Voy a desarrollar en tres lecturas distintas, tres actitudes que debemos cambiar y que
tengo la certeza son fundamentales para poder vivir en plenitud y alcanzar el desarrollo personal que
tanto deseamos, además de lograr
relaciones armoniosas con los seres que amamos y con aquellos que son parte
de nuestra cotidianidad, por lo que he denominado a la primera de ellas: No subestimar. Son como una especie de mandatos de vida y es por ello que irán redactados con el verbo en infinitivo y de forma imperativa... Comencemos.
Tenemos la errada
costumbre de ir por la vida cuestionando el merecimiento, no solamente el propio, sino el
ajeno, pareciera que nos encanta ir en contra de las creencias y capacidades de
lo que podemos lograr y de lo que otros pueden llegar a ser o tener, sin darnos
cuenta que todos los seres humanos nacemos con una misión específica de vida y
desarrollamos para ella dones infinitos que podemos llegar a convertir en
potencialidades inimaginadas, y lo único que tenemos que hacer es creer, no
más, solo creer; pero de pronto alguien te subestima con comentarios hirientes,
y pueden pasar dos cosas, demostrarle lo contrario o creerte la no valía, puedes tomar la subestimación como impulso
o dejar que te arrope y nunca descubrir si realmente lo lograrías.
Es importante saber que tenemos un cuerpo
físico y uno emocional que nos hace completamente distintos al resto, es por
ello que compararnos es agredirnos energéticamente, y subestimarnos nos
catapulta en la peor violencia que podemos cometer contra nosotros mismos.
Cuando te colocas por debajo, en cualquier aspecto, lo único que estás haciendo
es ir en contra tuya a una velocidad extrema, siendo tú mismo tu propio muro de
contención y no logrando con ello tu crecimiento interno.
Desmoronamos nuestra integridad cuando nos
colocamos en el bando de la poca valía, cuando creemos que todos lo hacen mejor,
que los demás logran mejores cosas, que los otros tienen mejores relaciones con
sus parejas, que hay quienes tienen mejor suerte, o cuando llegamos incluso a
pensar que la vida no nos merece, subestimamos nuestro poder interno cuando
dejamos afuera la grandeza y no asumimos nuestra propia grandeza interna.
Siempre soy muy enfática con lo interno, pero
es que no hay otro camino, y cuando nos minimizamos o nos ponemos por debajo de
los demás, lo único que hacemos es desviarnos de nuestra plenitud como personas.
Cuando te elogian y no te lo crees, cuando no tienes criterio propio y
antepones las frases de otros delante de tu discurso, cuando crees que los
demás siempre hablan o se ríen de ti, cuando tu lenguaje interno te lleva por los caminos de la desvalorización, o cuando
te dejas de lado y respondes a las necesidades de otros primero, déjame decirte que vas justo por el camino de la subestimación.
Ahora bien, si el juego es a la inversa, si
ocurre que en vez de subestimarte, subestimas a los demás, si menospreciar la
opinión, actos y decisiones de otros te parece algo normal, si crees que tu
experiencia de vida está por encima de lo que otros han tenido que enfrentar,
creo que el problema aquí se agudiza mucho más y la salida a este comportamiento
es difícil de vislumbrar.
Cuando la dificultad es a lo interno es mucho
más fácil de resolver, lo único que necesitas es tomar conciencia de este fallo
que haces contra ti y modificarlo, observando los pensamientos que utilizas en
tu contra para cambiar el enfoque de tu mente y abriéndote a las posibilidades
de la vida para hacer de la estima parte de tu amor propio. Pero si juzgar a los demás y criticar lo conviertes en
un lugar común, al mismo tiempo te vas convirtiendo en una persona tóxica, de
esas con las que nadie quiere conversar y de las que se suele huir porque
siempre desprecian lo que otros dicen o hacen.
Puede que tu perfeccionismo excesivo te haya
llevado a la desestimación como una actitud recurrente, puede que haberte
criado en un hogar donde la crítica fue la constante te haya conducido hacia el
menosprecio y a criticar como algo totalmente normal, puede que sentirte superior sea la otra cara de la misma moneda de la
baja autoestima que no reconoces, y colocándote en el pedestal de
superioridad solo le pongas una cortina de humo al poco amor que te tienes y haces
del autoengaño una salida fácil para no asumir tus falencias y carencias.
Subestimarte o
subestimar a los demás es una actitud que siempre hablará de tu poco amor, y por supuesto será más fácil
reivindicarte contigo mismo que hacerlo con el resto, porque aunque la reconciliación personal pareciera
un camino difícil de transitar, mejorar tu relación contigo siempre será la
vía más indicada y fértil para reconciliarte con la vida entera.
Las personas que están trabajando en sí mismas
no están pendientes si los demás lo hacen mejor, no mides tu crecimiento propio
con alguien más, no verificas si tu espiritualidad es mejor que la de otros,
comprendes que ese crecimiento es algo muy personal y que cada quien lo vive a
su manera, no subestimas la forma cómo
la gente ve la vida por muy distinta que sea a tu perspectiva, no alardeas
de lo que has logrado ni te pones por debajo de las personas que han hecho un
largo caminar hasta alcanzar la plenitud.
Particularmente no me gusta subestimar a nadie
porque no compito con nadie, mi actitud competitiva es casi nula, cuando
alguien se mide conmigo de inmediato me retiro y le dejo jugando solo, no me gusta
llegar de primera ni me interesa saber si voy de última, no me definen las
comparaciones y no ando buscando vencedores, además, no necesito superar a
nadie, porque estoy enfocada en superarme a mi misma.
Todo aquello que yo juzgo en el afuera, soy yo, es un aspecto de mi misma que yo no amo, que yo no acepto.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 14 de mayo de 2016
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