La mujer conflictiva


La mujer conflictiva caminaba con paso firme esquivando transeúntes, llegaba tarde a su primera sesión de Yin yoga. 

“Claro, si la inepta de su secretaria hubiera hecho las cosas como se las pidió en un principio, habría llegado con tiempo de sobra. No, la culpa era suya porque no sabía explicar las cosas. Si es que eres tonta, no sirves ni para mandar, desastre de mujer”,  tan enfurecida y ensimismada en sus pensamientos iba, que el chocar con otra persona la sacó de golpe de su mundo.

“Mire por donde anda, hombre… y por lo menos pida perdón”. Gritó airada, mientras se daba la vuelta y continuaba su carrera, para poder llegar a tiempo, pero bien estresada a aquel remanso de paz que prometía el folleto.

“Si es que la gente es una maleducada, aquí cada uno va a lo suyo. Yo no sé ni para que me molesto en hacer esto del yoga, total, voy a salir y me van a volver a poner de los nervios”.

Consiguió llegar al sitio resollando y tras las indicaciones de la recepcionista se encontró con unas mallas, que no se pondría ni para dormir, sentada sobre una esterilla.

 La habitación se encontraba en semi-penumbra, el olor a incienso le estaba empezando a picar en la garganta y unos cánticos guturales resonaban de fondo.

“Bueno, a ver que me quieren vender aquí, que toda esta gente con tanto “Ommm” y tantas sonrisas al final te terminan metiendo en una secta o algo peor; y con lo espabilada que soy seguro que termino dándoles mis ahorros”.

Por fin la profesora salió de su trance sentada en la posición de loto y comenzó a explicar en qué consistiría la clase y en que ella iría dando pautas de cómo hacerlo y de vez en cuando leería algún fragmento para hacernos reflexionar sobre el tema de esa semana.

“En buena me he metido yo. No solo voy a tener que hacer piruetas imposibles sino que también voy a tener que aguantar la chapa de estas hierbas. Cuando vea a mi amiga se va a enterar ¿Qué mierda me ha recomendado? ¿Por qué soy tan inútil que le hago caso a cualquiera?”

La profesora da orden de poner cierta postura, no es complicada pero a la mujer conflictiva le cuesta, no consigue relajarse, no ya solo físicamente, sino que su mente va a mil por hora y no hay quien la pare. 

“Chicas, concentraos en vuestra respiración. Entrad profundo en la postura, abandonaos”.

Ella, tan combativa como siempre, resopló mientras intentaba fingir que estaba relajada.

“Bien esto es fácil, inhalo y expiro, inhalo y expiro. Inha… Joder, qué aburrimiento ¿No? ¿Cuánto llevamos ya? El resto parecen bastante relajadas. Debo de ser yo, no valgo ni para respirar.”

Quizás fue por eso que mi novio me dejó, si no soy capaz ni de hacer una postura sencilla y relajarme. Nunca estuve a su altura y lo compensaba haciéndole sentir que había algo malo en él. Rebajarlo era la única manera de que estuviera con alguien como yo. Nadie me va a querer jamás…”

“Últimas respiraciones profundas. Id bien dentro, chicas” Las indicaciones de la profesora la trajeron de vuelta a la habitación.

Con cada y una de las posturas que hicieron, ella no consiguió más que acrecentar su estado de ansiedad con su charla interna negativa. Repasando cada fracaso de su vida y lo poco valedora de amor que era, hasta que la profesora propuso la última postura: la apertura de pecho.

“Esta asana va muy relacionada con el corazón y la capacidad de amar. No os asustéis si notáis alguna sensación extraña, es normal. Solo dejaos sentir”.

Desde luego no era la postura más cómoda del planeta, con un bloque entre los omóplatos, ella empezó a refunfuñar para sus adentros mientras que de los labios de la profesora salieron estas palabras, que se le clavaron en su pecho como un puñal.

“Siento enfado, me han ofendido, estoy dolida. Estoy preocupada, tengo miedo, desconfío. Me siento mal conmigo misma, siento culpa, me siento errónea. Ante esta situación, sea la que sea, ¿qué elijo?: ¿paz o conflicto? Respiro y me digo internamente: «Elijo paz ahora». 

Dejo a un lado todo el asunto, todo el entramado de pensamiento de dolor, suelto toda la historia y me repito lentamente: «Elijo paz». 

Y espero a sentirla, respirando y repitiendo muy lentamente: «Elijo paz». Siento el efecto de mi elección. Agradezco reconocer esta libertad interna y poder ejercerla.”

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, acariciando las sienes y acumulándose en sus orejas. No se sentía con fuerzas para levantar el brazo y secarlas. Las dejó correr, dejó que sanaran sus heridas, dejó que el mar de dolor se secara.

Ahí estaba ella, toda su vida pensando que no existía más que conflicto por todas partes, se daba cuenta de que podía elegir paz; siempre había podido elegir paz. Dejar de tratarse como una don nadie y empezar a tomar las riendas de su vida, ser paciente con ella misma, fue consciente del cómo era una experta echando balones fuera y de qué ya era hora de aceptar las consecuencias de sus propias decisiones. ¿Lo mejor?: el momento era ahora.

Notó el aire frío de la calle en su rostro y observó el mar de gente que tanto la había crispado un par de horas atrás. Se sintió otra persona, algo cálido se abría paso en su pecho y una sonrisa asomaba en su rostro mientras buscaba el teléfono de su amiga para, por primera vez en su vida, darle las gracias. Darle las gracias por el regalo más grande que jamás nadie le había hecho:

Hacerla consciente de que la elección era suya, siempre suya y de nadie más. Y ahora no solo elegía paz, sino que elegía amor. Amarse a sí misma como nunca lo había hecho. El principio de un nuevo capítulo en su vida había apenas comenzado a escribirse cuando dejó el conflicto a un lado y así comenzó a querer.

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Caro Chan es la autora del blog Diseño web para mujeres emprendedoras, con ella inicio este ciclo de relatos titulado Mujeres que aprendieron a querer, el cual es el proyecto de escritoras invitadas que estaré llevando durante el 2018.

Caro aborda en su relato a la mujer conflictiva y hace un juego de palabras con el lenguaje interno que es muy propio de aquellas mujeres que están en conflicto con ellas mismas, cuya cotidianidad es simplemente el reflejo de lo que llevan por dentro.

Un aspecto que caracteriza muy bien a la mujer que vive en conflicto es la poca capacidad que tiene para tolerar a las personas y a las circunstancias, siendo ella misma objetivo principal de esta intolerancia, pero con un solo momento en el que te conectas con la vida, así como se muestra en el relato, pueden pasar cosas maravillosas y, una de ellas, es abrirle la puerta a la consciencia, siendo la aceptación el primer paso para dejar atrás al conflicto.

Caro tiene una forma peculiar de escribir, con rasgos jocosos y palabras amenas te conectas rápidamente con sus posts, así que te recomiendo vayas directo a su web después de dejar un comentario, y descubras a una mujer muy particular que ayuda a otras mujeres en este ancho mundo del emprendimiento virtual.

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