Muchas veces la belleza física y los aires de
juventud nos dan una mala jugada. Al parecer los abrazos en casa no fueron
suficientes o no eran abrazos que significaran amar. Tal vez la presencia
paterna estuvo ausente física o emocionalmente, o puede que haya estado pero no
fue un amor parental.
Con esta ausencia de afectos, la adolescencia
nos sorprende agraciadas y frescas, estrenando caderas y pechos, confundiendo
halagos con cariños y convencidas de que el verdadero amor lo conseguiremos
fuera de los linderos del hogar, aunque muchas veces no sea amor, sino un falso
disfraz que se ha puesto el sexo solo para conquistar, y así caminamos hacia la temprana adultez coleccionando relaciones y
numerosas frustraciones al momento de intentar amar.
Confundimos amor con pasión y creemos que en la
entrega sexual se nos está dando el afecto que desde hace rato veníamos
necesitando, cuando en realidad solo se nos están otorgando fugaces momentos de
placer (si es que tenemos la suerte de sentir placer) que no necesariamente
llevan consigo el arte de amar.
El sexo es un instante de satisfacción orgánica
que no me dice en realidad quién eres y cuál es tu forma de sentir y pensar y
mucho menos de amar, tal vez yo no
trascienda en tu recuerdo pero si en tu remembranza genital, quedando tus
huellas marcadas irremediablemente en mi piel y por ende en mí intimidad.
¿Cuántas comuniones de
pieles existen en nombre del amor sin ser verdaderamente amor? Cuando un ser se desnuda ante otro le entrega su vulnerabilidad y su
energía sexual. Cada desnudez y cada encuentro significan energías que han
quedado impresas en la piel, y esas energías las vamos arrastrando a la
siguiente relación y las vamos transmitiendo a través de la energía relacional.
En ningún momento estoy condenando al sexo,
solo que para muchas personas ha sido la excusa perfecta y el paso más básico
con el que tratamos de relacionarnos y conectar. Todos estamos buscando
sentirnos amados, y sentirnos amados
significa experimentar una energía que nos trascienda, no una que se utilice en
nombre del amor para dañar nuestra intimidad.
Comenzamos nuevas relaciones sin sanarnos de viejas relaciones, y una vez que pasa el enamoramiento y
comienza verdaderamente la relación, es cuando comienzan a surgir los fantasmas
de antiguas relaciones y cuando se hace
evidente la no reconciliación y sanación de nuestra intimidad.
Es propio hacer una lista con cada uno de los
nombres de aquellas personas que marcaron nuestras vidas a nivel sexual, y al
lado de cada nombre destacar aquello que estas personas nos vinieron a enseñar.
Puede que alguien nos haya dicho
insistentemente que no nos estábamos amando o que no nos sabíamos cuidar, pero
no nos dábamos cuenta porque creíamos que la pasión era una forma de amar. Es
importante que estos mensajes estén escritos en positivo, sabiendo que hubo una
parte tuya que necesitaba de esas personas para crecer y ver todo aquello que
debías trabajar.
Si no hacemos conscientes todos estos mensajes
que cada ser nos vino a traer, entonces los iremos arrastrando a la siguiente
relación. Rescatar estos mensajes no significa que estas personas recobren
importancia en tu vida, sino que limpias la energía relacional que cada uno ha dejado en ti y así enjuagas de tu piel
aquellas huellas que algunas veces fueron caricias y otras veces fueron
maltrato para que no las sigas llevando contigo ni las traspases a cada
relación.
Cuando tú le das la
bienvenida a alguien, energéticamente hablando, tú lo convocas a un compromiso de
comunión mutua. Es
como que alguien te haya invitado a comer a su casa, pero primero se haya
tomado el tiempo de organizarla, limpiarla y hasta de colocar flores, eso
realmente se agradece y se aprecia, y uno entra a un espacio que se siente fue
purificado primero para poder entrar.
Cuando hay un desnivel entre las experiencias
falsamente denominadas amorosas y las ganas de amar, y nos hacemos conscientes
de ello, es cuando no debemos
permitirnos que una relación sea mezclada con la otra, porque si estás
saliendo, por ejemplo, de una traición que no fue limpiada debidamente, es como
difícil que esta situación no llegue a repetirse o a repercutir en la siguiente
relación.
Salimos a buscar amor y conseguimos a cambio el
sexo de personas que también buscan amor pero que no saben amar. El sexo es una de las energías más
poderosas del mundo, ya que es una energía creadora y de conexión que hemos desaprovechado enormemente por
confundirla con otra energía que se llama amor.
Todo el potencial que tiene el sexo solo lo
hemos limitado al deseo de aparearse y a la capacidad de reproducir, cuando en
realidad trasciende mucho más allá de la emocionalidad y la espiritualidad que
del mero acto de procrear o satisfacer un deseo corporal.
La intimidad es también
una energía altamente poderosa. Nuestros órganos reproductores guardan la memoria de cada encuentro,
de los buenos y dolorosos, de cada orgasmo, de cada penetración, de cada
caricia, de cada dedo que te tocó y se introdujo en tu interior, así que por
más que trates de obviarlo y hacer de cuenta que nunca ocurrió, tu cuerpo guarda la memoria y es propio
sanar la intimidad.
Lo primero que tenemos que hacer es reconocer
que cada encuentro sexual que nos ha llenado o nos ha dejado más vacías de lo
que ya podíamos estar, siempre consistía en una búsqueda del reconocimiento paterno que lo exigía una niña en un
cuerpo de mujer que lo único que ha hecho es intentar la posibilidad de
regresar o alguna vez estar en el regazo de papá.
Y puede que esto último suene hasta incestuoso,
pero es que reconciliarnos con esta figura paterna en nuestro interior es
esencial para no buscar a un padre abandonador o maltratador en cada nuevo ser
que atraes a tu vida para poder amar.
Cuando sanas tu
intimidad te das cuenta que muchas veces desnudaste tu cuerpo como un acto simbólico
de desnudar el alma,
porque lo carnal suele confundirnos lo espiritual, y cada cuerpo que sostuvo al
tuyo, tuvo contigo un contacto energético importante, el cual solo te toca ahora honrar, limpiar y desde la aceptación
sanar tu intimidad.
Tweet to @eliana_77veSiempre hubo alguien que amó más, siempre hubo alguien que le dolió menos.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 22 de julio de 2013
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