Buscamos ser aprobadas porque desde pequeñas lo
hacíamos, como no te percibías a ti misma, lo hacías a través de tus padres (o
los responsables de tu crianza) que eran como un espejo del “yo”, y si notabas
que ellos hacían buena cara a partir de tu proceder, algo dentro de ti sentía la aprobación de esos actos; y si veías
que habían cosas que los hacía enojar, estabas al tanto de tu mal
comportamiento y por ende de su desaprobación; pero si todo el tiempo ellos
estaban enojados, te regañaban, te cuestionaban, te exigían y además eran muy
demandantes, concebiste entonces que no eran tus actos los que estaban mal, sino tú.
A raíz de esto introdujiste en tu creencia de
vida que no bastaba con ser tú, por lo que
siempre tuviste que hacer cosas extras para sentirte amada, aprobada, aceptada.
Si tu historia se parece a lo antes descrito o
al menos toca algunos rasgos, has generado en ti la creencia de que siempre tienes que hacer algo más para que
te quieran, y si no haces lo que el otro dice, tienes la certeza de que te
van a desaprobar.
Has tenido que crear esta distorsión de la aprobación estructurando relaciones
desequilibradas en las que nunca te sientes satisfecha y por supuesto no te sientes amada. Si eres de las que
siempre está preguntando: ¿cómo voy?, ¿lo estoy haciendo bien?, ¿te sientes
bien a mi lado?, ¿estás seguro que vamos bien?, ¿me quieres? Utilizas estos
cuestionamientos de una mujer insegura adicta
a la aprobación, no solo hartas al otro, sino que terminas agotándote a ti misma por no sentir que lo estás haciendo bien.
Pero a medida que vamos creciendo nos vamos
dando cuenta que somos valiosas y que los demás nos pueden amar por quienes
somos y no por lo que hacemos; pero las
personas que han vivido bajo este esquema de desaprobación les pasa algo
muy particular, la voz de los padres les queda tan metida en la cabeza y creen
que todo lo que hacen importa tanto, que si lo hacen mal, los van a rechazar.
Es como una desviación del pensamiento porque
no se dan la oportunidad de cuestionar los contenidos de la mente, y esto les
lleva a creer que constantemente se les está evaluando.
Si crees que todos te ven, si instituyes que a
todo el mundo le importa lo que haces, si sientes que eres el centro de
atención y tienes que ser perfecta, según tú, entonces nunca es suficiente lo
que forjas, lo cual te lleva a percibir
señales de aprobación y desaprobación en las personas, interpretando el
rostro y las muecas de los demás como respuestas a tu comportamiento.
Si eres del tipo de persona que en vez de
disfrutar la comida que hiciste o de ver la película que recomendaste
tranquilamente, esperas a que el otro dé su aprobación de aquello a lo cual tú
tuviste la iniciativa, eres presa de una aprobación
adictiva, por lo que no te relajas y
no te permites disfrutar de tus relaciones sanamente.
Es como si el rechazo fuera la oscuridad y la
aprobación fuera la luz, lo cual te hace vivir con el dedo siempre adherido al
botón de encendido, porque si lo quitas, todo se vuelve oscuridad.
Confundes aceptación
con aprobación, se
acepta lo que hay o no se acepta, te puede gustar o puede no gustarte, pero aprobar
es como pasar una especie de prueba. Puedes aceptar a una persona pero
desaprobar su conducta, esto quiere decir que alguien puede aceptarte pero no
aprobar tu comportamiento, como habrá quienes aprueben tu buen comportamiento,
y sin embargo, no logren aceptarte. No
todo el que te acepta tiene que aprobarte, y no todo el que te aprueba tiene
que aceptarte.
Otra cosa que también
es extenuante por ser adicta a la aprobación es que siempre te estás comparando con otros,
y lo malo de estar en esta desventaja aprobatoria, es que por lo general los
demás van a ser más divertidos, más talentosos, más amables, más
ocurrentes, más ingeniosos, más cariñosos, y además tienes la errada creencia
de que la gente que quieres está más contenta en otra parte que contigo.
Si te pones estándares
ridículos de perfección, si quieres que la persona que está contigo siempre esté sonriente,
divertida, agraciada, y además te sientes responsable de la felicidad del otro
y te atribuyes los estados de enojo y tristeza de los que te rodean, entonces
querida amiga estás en el abismo de la
aprobación.
Y tal como lo hiciste en la infancia, ahora
buscas espejos sobre los cuales verte, tienes la identidad lastimada y no
logras distinguir con claridad tus lados buenos y los no tan buenos, precisamente
por la desaprobación que produjeron tus primeros años, por lo que siempre estás
buscando reflejarte, y esto ocurre porque en el fondo quien no se aprueba eres
tú, esperas de los demás lo que tú no te estás dando.
Hay una delgada línea
entre el gusto por el reconocimiento y el derrumbe de tu imagen por no
conseguir aprobación,
te vuelves vigilante a las señales de los demás, así sea un pequeño parpadeo o
un ligero gesto, de inmediato lo colocas como una desaprobación a tu persona
cuando cada quien anda inmerso en sus propios asuntos.
Has llegado a pensar que no quieren estar
contigo porque eres rechazable, cuando en realidad eres agobiante cuidando de cada detalle para que no te rechacen. Te
conformas con que te digan que lo hiciste medianamente bien o con cualquier
palmadita en la espalda solo para que no te dejen, no te rechacen, no te
desaprueben.
Lo más peligroso de todo esto es que te pierdes a ti misma por complacer a los
demás, ya no sabes qué quieres, qué te gusta, qué te anima, qué te impulsa,
cuál es tu misión, no piensas en ti por la ansiedad de darle gusto a todo el
mundo, has modificado tus conductas para agradar a otros, y por ser
condescendiente, te has podido volver fácilmente sujeto del abuso de alguien
más.
Cuando comprendas que la aceptación no depende
de ti sino de la persona que te acepta, aprenderás a alejarte de los que no te reconocen,
a deshacerte del agotamiento emocional que
produce la búsqueda de aprobación y a saber que la primera aceptación de tu vida solo viene de ti y de nadie más, tendrás en cuenta que muchos van a
aprobar lo que tu apruebes y estarán también los que te rechacen por lo que
tengas que desaprobar.
No se trata de un ¿me quiere o no me quiere? Se trata de ¿me quiere como yo quiero que me quieran?
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) abril 25, 2013
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