Alicia es una de esas mujeres que cuadra perfectamente con la mujer que he estado construyendo en este blog, esa mujer que va en busca de su crecimiento interno a partir de sus duras vivencias. Su historia de vida no escapa de esas historias donde el sufrimiento ha estado involucrado y donde se usa el dolor como impulso para conseguir una vida mejor, es inspirador ver cómo alguien sale de sus propias ruinas y renace y nos muestra a un ser renovado, cosciente de sus heridas y amando desde la libertad que nos brinda la transformación. A continuación te dejo sus valientes palabras.
No cambies. No cambies nunca.
No cambies. No cambies nunca.
Si doy un vistazo a las agendas que utilicé durante mi
época de instituto, puedo ver con claridad que está plagado de dedicatorias de
mis amigas en las que todas me lanzan el mismo mensaje: No cambies.
Si lo pienso por un instante, me doy cuenta de que sus
palabras son del todo bienintencionadas y que en ellas tan sólo residen
muestras de inocencia.
En la escuela jamás nos preparan para lo que nos puede
deparar la vida. En cambio, en
ella dedicamos horas y horas a aprender a resolver ecuaciones de tercer grado y
trigonometría.
Sin embargo, no nos enseñan a gestionar el dolor ni
nos preparan para aceptar la muerte de un ser querido. No nos cuentan que habrá
momentos en los que nuestra fuerza se verá desafiada ni nos preparan para
buscar alternativas y soluciones si el mercado laboral no nos tiende la mano.
Como seguramente habrás comprobado tú también, vamos
aprendiendo a lidiar con nuestras emociones y a gestionar nuestros miedos y
conflictos a medida que vamos madurando y a medida que la vida nos va
presentando desafíos por el camino.
Circunstancias como las que mencionaba antes son las
que nos hacen cambiar, nos hacen evolucionar y nos empujan a replantearnos
muchas cuestiones que, en el caso de no haberlas vivido, probablemente no nos
hubiéramos cuestionado. Esto es justamente lo que me pasó a mí.
Una mirada al pasado
No tuve lo que suele llamarse una adolescencia fácil. Aunque crecí rodeada de mucho amor y nunca me sentí
necesitada de lo que considero básico, a los quince años, la tranquilidad y la paz que siempre me habían acompañado se vieron alborotadas por una
serie de acontecimientos imprevistos.
Aunque es posible que te cueste creerlo, estos sucesos
desestabilizaron mi salud física y mental durante más de catorce años de mi
vida.
Lo peor no fue mi accidente de moto, ni mi accidente
de esquí, ni tener que pasar por el quirófano para poder volver a caminar con
normalidad. El acontecimiento que más me marcó y que me hizo sentir más
dolor del que jamás creía que podría llegar a sentir fue la muerte de dos
amigos en un accidente.
Nadie me había preparado para vivir un momento así y
era demasiado joven para imaginar que algo así podría pasar. Pero… el dolor
llegó y fue intenso. Muy intenso.
¿Cómo alguien va a estar preparado para afrontar la
pérdida repentina de dos seres queridos de 15 años?
Inflexión: El momento de mirar hacia adelante
Durante más de catorce años de mi vida estuve viviendo
a medio gas. Amando a medias, sonriendo a medias, disfrutando a medias.
Me sentí tan tremendamente vacía después de perder a
mis amigos que, por más que lo intentaba, no conseguía volver a ser la misma
chica de antes. Me esforzaba, me relacionaba con mi entorno y ponía todo mi
empeño en volver a sentirme bien, pero mi interior y mi alma estaban en
ruinas.
Hasta hace muy poco tiempo no he sido consciente de
que, llegado al punto al que llegué, ya no bastaba con realizar ejercicios
introspectivos, aprender a disfrutar de la soledad ni bastaba con abrir las
puertas a todo lo que la vida quisiera ofrecerme.
Todo eso no bastaba porque la forma en la que yo
miraba al mundo limitaba totalmente mis posibilidades de recomposición. Era
como si llevara puestas unas gafas con cristales blindados y estos me hicieran
ver el mundo de un color diferente al que realmente tenía.
Aunque tardé muchos años (¡nada más y nada menos que
catorce!), algo dentro de mí -llámalo fuerza, instinto o como prefieras- me
lanzó un mensaje que capté a la primera: esa situación tenía que terminar.
Hacía demasiado tiempo que había hecho una promesa que
aún estaba por cumplir y en 2013 sentí que ya había llegado el momento de
resolver eso. Compré un billete de avión destino a Roma para empezar un
viaje de nueve días en solitario, mientras intuía que ese era el camino
correcto. Y realmente lo fue.
Ese viaje fue el adiós definitivo a una etapa bastante
gris y el inicio de una nueva forma de entender y de disfrutar la vida. Fue
durante ese viaje cuando decidí comenzar un romance sincero y apasionado con la
alegría, la plenitud, la conciencia y el SER.
En Italia viví un despertar muy intenso y emotivo que
me llevó a desprenderme de todo aquello que ya no necesitaba ni tenía cabida en
mi vida.
Fue un soltar para abrazar desde el corazón a todo lo
nuevo, a una nueva manera de sentir vinculada únicamente al aquí y ahora en la
que me estoy dando la oportunidad a mí misma de conectar con mi verdadera
esencia y compartirla desde el amor.
Gracias a este reencuentro con la auténtica mujer que
residía y sigue residiendo en mí, nació mi blog.
Creciendo entre Mochilas recoge mi necesidad de compartir con el mundo mi
mensaje, además de la necesidad imperiosa de ofrecer mi ayuda y acompañamiento
a quienes aún no se sienten capaces de superar sus bloqueos ni de transformar
sus creencias limitantes.
¿Cuál fue mi lección de vida?
Quizá un buen comienzo sería confesarte que no he
aprendido una única lección, sino que realmente han sido varias, aunque todas
ellas muy interrelacionadas.
Aprendí que, aunque nuestro ego a veces nos impida
verlo con claridad, todo, absolutamente todo, sucede por alguna razón. También
aprendí a no reprimir nunca mis emociones y a demostrar a quienes quiero mi
afecto y amor cuando siento la necesidad de hacerlo.
Tomé verdadera conciencia de que, en ocasiones, el
mañana puede quedar demasiado lejos y no llegar nunca, por lo que recomiendo
tomar cada decisión y actuar siempre pensando únicamente en lo que uno cree y
siente en ese momento.
Gracias a todas estas vivencias, también descubrí que
es positivo relativizar y encontrar el modo de protegernos ante las
adversidades que enfrentamos durante nuestro camino. No podemos controlar
los hechos que suceden, pero sí podemos escoger con qué actitud queremos
afrontarlos.
Seguramente me estoy dejando muchas ideas y
pensamientos en el tintero, pero me siento muy agradecida a la vida por darme
la oportunidad de poder compartir contigo mi historia en este momento mientras
la lluvia me recuerda que, después de la tormenta, siempre llega de nuevo la
calma.
Y, por último, pero no menos importante, agradecer a
Eliana que me haya permitido compartir contigo mi experiencia a través de este
maravilloso espacio que es su blog. Gracias de todo corazón.
Alicia González nació en la primavera del '83 en la Costa Brava, pero, después de dar muchas
vueltas, actualmente vive muy cerca de Barcelona-España. Cree en las personas y
en sus capacidades para sacar a relucir todo su potencial por lo que,
después de ocho años trabajando como administrativa, auditora y
formadora en una gran empresa de servicios, ha decidido dedicarse a
poner en práctica técnicas que faciliten a quienes confían en ella, el
encuentro de su carmino y disfrutar de una vida mucho más repleta de
sentido.Te recomiendo seguirla en Twitter para que estés al día de sus posts, seguirla también en Facebook, en Google+ y además ir directo a su Blog donde encontrarás hermosas lecturas que te encantarán.
Tweet to @eliana_77veDe tanto decirlo, lo extraordinario se nos vuelve ordinario.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 19 de febrero de 2016
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