No es difícil reconocer a una mujer perdida, solo tienes que observar
su postura, su cabeza, su mirada…. La mujer perdida lleva los hombros
caídos y gafas de sol para que nadie pueda saber lo que está mirando. La mujer
perdida te observa, no lo puede evitar. Mira todo lo que haces, como te mueves,
escucha, analiza; no hay que tener miedo, no es ninguna espía, solo está
buscando alguna pista para reconocerse.
Recuerdo haber conocido a alguna
mujer así. Suelen estar en silencio o a
lo mejor son muy escandalosas y tremendamente activas. Las primeras actúan
por inercia, se dejan aconsejar y viven en la más profunda indolencia casi sin
saberlo; las segundas cubren sus vacíos con compras, viajes y caprichos con tal
de no pensar.
La última mujer perdida que vi
posaba en un altar, su mirada estaba clavada en el suelo. El fotógrafo,
atrapado por esa atrayente imagen, captó su rostro de inmediato, era demasiado impactante
como para dejarlo escapar.
Sus familiares y amigos eligieron
ese rostro como foto de sus recuerdos. Marcos de plata y oro adornaban las
casas recordándole a esa mujer el rostro de sus dudas y sus miedos. La mujer perdida duda de todo, esa es su
esencia y a la vez su belleza, porque lo que es de verdad, aunque duela, no
deja de ser lo más poderoso que posees para emprender tu propio viaje.
La culpabilidad por no ser capaz de agradecer lo que tiene forma parte
de la mujer que se siente perdida. Levantarse por la mañana, desayunar en
una bonita mesa con una taza de porcelana inglesa viendo el mar y no sentir
nada, puede hacer que la mujer perdida se sienta como un monstruo porque, en
realidad, no está disfrutando.
Da igual que la invites a
recorrer el mundo, da igual que su día a día esté lleno de experiencias de vino
y rosas, da igual lo que hagas, ella sonreirá, pero en el fondo, ni lo aprecia
ni le gusta. La culpabilidad aumentará por momentos y se volverá tremendamente
incomprendida y frustrada.
Recuerdo ver el rostro del miedo en muchas mujeres perdidas, miedo que
se instala en ellas desde pequeñas, o bien porque así han percibido el
mundo o bien porque alguien les ha contado que el mundo es peligroso.
Ese miedo ha hecho que se vuelvan
inseguras, vulnerables, presa fácil de los que buscan un perrito faldero o
alguien a quien manipular. Se dejan guiar, se dejan aconsejar, admiran a su amo
porque creen que ellas solas no pueden.
No conciben la vida sin un guía,
caminan asustadas pensando que algo malo les puede pasar y buscan seguridad. No
hay mayor satisfacción para una mujer perdida que tenerlo todo bien atado, una
vez consiguen poner cuatro paredes a su vida y cerraduras antirrobo, respiran
tranquilas; creen que ya nada les pude suceder.
Conviven con esa seguridad un
tiempo y fantasean con la idea de que son afortunadas, incluso se apiadan de aquellas
mujeres que viven al límite, que su vida es un circo y una incertidumbre. Ellas
están salvo, su casa tiene paredes blindadas y no hay peligro, creen tener el
control porque no controlar sus vidas supondría una caída al vacío difícil de
soportar.
Culpabilidad, miedo, fracaso y
falta de confianza son un cóctel demasiado explosivo. A la mujer perdida tarde o temprano se le va a notar, tarde o
temprano estallará, es imposible que dures demasiado tiempo así salvo que tú
decidas esconderlo con mucho esfuerzo.
Hay mujeres perdidas especialistas en fingir, hay pocas cosas que
no tape un buen bolso, un maquillaje perfecto, viajes y reuniones con amigos
que no te interesan lo más mínimo.
Alguien debería de darles una
medalla a esas personas capaces de reconocer que a veces llegan al aburrimiento
infinito. En esos momentos, eres incapaz de decir nada por miedo a que te
tachen de malvada o desagradecida, pero en el fondo, muchos hemos vivido
situaciones similares.
Todo el mundo escapa de la gente
así, nadie desea encontrarse con la
maldición de una mujer perdida, es posible que sea contagioso y sería
insoportable más dosis de algo que, en el fondo, todos
tenemos en mayor o menor medida.
Una vez que conoces los síntomas,
las mujeres perdidas se hacen más visibles,
siempre habían estado ahí, pero ahora las distingues de las demás. Es como
cuando conoces las huellas de una enfermedad, empiezas a distinguir a las
personas que la han padecido y te sorprendes al ver que son más de las que tú
creías. Cuando ves a una mujer perdida, su
rostro no se te olvida jamás.
Hay esperanza para estas mujeres, y la esperanza es el punto de
hartazgo alimentado por la pereza, el cinismo y finalmente la ira. Son
buenas noticias, duras pero buenas. Quizás sean las mujeres más afortunadas de
todas y ellas no lo saben, lo contrario
de estar perdida es encontrarse, si te ha tocado esa bendición, aprovéchala,
es el top ten en el ranking de emociones, es la más dura pero la mejor recompensada.
Una mujer perdida solo tiene una salida:
encontrarse.
Lejos de lo que pensamos,
encontrarse no significa saber si quieres ser modista o astronauta, ni siquiera
encontrar tu misión en este mundo para salvar a la humanidad del pecado
original. Encontrase no es un acto heroico que nos vaya a catapultar en los
libros de historia, nadie nos va a poner ninguna medalla ni vamos a brillar más
que nadie. Encontrarte no es otra cosa
que aceptar lo que eres, lo que siempre fuiste y lo que siempre serás.
La aceptación es ese momento en
el que dejas de tener miedo a no estar a la altura, dejas de buscar ser alguien
porque temes no ser importante, es ese momento en que aceptas que eres uno más
y precisamente por ser uno más debes de ser la persona más importante de tu
vida.
La mujer perdida cuando deja de buscar, se abre a experimentar, es
entonces cuando la magia vuelve a aparecer y te regala dos armas muy poderosas:
la rendición y la aceptación. Con esas dos joyas en sus manos, no volverá a
perderse nunca más.
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Susana tiene una forma de escribir que me atrapa y me conmueve, palpa
una fibra de mi alma y me hace sentir identificada con sus palabras, ella es la
autora de Voces
para Leonor y en su blog de escritora toca temas muy
femeninos y profundos en el que habla con un lenguaje muchas veces directo de lo
que ve y observa, y en el que cualquier mujer lectora de Espacios de Soledad puede refugiarse cómodamente.
Nos regala a una mujer perdida que fácilmente se asemeja a su protagonista Leonor, una mujer que podemos ser
cualquiera de nosotras, una mujer que huye de sí misma y se disfraza de “estoy
bien” para que el miedo no la encuentre y así seguir viviendo de apariencias y
falsos lujos.
Todas en algún momento nos hemos llegado a sentir perdidas,
atrapadas en lo que alguien designó para nuestras vidas y absortas en una “comodidad”
que no nos permite afrontar la realidad ni a procesar nuestros duelos, haciendo
de la vida un lugar superficialmente seguro pero en el que la desorientación por
la no aceptación nos lleva a sucumbir en nuestras propias ruinas.
A Susana le encanta la filosofía
y siente mucha curiosidad por la historia, pero la vida la llevó a ser una mujer
de letras y comenzó a escribir para dejar escapar esas voces de su cabeza. Se define
a sí misma como una mujer curiosa, observadora, analítica, entusiasta y
conversadora, rasgos que se pueden apreciar en su escritura.
Sigue a Susana en Twitter
y también en Facebook, y lee de
qué trata su nuevo libro Voces
para Leonor.
Ve todos los relatos aquí.
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La serenidad es una isla rodeada de emociones clandestinas.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 4 de marzo de 2018
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