La mujer que aprendió a querer



Cuando uno ha pasado por diferentes procesos en los que el sufrimiento ha estado involucrado, cuando te has sentido insuficiente en el amor y además has tenido que adaptar tu corazón a nuevas formas de amarte das cuenta que en vez de amar de una mejor manera ocurre que cada vez amaste peor, con más inseguridad y repitiéndote en las mismas dinámicas relacionales, sabes entonces que el amor lo has manejado de manera incorrecta y ahora solo buscas aprender a querer mejor.

Comienzas a educarte en el amor y llega un momento en el que adquieres un significado distinto de la vida, de pronto te percibes a ti misma más consciente y comprensiva, ya no quieres reiterarte en las mismas conversaciones inconclusas ni ahogarte en las mismas heridas, ya no te apetece tener a cuestas los mismos sentimientos, así que empiezas a buscar a una nueva tú, a reinventarte y amar de otra manera.

Ahora vas camino desde la inmadurez emocional hasta la adultez de la vida, la parte adulta consciente que habita en ti está despertando mientras trabajas en ti misma, al mismo tiempo estás colaborando con disolver y sanar el vinculo familiar que vienes arrastrando desde tiempos ancestrales, es como hacer una limpieza histórica a partir de esta consciencia que ahora tienes y de la forma cómo lo asumes y lo disuelves, lo sanas para que no se repita en la familia y los niños no tengan que redundar en los mismos acontecimientos cuando crezcan.

Estoy más que segura que las mujeres salvaremos al mundo, pero tenemos primero que tomar consciencia de nuestra gran responsabilidad y sanar nuestro pasado y cómo ese pasado nos une a nuestras historias familiares para luego también disolverlo a nivel familiar y en la cadena del tiempo, es importante conocer esas historias, saber que hasta las arrastramos con nuestros nombres y que la carga de las consecuencias de nuestros seres amados y antepasados van adheridas a nuestros sucesos importantes.

Lo primero que debemos hacer es aprender a desaprender, para querer mejor hay que deshacernos de las verdades de nuestros padres que para ellos fueron importantes para sobrevivir en su tiempo pero que ya no tienen vigencia en el nuestro, no aplican, no se parecen a nuestra historia ni a nuestra realidad actual, sus creencias no tienen porque ser nuestras creencias, y por más que nuestros padres hayan querido que seamos una sucesión de sus vidas, la verdad es que no lo somos.

Cuando comprendamos que no somos nuestros padres ni somos sus enfermedades, ni sus deudas emocionales, podremos entonces comenzar a amar de una mejor manera, lo cual no quiere decir que ellos lo hayan hecho mal, pero todo lo que aprendimos nos lo inculcó alguien cuya vida no se parece ni tiene porque parecerse a la nuestra, lo que ocurrió con la infancia, juventud y madurez de esa persona, no coincide ni siquiera en fecha con lo que nos está ocurriendo ahora.

Ya deslastradas de ese yugo de parentesco comenzamos a forjar creencias nuevas, ya no repetimos inconscientemente los errores de nuestras madres con las parejas de su vida y no buscamos a un hombre que se parezca a nuestro padre, pero hay personas que se vieron en la obligación de renunciar a sus padres sin sanar la relación, y lo único que han hecho es ir por la vida repitiendo ese vinculo paterno lastimado pero con otra cara y con otros nombres.

Ahora percibes que tu marca de referencia infantil ha sido cómplice de lo que viviste con cada pareja, es por ello que aprender a querer es aprender a sanar, cuando depuras sentimientos vencidos y te organizas por dentro, cuando limpias la energía relacional y entiendes que hiciste del amor una estructura de pensamiento, deduces ahora que cada persona con la que te topabas traía un concepto de amor muy distinto al tuyo, pero como no estabas en tu mejor momento para comprender al amor, cada una de esas personas sirvieron como grandes espejos donde veías reflejados tus defectos, carencias y miedos.

Una mujer que ha aprendido a querer sabe que no creció en la misma familia, ni tuvo la misma educación, de hecho no tiene los mismos traumas y puede que no comparta los mismos valores ni haya vivido en el mismo lugar que su pareja, y aún así, sabe que esa relación puede funcionar porque no busca en el otro un bálsamo para salvarse a sí misma, sabe que cada relación que tuvo en la que no se sintió amada solo le estaba reafirmando su insuficiencia para amarse primero y saber recibir ese amor de alguien más.

Una mujer que ha transformado su concepto del querer no se relaciona necesitando algo de la otra persona, ya que cuando sabes querer, te conviertes en una mujer completa, compleja, inteligente, responsable, consciente, que seguramente escogerá a alguien con el mismo nivel emocional, sabes que la relación se mueve contigo y que no eres tú quien empuja la relación, sabes que el otro es también un ser complejo y completo y no te crees la mitad de nadie más.

La mujer que aprendió a querer se amó primero antes de amar a otro (tuitea la frase), y si tuviera que volver a hacerlo todo de nuevo, ella lo haría, pero queriéndose, amándose, aceptándose, respetando su opinión y no poniéndola por debajo ni postergando sus tiempos, lo más probable es que no se hubiese repetido en varias versiones de amores para ratificar al final que el verdadero amor siempre fue y sigue siendo ella.

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