La vida tras el cristal. Una vida atrincherada en sus
pensamientos, así se encontraba la mujer
frustrada parapetada tras la ventana, limitándose a observar.
Afuera, la vida. Dentro, el miedo. Miedo a que descubran lo que es
en realidad. Miedo a que vean la imperfección que tanto le cuesta mirar. Es el
miedo el que sostiene su careta, y la que le impide amar de verdad.
Para la mujer frustrada
no hay nada más doloroso que el miedo a vivir su propia realidad. Vive a medias, se limita a respirar. En realidad, es…
morir. Morir por dentro.
Agotada, impotente,
frustrada. No recuerda en qué momento se rindió. Fueron tantas las veces
que le hicieron callar, que ya no intenta hablar. Tantas las veces que le
cortaron las alas, que ya no sabe volar. Le negaron tantas veces el amor, que
ya no sabe si puede amar.
Así que se encierra en su mundo. Se vuelve inerte, en modo roca,
decide deja de sentir. Toda su paleta de emociones se tiñe de un solo color, y
lo único que siente ahora es odio y rencor. Hacia sí misma, pero sobre todo
hacia quienes le trajeron al mundo y le condenaron a una vida en la que no
puede vivir. No, no quiere salir ahí afuera, le harán daño, se reirán de sus
rarezas, de su imperfección.
Como no quiere pensar en nada narcotiza su dolor. De bar en bar,
de cama en cama, de lavabo en lavabo. Bebe. Olvida. Se pierde. Come. Vomita.
Intenta desaparecer. Pero siempre está ahí, ella, ese monstruoso ser que la
tiene secuestrada.
Sin embargo, muy en el fondo, siente el templado calor de una
llama, un susurro que le grita que aún hay vida, que lo mejor está por llegar.
Que algún día podrá amar.
Y es ese susurro de vida el que le hace continuar. Sigue, no sucumbas, tiene que haber algo más. Vamos, no te
rindas, algún día lo encontrarás.
Sigue buscando en silencio, disimulando, con cuidado para no
despertar al monstruo que le habita. Tanto sufrimiento, tantas decepciones,
tantas preguntas sin responder. ¿De verdad hay alguien que escucha su dolor?
La culpa es mía, hay algo mal en mí, lo sé
-se dice a sí misma-. Lo
adivino en sus miradas de rechazo, de incomprensión.
Solo ve culpables, se siente víctima del destino e incapaz de
avanzar en su propia dirección.
Cada día se pregunta ¿Por qué no puedo ser yo? ¿Porque me odio por
fuera y me extraño por dentro? ¿Qué sentido tiene todo esto?
Cada noche en su cama reza por la salvación. Espera un milagro,
que algo pase, que alguien le saque de esa vida gris y vacía, de ese mundo frío
donde nadie la ve, donde se siente tan sola, tan fuera de lugar.
Los años van pasando, y se convierte en un mero medio de
producción, a las órdenes y merced del sueño de otros. Son los demás los que
van marcando su camino, mientras no es capaz de hacer otra cosa que contemplar
impasible, como desde fuera, la película de su vida.
Cuando no sabes tomar decisiones, dejas que otros decidan por ti.
Cuando no te sientes merecedora renuncias a tu derecho a pedir. Cuando no te
sientes valiosa, te vendes al mejor postor.
Y aquí sigue, atrapada entre dos mundos, bebiéndose a mares su
frustración. Atiborrándose y vomitando a escondidas, castigándose sin descanso.
Mala estrategia amiga. Tratando de matar al monstruo casi acabas con tu voz.
De fondo suena “Insurrección” de El Último de la Fila, “barras de bar, vertederos de amor, os enseñé mi trocito
peor…"
Y de pronto como un rayo, ¡bum! una claridad cristalina inunda su
mente.
-. Eso es, he estado viviendo de espaldas a mi “trocito mejor”. ¿Y
si resulta que al final el monstruo lo he creado yo? ¿Y si en lugar de mostrar
mi careta elijo ser mi mejor yo? ¿Y si realmente tengo el derecho y el poder de
elegir?
“Dame mi alma y déjame en paz…”
-. ¡Claro! Si yo he creado el monstruo, yo tengo el poder de
echarlo. Nadie más puede hacerlo por mí.
Recuerdo aquél día como si fuera hoy.
Aquélla canción, aquél sabor, aquél olor a tabaco y alcohol. De pronto se dio cuenta de que había estado
toda su vida buscando en el lugar equivocado.
Fue entonces cuando decidió, a lo Scarlatta O’hara, que nunca
volvería a odiarse. Que elegiría el amor. Y mientras cogía con fuerza su copa
de ron juró encontrar la manera de volver a amar, sin miedo, sin máscaras, sin vergüenzas.
Empezando por amarse a ella misma.
En aquél momento comenzó
su camino inverso. El viaje de vuelta a casa, a
la niña alegre, intrépida y cariñosa que algún día fue. A su esencia pura y
divina.
Poco a poco dejó de ver culpables y empezó a ver maestros.
Aprendió a ver que los demás reflejaban las sombras que durante tanto tiempo no
pudo ver en ella misma. Decidió dejar de sufrir y elegir otro tipo de dolor. Un
dolor que sí vale la pena sentir. Eligió el dolor del crecimiento, de la
transformación.
Eligió el amor. El amor de verdad. No más vertederos de amor, no
más relaciones tóxicas ni dependientes.
Empezó a descubrirse, empezó a ver tesoros donde antes solo veía
defectos e imperfecciones.
Poco a poco incluso
aprendió a querer aquello de lo que antes tanto se avergonzaba. Y así fue
descubriendo y sanando todas sus heridas, iluminando todas sus sombras.
Así fue cómo conectó con su niña interior y la liberó del
abandono, el rechazo y la culpa. Aquella niña que tanto tiempo había tenido
olvidada. Aquella niña que tanto le gritaba desde dentro, y a la que el ruido
de fuera no le dejaba oír.
Esa niña era la débil pero fiel llama que le impulsaba a seguir a
pesar del miedo. La que siempre le salvaba cuando estaba al borde del abismo.
La que en sueños le hablaba de otra de vivir, de su libertad.
Gracias a ella por fin conoció el verdadero amor incondicional.
Primero, a sí misma como ser divino y perfecto, luego como mujer, como amiga,
como madre… y como hija.
Al fin pudo conectar con el perdón, el agradecimiento y el amor a
quienes le habían dado la vida, y a quienes tanto había culpado de su
sufrimiento. Se liberó del peso que durante tanto tiempo le impidió alzar el
vuelo y sentirse digna de vivir su propia vida. Y el día que lo hizo, voló.
Algo mágico sucede
cuando conectas con esa parte de ti y empiezas a vivir desde el amor y la
confianza. De pronto todo tiene sentido, incluso aquellos largos años de
sufrimiento y oscuridad.
Y es que si ella nunca hubiera estado perdida, jamás se hubiera
encontrado. Si no hubiera transitado las sombras, jamás podría haberse
convertido en luz.
Aún resuena en mi cabeza aquella frase que escribió, en la puerta
del baño, esa misma noche. Late corazón, no todo se lo
ha tragado la tierra.
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Conocí a Maite a través
de uno de sus posts y me encantó
la forma de escribir que tiene y la manera como se presenta tan autentica y
alegre y decidí invitarla al proyecto, ella trabajó como abogada por más de una
década pero definitivamente eso la dejaba agotada y decidió hacer su Camino
Inverso, ese es el nombre de su blog, un lugar donde ayuda a las
personas a reconectar con ellas mismas y en donde convergen grandes personajes
del blogging para hablarnos de la vida.
Maite nos regala a una
mujer frustrada que se esconde tras la ventana de su corta percepción, cree
que hay algo malo en ella y piensa que los demás la miran como un bicho raro y
prefiere buscar culpables afuera que responsabilizarse adentro, una mujer tras
los bastidores de su desorden emocional que prefiere hundirse en alguna adicción
y tener temporales relaciones vacías para no asomarse al abismo de su
existencia.
Una mujer que lamentablemente no es poco común, la podemos ver en
nuestra oficina o en el vecindario, esperando el bus o caminando por el parque,
una mujer que se siente menos y poco merecedora, que no cree en proyectos y le
cuesta salir del hoyo profundo en el que se encuentra por miedo al qué dirán, y
lo más triste de todo es que el mundo está poblado de mujeres frustradas
esperando salir a la luz.
Maite es la vigésima escritora invitada de este proyecto Mujeres
que aprendieron a querer y me encanta tenerla por aquí con porque nos deja un
gran aporte y nuevamente descubro a un tipo de mujer que podemos ser cualquiera
de nosotras. Percibo de Maite una excelente energía que contagia, una mujer que
quiso hacerlo diferente inspirando a muchas personas.
Sentimos cientos y cientos de emociones, y cada una es tan preciosa como las demás.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 18 de octubre de 2018
Muchas gracias Eliana por invitarme a tu blog y por esa bella presentación.
ResponderEliminarHe disfrutado muchísimo escribiendo "La mujer frustrada", y espero que tu público disfrute igualmente leyéndolo. Ojalá también pueda servir de inspiración para aquellas mujeres que aún viven en sus sombras, y de alguna manera les haga tomar conciencia de que no son sus pensamientos, ni sus miedos, ni su pasado, sino el ser divino, perfecto y bello que está detrás. Solo es cuestión decidirlo, dejar de buscar culpables y tomar el control de nuestros pensamientos, de nuestras emociones, de nuestra vida, desde el amor, el perdón y la aceptación.
Un abrazo!
Pues yo también he disfrutao mucho leyendo tu relato Maite y sé que llegara a muchos lugares porque no es difícil identificarse en algún momento de nuestras vidas con una mujer frustrada que de alguna forma viene a traernos un mensaje importante en nuestras vidas. Gracias por aceptar mi invitación y dejar tus palabras en mi blog.
EliminarPodía haberlo escrito yo misma. En este relato encuentro mucho de 'cosa familiar': es una la que crea el monstruo y una la que lo alimenta. O digamos mejor que en la creación del monstruo se da una participación colectiva, una circunstancia propuesta que involucra a la niña, al proyecto de mujer, y que no se gestiona de forma adecuada. La que crea el monstruo no sabe cómo hacer. Pero lo malo no es eso, sino toda la pasión y perseverancia que pone en alimentarlo. Bendito eco el de la niña cuando por fin logra hacerse oír.
ResponderEliminarUn bellísimo relato. Da gracias a tu invitada, Eliana, y a ti por traerla. Abrazos noviembreros para ambas.
Da susto leerse en la muer frustrada Marian, da susto identificarse con estas palabras, es como algo colectivo lo que Maite nos expone, porque de alguna forma todas hemos llegado a ser mujeres frustradas en algún momento de nuestras vidas, pero que genial que mis lectoras se puedan identificar con esta mujer para también salir del letargo que produce tener este rol en nuestras vidas.
EliminarAbrazos desde noviembre.
Parece que me estaban describiendo pero que difícil es dar vuelta todo y empezar de nuevo cuando te pasas una vida frustrada,y llevas más dela mitad de tu vida viviendo la vida de los demás .Uno sabe que el único culpable es uno mismo pero tarde se da cuenta.
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