Debo confesar que para llegar hasta el amor
propio se recorre un largo camino que comienza en el preciso momento en el que
miras a tú alrededor y ves que todo el caos de afuera es tan solo una
proyección de ese torbellino que llevas dentro.
Las constantes peleas con tu pareja, tu
insatisfacción en el ámbito laboral, lo enojada que estás con el espejo, lo
difícil que te resulta la relación con tus padres, suegros, hermanos o hijos,
la ansiedad de que siempre haya alguien mejor que te supere y la búsqueda de aprobación,
son tan solo algunos aspectos de una
mujer sumergida en la inseguridad y en su poca valía.
Antes de quedarme con la energía o creencia de
alguien más para que no me perturbe o me defina, tuve que caminar descalza sobre las brazas de mis propias dudas y
asegurarme mil veces, desde la impulsividad, que la realidad de otro no era
necesariamente una verdad mía.
Es agobiante cuando
estás en lo más profundo de la baja autoestima porque tus pensamientos te
aniquilan, tu
inseguridad te hace creer que cada proceso que afrontas es solo para que te
rindas y no para enaltecerte y para convertirte en el lado opuesto de la moneda
que es la mujer segura que alberga en ti pero que no te has dado la oportunidad
de descubrir.
Pero que grandioso es ese momento de lucidez en
el que te das cuenta que la marea creció fue a partir de tus propias aguas, que
tuviste parte o la mitad de la responsabilidad de cada acontecimiento, que las frecuentes peleas con tu pareja eran
porque esa parte insegura tuya siempre las propiciaba, que lo enojada que
estabas con el espejo fue porque permitiste que una sola parte de tu cuerpo
definiera al resto, incluyendo a tu personalidad, pero ahora estás en
conocimiento de ello y comienza entonces el camino hacia tu conquista personal.
Pero para llegar hasta ese sitio preferencial
de aceptación y bienestar hay muchas millas de descubrimiento personal por
recorrer, no se trata solo de vislumbrar el desastre creado y ya en poco tiempo
el camino se despeja y la inseguridad, la insatisfacción, la frustración o la
dependencia emocional se van y no regresan más, no, te tambaleas en tu propia inseguridad una y otra vez hasta que llega el
momento en el que empiezas a reconocerla entre tus partes oscuras y a darte
cuenta cómo la has estado proyectando afuera en todo momento.
El camino hacia adentro es muy doloroso, tal
vez por ello es que cueste tanto hacerlo. Pero la magia está cuando comienzas a ver a tus defectos con la misma
neutralidad con la que ves tus virtudes, cuando sabes que eres un compendio
de lo sombrío y de lo lumínico, y que además ambas partes te pertenecen por igual, así
que dejas de poner en una balanza lo bueno y lo malo, y simplemente lo integras
como un todo que es parte de tu esencia.
Pero para llegar a este grado de comprensión y
entendimiento hay que proyectarse muchas veces, hay que verlo en el otro una y
otra vez hasta que duela tanto, que no te quede de otra que volcar la mirada
hacia adentro y entender cuántas veces tu inseguridad hizo lo mismo simplemente
para que le dieras luz y empezaras a reconocerla y no volverla a descartar ni
esconderte tras de ella.
Puedes ponerte las mejores vestimentas,
maquillarte, colocarte el perfume más costoso, pero nada de eso tapará la
inseguridad latente que siempre te delata y deja en evidencia el desamor que te tienes, no importa cuántas
mascaras uses, nada cubrirá tu necesidad de ser necesitada, ningún esmalte de
uñas o pintura de labios suplantarán tu sentido de valor personal sino iluminas
realmente a tu sombra y la vuelves luz de la mujer segura que también habita en
ti.
Cuando eres una mujer
insegura tu felicidad, autoestima, bienestar y sentido de propósito lo amarras
a alguien más.
Renuncias a ti misma para obtener algo del otro a partir de un silencio cómplice que te deja apartada y sumisa. Cuando
eres una mujer insegura no eres capaz de generar libertad en una relación, no
piensas ni sientes por ti misma sino a través del otro. Cuando eres una mujer insegura agobias al otro dentro de tu propio
ahogo por no saber conjugar el verbo confiar.
Inseguridad es tener ese pensamiento constante
que alguien siempre es mejor que tú. Inseguridad
es no creerte y sentir que en realidad eres valiosa, es recaer en la
adicción de dependencia emocional o búsqueda de aprobación constantemente, tal como
si de un alcohólico se tratara, hasta que te levantas de rodillas de tus
propias ruinas y te das cuenta que eso que está afuera es solo una parte muy
intrínseca tuya y que solo se manifiesta afuera.
Luz y sombra es lo que siempre has sido y lo
que siempre serás. Negar tu sombra es proyectarla para poder verla, y comenzar
a iluminarla es saber que la inseguridad es el “déficit de una cualidad en potencia” que puedes transformar hasta
convertirla en una gran fortaleza, ¿te
imaginas siendo esa mujer segura de sí misma, empoderada, confiada y
determinada? Pues es lo que siempre has sido, solo que se ha escondido tras
tu sombra y ha vivido en ti esperando hasta hacerla consciencia.
Confieso que fui esa
mujer insegura y que ella me hizo creer muchas veces que no valía, que gran error el mío el haberle creído por tanto
tiempo, algunas veces recaigo y siento que vuelvo a ser ella, de vez en cuando coloco
a alguien por delante de mi autenticidad, olvidando que mi esencia es
precisamente esta unidad que en nada se parece a otra y que me hace única y
grandiosa, fuerte y maravillosa, pero por sobre todas las cosas me reitera que ser yo es suficiente razón para ser una
mujer extraordinaria, ni mejor ni peor que nadie, ser yo es tan fabuloso que
no existen las comparaciones, solo existo
yo con mi seguridad bien puesta sin querer nunca más llegar a ser ninguna otra.
Siempre hay alguien que te lee de reojo, alguien que te lee con el alma, y alguien que te lee con enojo.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) abril 1, 2014
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Holaaa ��, la descripción que expones es tal cual se siente,
ResponderEliminarMe alegro que hayas encontrado una salida a ese círculo vacíos, ¿ como has logrado estar más segura de ti misma?
Un saludo
Rosa