Hola
Cork,
Nos volvemos a ver. Nuestros caminos se han vuelto a cruzar. Sin
embargo, no me reconoces.
¿Es que no te
acuerdas de mí o tanto he cambiado? Te conocí hace casi siete años. ¿Siete años
ya? Recuerdo bajar de aquel autobús que me acercaba de una capital que no tuve
tiempo de visitar y que me pareció estar tan lejos de mi destino. Un autobús
que me presentó por primera vez las praderas verdes de estas tierras, sus casas
con jardín, adosados sin garajes y bloques de pisos de no más de tres o cuatro alturas.
Se conducía
por el otro lado de la calzada, llovía intermitentemente y sonaba la lluvia en
el cristal tan fuerte como el latir de mi corazón. Me presenté a ti como una
tímida niña, muy ingenua (hoy lo sé), dispuesta a que me enseñaras lo que es la
vida, abierta al aprendizaje en el más amplio sentido de la palabra.
Parece que me
estuviera viendo: cargada con mis dos maletas y mi mochila, dispuesta a
afrontar cualquier reto que me mostraras. Ilusionada de conocerte y aterrada
por todas las incógnitas que eso llevaba. Sin embargo, puedo decir que te
portaste bien. Pasé ratos divertidos, conocí a mucha gente entre tus calles,
aprendí tu acento y tus matices, hiciste resurgir en mí, como el ave Fénix, una
energía poderosa, llena de curiosidad, alegría y esperanza. Me hiciste crecer y
me diste alas para hacerlo.
La estancia que pasé contigo, Cork, consiguió convertirse (sin
jamás haberlo planeado ni creído posible con anterioridad) en el ancla de apoyo
que necesitaba para comenzar a ser la mujer que estoy destinada.
Me abriste
los ojos, Cork, y te estaré siempre infinitamente agradecida. Gracias a ti,
recuperé mi autoestima, valorando mis victorias y aprendiendo de mis derrotas.
Dándome el mérito que me merezco por crear una nueva ruta en mi vida, una ruta
alternativa de la que tenía planificada, pero que está siendo tan gratificante.
Desenvolverme
en un país diferente al mío, en otro idioma, con otras costumbres y, sobretodo,
sola, no pudo más que hacerme sentir muy orgullosa de lo que soy capaz de
hacer. En el tiempo que llevo viviendo fuera de mi “primera casa” (ya no soy
capaz de llamarle “hogar”, pues el hogar hoy considero que se encuentra donde
yo esté y mi “primera casa” es donde viví tantos años con mi familia y donde
regreso siempre que puedo) he conocido a muchas personas.
Personas que
comparten mis metas, ilusiones, frustraciones y dudas. Gente que te ayuda a
seguir adelante con simples gestos de comprensión o gente que te critica, lo
cual no hace más que afianzarme en la creencia de que lo estoy haciendo bien
(ya que es una actitud basada en los celos y en el miedo al cambio).
Me enseñaste
a recordar que la persona que más me tiene que importar en la vida soy yo y que
mi vida es mía. Soy yo la única que la vivirá, por lo tanto, he de ser feliz y
consecuente con las decisiones que tome. Sé que parece que digo obviedades,
pero sólo después de un viaje real a mi interior, gracias a este viaje a Cork, he sido capaz de entenderlo con el corazón
y comprender realmente el sentido que encierran estas palabras.
Te quiero
pedir perdón también. Discúlpame, Cork, porque jamás soñé que te conocería. No
sabía de tu existencia antes de venir y tuve que buscarte en un mapa. Nunca había oído tu nombre y era totalmente
ignorante de las bellezas que ofreces. Mi vida tenía un plan, pero, como
sabes, lo rompí. Aquello hizo que te encontrara y, aunque pasaba mi etapa aquí,
contigo, me despedí para continuar mi camino, pero la vida me devuelve a ti de
nuevo.
Ya ves,
pasaron seis años desde la última vez que nos vimos. Hoy llego a Irlanda con
avión directo, buen trabajo y buenas condiciones. Soy una mujer segura de mí misma, con la mente abierta y con la
certitud de que puedo ser capaz de conseguir todo lo que me proponga.
Tuve mis
dudas antes de regresar, te lo confieso. Me
despedí de ti la última vez que me fui sin mucho ánimo de volver, pensando
incluso que, si lo hiciera, sería un paso atrás en mi camino, pues aquí es
donde comencé mi nueva vida. Además, me siento un poco culpable al repetir
destino, ya que tomé la determinación de ir conociendo el mundo poco a poco, a
mi ritmo. Sin embargo, la leyenda se ha cumplido.
Siempre me
acordaré del penúltimo día de mi estancia en esta maravillosa ciudad. Paseaba
de vuelta a casa, cruzando uno de los puentes del río Lee cuando, sin haber
hecho especial atención al agua, la vi.
Cuenta la
leyenda que en el río Lee vive una foca y que quien consiga verla significará
que volverá a Cork. Estaba atardeciendo y entre las olas del río, no muy lejos
de donde yo me encontraba, ahí estaba. Su cabeza sobresalía del agua y la giró
en varias ocasiones para mirar a los lados. Pude verle los bigotes, por eso
supe que no se trataba de un reflejo o una alucinación. Casi lloré de la
alegría y en silencio, te di las gracias, Cork. Fue un broche de oro como
despedida y hoy, puedo decir que las leyendas se hacen realidad.
Además, hoy te reencuentro sintiéndome diferente,
te miro con nostalgia al recordar la chica que te vio por primera vez; pero
también te miro agradecida, sabiendo que todo lo he conseguido gracias a la
mano que me tendiste cuando lo necesité. Ocuparás siempre un hueco en mi
corazón, ya que, como ahora, siempre serás aquella ciudad donde podré sentirme
cómoda, yo misma.
Eres mi
burbuja en el mundo, ese espacio donde tomar aire y coger impulso para lo que
se me venga encima. Un alto en el camino donde estar tranquila, estabilizarme,
asentar mis nuevas bases, disfrutar del país donde te encuentras, seguir
aprendiendo y ser feliz.
No sé cuánto
tiempo me quedaré esta vez, pero sabes que siempre te llevaré conmigo.
Gracias,
Cork.
Un abrazo. Siempre tuya,
RaquelUn abrazo. Siempre tuya,
__________
Conocí a
Raquel a través de su blog Pasos de viajera en
donde nos cuenta las anécdotas de una nómada digital, la vida de una mujer que
no tenía ninguna pretensión de convertirse en viajera pero los acontecimientos
que vivió la llevaron de apoco a ello, la verdad es que este mundo del blogging
me ha hecho conocer a muchas mujeres viajeras maravillosas y Raquel es una de
ellas.
Y es por ello
que creé este proyecto de cartas a
ciudades, porque sé que detrás de cada bloguera que he conocido durante
estos casi seis años, se encuentran mujeres que han salido de su zona de
confort para vivir sus vidas en otros espacios como es el caso de mi invitada
que coincide con esta ciudad en dos oportunidades diferentes de su vida.
Y es que las
ciudades nos marcan tanto que hasta se convierten en procesos importantes de
nuestra evolución personal, las llegamos a amar casi como amamos a las
personas, las extrañamos y deseamos entrañablemente estar de nuevo bajo su
cobijo.
Mujeres que viajan es un proyecto que surge precisamente de la necesidad de darle un
reconocimiento a los lugares que han marcado nuestras vidas y han sido
significativos en nuestros procesos personales, y Raquel lo pincela con esta
carta de una forma maravillosa porque refleja en todo su esplendor cómo una
misma ciudad representa dos momentos de su vida y al mismo tiempo es casi la proyección
de su vida entera.
Hola Eliana,
ResponderEliminarMuchas gracias por permitirme compartir esta pequeña historia sobre mí y la relación que tengo con la ciudad de Cork, tan especial para mí. Espero haberos motivado a viajar y visitar esta bella ciudad algún día. Un abrazo.