Hace unas pocas semanas comencé un trío de
lecturas que he titulado actitudes a
cambiar, pero que fácilmente pueden
llegar a ser mandamientos de vida y que están muy ligados con nuestro
lenguaje y pensamientos; es importante aclarar que cuando escribo sobre
crecimiento personal no estoy intentando enseñar a sentir, estoy intentando aprender a expresar lo que siento, así que si tú
al igual que yo procuras a diario trabajar en ti para ser una mejor persona,
tal vez no te habías percatado que estas actitudes hasta pueden pasar
desapercibidas, y sin darte cuenta, te están haciendo mucho daño y están
afectando tu entorno. La primera lectura lleva como nombre No subestimar y he denominado a este
segundo mandato No reprochar, y a
continuación lo voy a desarrollar.
El reproche es un discurso que asumimos como normal y que va en contra de la verdadera esencia del amor, nos vincula con el pasado y se funda muchas veces a partir de silencios prolongados que reafirman el desencuentro entre dos personas, sean éstas parejas, padres e hijos, amistades o familiares cercanos, y además siempre lleva consigo un tono de hostilidad y agresión que genera retracción en el reprochado.
El reproche nos va anclando en una convivencia sin coincidencias, ya que cuando reprochamos nos volvemos imperativos y autoritarios repartiendo amenazas cada vez que nos comunicamos, lo que nos va convirtiendo en seres desconocidos y distantes para aquellos que se han vuelto los destinatarios de nuestra constante agresividad verbal.
Reprochar es quedar atrapados a nivel
conversacional en las redes del pasado, porque a través del resentimiento seguimos atados de alguna forma con
situaciones dolorosas que no hemos sabido superar o con personas que ya no
forman parte de nuestro presente, o quizá te unes a alguien cotidiano por medio
de la culpabilidad y con el reproche te
empoderas siempre de la conversación a partir de la rabia disfrazada de
dignidad con un discurso agotado lleno de palabras corroídas y añejas.
Tal vez nos refugiamos
desde el principio en el reproche para protegernos y defendernos, pero luego nos dimos cuenta que
hasta lo hemos convertido en una forma de expresión, que a la larga, nos ha
quitado muchos beneficios relacionales, trascurrimos con él un largo trecho sin
saber cómo fue que llegamos hasta este punto, porque ocurre que nos percatamos
pensando en reproches, de pronto nos damos cuenta que en vez de enfocar la
mente en aspectos más positivos y constructivos, sucede que hasta planificamos
futuras discusiones, sumergiéndonos en un reproche infinito.
Si te sientes identificado comprendes ahora que
el reproche no le ha traído nada nuevo a tu vida ni a esa relación en la que
sueles desgastarte reprochando, por el contrario, la entierra cada vez más en
un espacio de tiempo que ya no existe y al cual solo tienes acceso increpando…
recriminado… culpando.
Reprochar se ha vuelto una forma habitual con
la que afrontamos las emociones y con la que nos hemos puesto al servicio de
nuestra propia destrucción. En un mismo
lenguaje acumulamos resentimientos, frustraciones y represiones que vamos
articulando a diestra y siniestra sin importar a quién nos llevemos por
delante.
Si supieras que tan solo “estás a un
pensamiento de cambiar tu vida”, lo sé, también lo intento a diario, eso de cambiar
los pensamientos suena bien en teoría pero es tan difícil de lograr, nos atascamos en dinámicas relacionales que
luego no sabemos cómo disolver, la vida te responde desde lo que vas
creando en tu mente y se vuelve un circulo vicioso en el que no paras de girar
si en eso no dejas de pensar.
Piensas de otra manera
y tu entorno te proyecta otra imagen, sé que esto ya lo he escrito antes, pero lo
recalco para convencerme a mí misma, para hacerme saber que así como el
pensamiento cambia también lo hace el lenguaje, porque el segundo depende del
primero, cambias tu forma de expresar los sentimientos y el reproche se va
disolviendo, se va convirtiendo en enunciados más pacíficos, tolerantes,
armoniosos, amenos.
Hay personas que hasta disfrutan reprochando,
al parecer este tipo de discurso los coloca en una especie de tarima moral para
estar por encima del otro y tapar con él su poca valía, pero no hay nada que hable más del poco amor que te tienes sino cuando
estás reprochando, cuando escucho a alguien hablando en reproches solo
puedo notar a una persona escondiéndose detrás de un lenguaje insano, aparentando
una valoración que a leguas se ve que no tiene, y asumiendo un rol de
superioridad como si la equivocación de otros tapara sus propias
equivocaciones.
Pero la idea de esta lectura no es verlo en el
otro sino que lo reconozcas en ti y verifiques qué tan beneficioso ha sido el
reprochar en tu vida, si crees que el reproche suma, pues quédate con esa forma
de sentir, pensar y conversar, pero si sabes que está restando, comienza por
moderarlo y luego disiparlo de tu vocabulario.
¿Te escudas en el
reproche o lo utilizas para tapar tus propias fallas? Conjugas tus verbos en pasado con
el reproche adornando cada oración, acumulas resentimiento para luego hacerlo
ver en cada frase y hacerle saber al mundo que todavía no olvidas, pero ocurre
que cada quien anda sumergido en sus propias historias y no siempre esos
recuerdos coinciden con los tuyos, tal vez reprochas para no dejar morir al
pasado y los demás tengan sus propias formas de revivir a diario lo que nunca
olvidan.
De conversaciones incómodas y conversaciones inconclusas está lleno el mundo.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 11 de abril de 2016
Icreíble. Muy útil. Gracias
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