Últimamente su casa se sentía como una guerra constante, una lucha de egos
y recriminaciones en donde ganaba el más fuerte o, al menos, el que pretendía
serlo. Se miraron distantes como de costumbre y cada uno se sentó al lado
opuesto del salón. Ella tomó el café entre sus manos y dio un sorbo lento
mientras su mente seguía clavada en aquella frase que había escrito en la
mañana, pero que se negaba a recordar: “El amor es un campo de batalla en
donde gana el más fuerte”. Pero ¿en verdad lo era? No quería ni pensarlo.
La mujer autosuficiente vivía así, con el
saber propio de sentirse una mujer autónoma e independiente. Una mujer decidida
y única. Con el empleo de sus
sueños, su propio dinero y la fuerte convicción de no cometer los mismos
errores de mamá: ser vulnerable y mostrarlo. ¡Qué grave error! Ni pensarlo...
Siempre que pensaba en esto se decía para sus adentros “yo no soy ella, yo
soy yo y dependo de mis propias acciones y decisiones”. Siempre lo había hecho,
desde que era adolescente hasta entonces.
Cada mañana antes de despedirse de Juan se repetía estas palabras como un
mantra, aunque por dentro flotara el mismo vacío gris que la hacía sentir
incompleta, y la ansiedad le recorriera el cuerpo y la distrajera a la hora de
trabajar. ¡Basta!
Pero al fin y al cabo la habían
educado para ser independiente y no princesa. Para que otros dependieran de
ella, sin que fuera ella la que tuviera que depender de los demás. Para ser autosuficiente y exitosa.
Autosuficiente y segura; autosuficiente y poderosa, porque todo lo
contrario era debilidad. Y una mujer siempre, siempre debe darse su lugar, aún
más con los hombres.
Sonrió para sus adentros porque hasta el momento había hecho un buen papel.
¡Su madre estaría orgullosa!
Tenía todo lo que los demás llamarían
“tener éxito en la vida”: un buen trabajo, prestigio profesional, independencia económica, ahorros
para viajes, salidas con amigas, dinero para emergencias, pero entre todo eso
faltaba algo que no sabía si era importante, el amor.
Después de todo, la mujer
autosuficiente no necesitaba ni siquiera de un hombre. ¿Para qué?
¿Era esto cierto o a quién quería engañar? Tal vez esa tregua sin contrato
que se vivía en su casa en momentos como estos no era tan mala. Quizá era mejor
vivir entre silenciosos que tratar de hablar.
Al fin y al cabo, Juan y ella eran dos personas adultas e independientes
viviendo juntos por decisión propia, aunque ya no hubiese la chispa inicial.
Miró a Juan que seguía con las pupilas clavadas en el periódico, al otro
lado del salón, y recordó otra frase que decía que todo pasado fue mejor.
Recordó los inicios, el roce de las manos, las palabras dulces, los besos
apasionados, el deseo de vivir y compartirlo todo juntos, de comerse el mundo.
El amor. El amor - qué extraña sonaba ahora esa palabra.
Como habían llegado a este punto, si hace unos meses eran un par de jóvenes
enamorados.
¿Quién dejó de tratar de arreglar las cosas o de ceder? Tenía la respuesta,
quizá había sido él...
Bebió otro sorbo de café y trató de ahuyentar este pensamiento de la
cabeza. Si las cosas se acababan, igualmente no lo necesitaba. La vida seguía,
se tenía a ella y eso era suficiente. Ella era la mujer autosuficiente. Pero
el mismo pensamiento seguía debatiéndose en su cabeza, ¿qué había pasado con el
amor?
Quería recordar el momento justo en el que él dejó de buscarla después de
cada grito o pelea; quiso recordar cuando él dejó de ceder y cuándo ella
permitió que lo hiciera. Cuando ella también prefirió callar y seguir en lugar
de volverlo a intentar. ¿Por qué lo hizo?
Otro sorbo de café… ¿Por qué lo hizo?, otro sorbo de café ¿Por qué
calló?... Otro sorbo de café.. ¿Por qué no admitió que lo extrañaba y que
anhelaba que todo fuera como antes? Los besos, las manos entrelazadas, la
sonrisa, su sonrisa. La relación de pareja. No ese uno distante en el que se
había convertido, sino el dos.
¿Era ya tarde?
La mujer autosuficiente quería hablar. Tenía fuerza de voluntad. No sabía qué
le pasaba. Se sentía extraña.
Serían las frases, los recuerdos con sabor a café, la indiferencia de Juan
a lo lejos, la ausencia de su ego. No lo sabía. Sus emociones se tambaleaban
como locas, y las palabras se ponían en fila en la punta de su lengua
dispuestas a saltar. Querían saltar. Pero mejor no hacerlo.
Las retenía con fuerza. Yo puedo
sola. No necesito de nadie, no puedo mostrar vulnerabilidad. El
enemigo es la debilidad. Yo puedo sola.
Pero, ¿qué si no puedo? qué si quiero gritarle que me mire, que lo
intentemos, que lamento mi ausencia y el haberlo dejado solo tratando de
resolver problemas que nos correspondían a los dos. Que lamento haber vestido
de fuerza mi miedo, y de parecer inquebrantable cuando en verdad lo único que
quería era gritar.
Que lamento haber rechazado su ayuda y fingido control cuando por dentro
estaba mal y necesitaba ayuda. Su ayuda.
¿Por qué había silenciado durante tanto tiempo las palabras que decían que
todavía había amor? Silenciado palabras como lo hacía ahora. ¡Ya no más! - No
puedo más.
La mujer autosuficiente dejó el vaso vacío encima de la mesa,
tomó un bolígrafo que se encontraba en un rincón de la mesa y escribió en una
servilleta que aunque el amor es un campo de batalla, no siempre gana el más
fuerte. Ella estaba lista para pedir ayuda y luchar por su relación. Luchar
en equipo, como dos. Estaba cansada de ser siempre uno.
Se paró de la mesa, caminó hasta al otro lado del salón y sin la
prepotencia de siempre lo miró a los ojos y le dijo- Juan, tenemos que
hablar. Quiero hablar. Sin los egos que nos protegen como escudos, sin la autosuficiencia como prueba de mi
personalidad, con el corazón dispuesto y sincero, y con una sola frase que
resume lo que siento en este momento: te necesito.
¿Quieres hablar?
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Conocí
a Luisa en un grupo de blogueras
donde participamos juntas, ella es periodista y se define como una escritora en
proceso y yo adoro todo lo que ella escribe, en su blog nos habla sobre copywriting emocional en el cual me hizo una grandiosa entrevista en
podcast muy relacionada con la escritura y las emociones.
Ella
nos regala a una mujer que no se parece en nada a muchas de nuestras madres y
abuelas, una mujer autosuficiente en el
amor, que lo ha hecho todo sola y cree que en el amor todo lo abarca.
Este
tipo de mujer es más común de lo que nosotras creemos, mujeres seguras y
empoderadas, mujeres que se han vuelto
tan selectivas debido a su éxito que luego no saben gestionarse en el amor,
pasan de largo en las relaciones sin aprender de ellas, hasta que llega el
momento que doblegarse es la mejor forma de ceder para darle sentido a la vida.
La mujer autosuficiente
no pide ayuda y cree que no la necesita, igual le pasa con el amor, al sentirse tan segura con
todo lo que ha logrado, cree que no es necesario el sentirse amada hasta que la
vida la confronta con el espejo de la pareja y allí se da cuenta de la sed tan
inmensa que tiene de amor.
Luisa
nos ha entregado un relato grandioso que nos hace entender la autosuficiencia
desde un punto de vista de las emociones, y es que no es para menos, al ser mi
escritora invitada una copywriter emocional, nos ha llevado por los senderos
del amor en este relato.
Te
recomiendo que visites su blog y que comiences a seguirla por Instagram que es su red
social preferida.
Eliana, gracias por la oportunidad de participar en tu blog. Me encantó escribir sobre esta mujer.
ResponderEliminarTodo un placer tenerte entre mis escritoras invitadas Luisa, gracias a ti por aceptar mi invitación.
EliminarQué difícil de nuevo ese punto entre decir "puedo sola, me apoyo en mí y dependo de mí" y ese "no necesito de nadie, me basto y me sobro". Qué difícil manejar de forma saludable el concepto de la autodependencia y no confundirlo con la autosuficiencia y la arrogancia de no saber pedir cuando "sola no puedo". Dichosos egos, cuánto espacio necesitan; al menos, hasta que nos damos cuenta y les mostramos quién manda en casa.
ResponderEliminarHermoso relato, Luisa. Os mando a ambas mi reconocimiento y mi deseo de un 2019 con los egos a raya y toda la felicidad posible. ¡Abrazos admirados, chicas!
Gracias a ti mi apreciada Marian por tomarte un tiempo para leer cada uno de los relatos y escribir también uno para este proyecto, aprecio muchísimo el detalle de pasar por aquí cada mes y dejar tu valioso aporte, y este en particular sobre la mujer autosuficiente no escapa de tu opinión tan certera, que difícil es la independencia si no sabemos gestionarla de adecuada manera.
EliminarUn gran abrazo desde el alma.