En sus inicios en las relaciones la mujer insegura aprendió que los hombres
la apreciarían por su cuerpo bello, que se la valoraría y se la querría en
función de su disponibilidad para tener relaciones sexuales, y que su validez
como persona se medía por la cantidad de hombres a los que pudiera seducir.
Y era gratificante, pero definía
su cuerpo como un bien de consumo, lo cual la obligaba a mantenerlo bajo
estándares estrictos mediante dietas, deporte y tratamientos estéticos. También
complicaba sus relaciones con otras mujeres, cargándolas de envidias, celos y
rivalidades que dificultaban que estableciera relaciones de amistad.
Cada vez más sola, terminó en
aquella desagradable relación de violencia. Al no poder contar con amistades
reales en las que apoyarse para terminar con él, pasó mucho tiempo recibiendo
maltrato físico y psicológico que la hizo sentir cada vez peor consigo misma y
con su cuerpo antes de conseguir terminar la relación.
En su experiencia, sus
sentimientos amorosos eran correspondidos con manipulaciones, amenazas y
violencia, y por ello se sentía insegura
cuando empezaba a sentir afecto hacia otras personas.
Toda esta vulnerabilidad que no podía sostener la llevó a una mayor
dificultad para entablar relaciones sin contenido erótico, porque sentía que
era lo único para lo que valía: seducir, conquistar y complacer.
Esto la distanció más de sus
amigas. Sentía celos cuando estaban cerca de sus parejas, porque las veía
mejores que ella: más bellas y seductoras. De esta manera empezó a vivir sus
nuevos acercamientos a las personas desde la creencia de que, más allá de ser
un oasis erótico para los hombres, no iba a tener nada, y tampoco se lo
merecía.
Tuvo muchas relaciones y ninguna
cuajaba. No se dio cuenta de lo que estaba poniendo de su parte para que no
progresaran, porque no era consciente del terror que le producía sentir que
estaba creando intimidad con otra persona.
En su inseguridad pensó que algo
estaba haciendo mal, y se reafirmó en la idea de que era demasiado poca cosa
como para que la quisieran. Se sentía
sola y cada vez más insegura, como si algo fallase en ella y esa falla
fuera la razón por la que no tenía el amor y el cariño que veía en las
películas románticas que tanto le gustaban.
Conoció a otro hombre y se
propuso tener por fin su historia de éxito en el amor. Se esforzó a fondo:
tragó todo lo malo de la relación sin rechistar, vivió sola su dolor y su
miedo… y al cabo de un año tenía una relación vacía y dolorosa en la que se
sentía muy sola.
Las crisis se sucedían porque su inseguridad en la relación hacía que
temiera que él se enamorara de cada mujer que conocía, y, por otro lado,
había dejado un reguero de amantes propios con los que se evadía de la soledad
de su relación hueca y mediante los que conseguía el reconocimiento que
necesitaba para sentirse alguien de valor en el mundo.
Cuando su relación terminó por un
desafortunado encuentro que destapó sus infidelidades, ella se sintió como una
puta desagradecida y abandonada. Después de esto, decidió que ni siquiera se
merecía tener pareja, porque no sabía cuidarla, así que se dedicó a tener
múltiples relaciones sin compromiso, o encuentros de sexo casual, en un intento
desesperado por sentirse valiosa y apreciada.
No disfrutaba mucho de la mayor
parte de aquellos encuentros, sexualmente eran bastante decepcionantes, pero lo
principal para sentirse bien era complacer, así que se convencía a sí misma de
que obtenía lo que quería para no sentirse utilizada.
En su entorno, al verla con unos
y con otros, las malas lenguas insinuaron que si ella no tenía una relación de
pareja estable era porque no merecía la pena y nadie la quería, y ella se lo
creyó.
Pero en este tipo de dinámica
promiscua coincidió con un hombre que decía vincularse así desde hacía años y
tener relaciones simultáneas de amor y afecto, y le explicó a ella que había
más gente que se relacionaba así, que había múltiples formatos de relación
dentro del poli amor, como tríos o relaciones abiertas, y que en la anarquía relacional
había personas que no establecían jerarquías en sus relaciones amorosas.
Ella se interesó por el tema y
empezó a asistir a conferencias y talleres para informarse de estas otras
maneras de relacionarse. Por el camino conoció gente que se relacionaba con
diferentes personas a la vez, pero de una manera más sana y estudiada que la de
ella. Hizo de este su entorno ideológico, y sus relaciones amistosas y sexo afectivas
fueron con personas que pensaban parecido.
Con el tiempo y mucha paciencia adquirió una manera de relacionarse
amorosamente más sana. Aprendió a sentir que las amantes de sus amantes no
eran un peligro para ella y que no la dejarían ni dejarían de quererla por
otras personas (o sí, pero que no sería un fracaso suyo porque las relaciones
vienen y van). Y así, poco a poco, dejó
de sentir celos y empezó a sentirse segura de sí misma.
Aprendiendo estas cosas
interiorizó que merecía ser feliz, cuidada, respetada y querida. Estar con personas
con inteligencia emocional, que creaban redes afectivas en las que había varias
personas implicadas queriéndose y cuidándose, y que la cuidaban fueran
amistades o amantes, le devolvió la fe en que recibir trato afectuoso era
posible.
Más adelante incluso aprendió a cuidarse a sí misma al interiorizar cómo la habían cuidado otras personas, y rechazó o terminó relaciones que no le aportaban bienestar.
Más adelante incluso aprendió a cuidarse a sí misma al interiorizar cómo la habían cuidado otras personas, y rechazó o terminó relaciones que no le aportaban bienestar.
Con el tiempo también escogió
mantener relaciones monógamas, porque además de ser maravillosas, las
relaciones no monógamas eran agotadoras y costosas. Pero lo importante es que,
a partir de aquel momento, la mujer
insegura pudo escoger mantener relaciones con el formato que le fuera bien,
pero siempre con respeto y afecto, en las que cuidar y dejarse cuidar.
Gracias a recibir amor
incondicional y afecto, la mujer
insegura aprendió a quererse y a querer a otras personas.
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Aunque Aurora es la cuarta escritora
de este proyecto, fue la segunda bloguera a la que le hice llegar la invitación,
ella sabe sobre Mujeres que aprendieron
a querer desde sus comienzos y me encanta tenerla aquí porque tiene una
grandiosa forma de escribir que puedes descubrir en su blog Gestalt
con Género, ella trabaja con Terapia Gestalt y Arteterapia y
complementa su trabajo con perspectiva de género, además de tener mucha
influencia por los feminismos.
Nos desnuda en este relato a una mujer insegura que no sana
su intimidad sino hasta haber pasado por muchas experiencias que le
hicieron creer que con su cuerpo podría llenar el vacío tan inmenso que tenía
su alma.
Las mujeres inseguras suelen mostrar una seguridad de la que realmente
carecen, los celos son una constante en su sentir y el estado de alerta de
que algo anda mal en ellas es un faro tormentoso que permanece siempre
encendido.
Cuando una mujer se confiesa a sí
misma como una mujer
insegura es entonces cuando comienza el camino hacia la salvación
personal, es allí cuando identifica la cantidad de momentos que ella saboteó
desde su inseguridad y comprende que la vida es mucho más sencilla cuando
conjugas el verbo confiar, sobre todo cuando esa confianza tiene que ver con
ella misma.
Aurora la describió tan exacta y
le dio pinceladas tan perfectas, que no titubeó en ninguno de sus párrafos al
detallarla, y es que mi invitada es una apasionada de la concepción de lo que
es emocionalmente saludable y está formada en las diversidades de la orientación
del deseo, así que hablar sobre la mujer insegura es parte de su profundo
interés desde la adolescencia en las diferencias de género.
O te quedas vacío o te llenas de nada.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 8 de febrero de 2018
Así es la vida sin el autoconocimiento.
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