiente.
El caso es que no
sé si quiero aclarar nada contigo, a veces el rencor me puede y prefiero darme
la vuelta cuando te veo. Aún así, tú siempre ganas, y ganas porque eres más
grande que yo, más inmenso, omnipresente; de hecho, llevas a mi alrededor toda
la vida sin que yo te lo haya pedido.
Muchas veces me he
preguntado por qué no desapareces, el caso es que tú tampoco puedes, aunque
quieras, si te vas, desaparecería todo, y nos quedan demasiadas cuentas pendientes
a ti y a mí.
Te miro como el que
ve una película de traición, ya me sé tu juego, fueron muchos años de compañía.
Primero sonríes y haces creer a todos que es un lujo estar contigo, que siempre
sales bien en las fotos y todo el mundo envidia tu fuerza, tu color azul, que
das cobijo a otros seres en tus profundidades, muchos de ellos hacen de
guardianes para ti atemorizando a niños y adultos en sus pesadillas.
Sí, también
produces pesadillas, pero la gente solo ve tu lado bueno, despiertan y se les
pasa; siguen queriendo estar a tu lado. Solo vemos el lado de las cosas que
queremos ver, pero ni la naturaleza ni tú, sois un cuento de hadas, la crueldad
existe, las injusticias existen también en el paraíso.
Sé cual es tu
secreto, pero no por ello te voy a perdonar tan fácilmente, no estoy preparada
para ello. Me queda mucho que observarte y mucho que odiarte, hasta que por fin
pueda decirte con toda claridad lo que pienso de ti.
Tú sabes que lo sé,
y yo también, pero seguir con este juego forma parte de la vida, y mientras
haya vida, seguiré jugando.
Me seguirás
persiguiendo y yo te seguiré ignorando. Quizás lo que quieras de mí es que no
diga la verdad, al menos de momento. No te puedo asegurar de que me quede mucho
más tiempo callada, sabes que no te he perdonado, mi silencio es mi venganza.
Es posible que
esta sea la mejor carta que vayas a recibir, porque tú sabes la verdad. El resto de palabras que la gente te dirige, son una fantasía basada
en la ignorancia. Las palabras bonitas no describen la verdad; el paraíso tiene
dos caras, mientras solo comprendamos una, seguiremos viviendo en una mentira.
Sé porque me
sigues, quieres que acepte tu lado más horrible, oscuro y depredador. No soy
capaz de hacerlo, por eso sigo guardando tu secreto. Reconoce que también
tienes miedo a que se sepa la verdad; tú no eres en el fondo, distinto a los
demás, el miedo también existe en ti porque el miedo existe en todo.
Sé también cual es
tu misión: que acepte tu crueldad, tu furia y tu enfado; pero todavía es
demasiado pronto, queda mucho por descubrir, mientras tanto, te guardaré el
secreto, pero no me pidas que me salve yo antes de que se salve nadie, no sería
justo.
El día que yo
sea capaz de aceptarte en todas tus formas, ese día romperé mi silencio.
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Conocí a Susana el
año pasado a través de otra amiga bloguera, comenzamos a intercambiar correos y
de allí surgió una linda amistad, ella escribió el relato de La mujer
perdida en mi blog, luego ella me invitó a su podcast para
entrevistarme y lo puedes escuchar aquí.
El caso es que
Susana y yo comenzamos a compartir mucho más que un intercambio de
colaboraciones, este año nuestra amistad se afianzó más cuando ella me invitó a
grabar varios episodio en su podcast “Café a media tarde” donde creó para ambas
un rinconcito que tituló Entre
nosotras.
En este espacio
abordamos temas importantes como el merecimiento, la paciencia, la diversidad,
la creatividad, la vulnerabilidad, la libertad, el fracaso, el miedo y cerramos
de manera grandiosa hablando sobre los ancestros.
Así que nuevamente
le pido a Susana vuelva a plasmar sus palabras en mi blog escribiendo una carta
para una ciudad, pero ella me comentó que hasta ahora no ha habido ninguna
ciudad que la marcara tanto como lo ha hecho el mar.
Le dije entonces
que publicaría esta carta al final del proyecto Mujeres que viajan como una carta que representa perfectamente a cualquier ciudad
en el mundo que tenga como contexto el mar (que son muchas por cierto).
Pero lo fascinante
de estas líneas es que Susana no alaba al mar como estamos acostumbradas a leer
en muchos relatos, sino que es una carta de catarsis, de secretos, de ese lado
oscuro que tiene el mar y que muchos desconocemos cuando lo dejamos a solas
tras la puesta del sol.
Susana sabe cuál es
el lado no amable de esta inmensidad que a todos nos rodea, aunque no lo
conozcamos, ella sabe lo potente y cruel que es y el lado que muchos no hemos
visto.
Gracias amiga por
ser parte de mi vida a la distancia, mi aprecio por ti crece cada día, espero
algún día conocerte sin la barrera de la virtualidad que permitió que ambas
coincidiéramos.
Sigue a Susana en Instagram y conoce su
nueva novela Mujeres
en la densidad del aire.
Hola Susana y Eliana.
ResponderEliminarPensando en el mar a mi también me salen muchas metáforas e imágenes, la mayoría de playas tranquilas aunque he de reconocer que a mi me gusta el mar un poco mas "alborotado". En este caso yo quiero hablar como Susana del lado oscuro, de la sombra que este mar bravo nos muestra. Es vida pero a la vez en ocasiones también es muerte por esa furia desmesurada. Si le damos "forma de persona" puede ser arrollador a veces, "intenso e impulsivo" pero esta en su naturaleza como lo esta en la nuestra, defiende lo suyo como una madre lo haría con sus crías, se comunica y se muestra de la única manera que sabe.
Preciosa carta a la sombra del mar.
Gracias por generar esta reflexión a ambas.
Un abrazo