Recuerdo mi maravillosa infancia, la mayoría del
tiempo vivía inmersa en mi propio mundo, mi madre dice que podía pasar horas y
horas encerrada en mi habitación jugando con mis juguetes y que así
tranquilamente se me podían ir los días, estaba en comunión conmigo y era feliz
sin saberlo, el problema estaba cuando tenía que ir a compartir, por aquello de
tener una familia numerosa (y cuando digo numerosa es porque te estoy contando
que somos 51 primos hermanos solo por parte materna), por lo que el tema de
socializar era recurrente, así que mientras crecía poco a poco me fui olvidando
de esos espacios a solas y empecé a conjugar mi vida en plural rodeada de
tantos, y así me fui olvidando de esa mágica relación que tenía conmigo.
Pero como la vida es maravillosa y siempre pone todo en su lugar, me tocó ir a vivir a otro país alejada del mundo familiar y sus innumerables reuniones, pero luego no supe qué hacer con la soledad -bueno sí lo supe porque creé este blog- pero eso ocurrió tres años después luego de enfrentarme con una desconocida yo que había dejado encerrada en una habitación jugando en soledad.
Pareciera que el mundo estuviera diseñado para hacer
posible la relación con el otro pero nadie nos dice que la primera relación que hay que cultivar es tu relación contigo. Estaba
tan acostumbrada a compartir mi vida con tanta gente, que luego no supe adaptarme
tan pronto a reducir mi cotidianidad a un estrecho yo junto con dos personas
más.
Alguna vez te conté que fui a una ciudad a buscarme,
esa en la que viví por más de 4 años y en la que ya no me encuentro ahora, pero qué acertada es la vida que nos coloca
justo donde debemos estar y nos regala aprendizaje en abundancia y qué dichosas
somos cuando lo sabemos divisar. La permanencia en esta ciudad hizo viable el
encuentro conmigo, ocurre que me había ausentado de mi misma por casi tres
décadas y tuvieron que pasar casi tres años a solas para volverme a encontrar.
Fue difícil el reencuentro porque a esa altura de mi
vida ya había olvidado por completo lo
que significaba estar conmigo misma, me metí en la cabeza esa creencia
ajena que la vida es hacia afuera y me distraje de ese amor propio que se debe
desarrollar desde adentro, me costó entender el porqué siempre buscaba aprobación y porqué además esperaba lo que yo no me estaba dando.
Tuve unos padres maravillosos que hicieron lo mejor
que pudieron con el conocimiento y entendimiento que tenían de la vida, pero
nunca me hablaron del amor propio o del auto respeto o de la autoestima, muy a
pesar de lo muy importante que era la comunicación en mi hogar, y no los estoy
culpando, al contrario, los justifico, mi padre el menor de 9 hermanos y mi
madre una de las más pequeñas de 16 hijos, desconocían por completo esa concepción de relación personal y era
como imposible que nos la inculcaran a mis hermanos y a mí.
Fue importante hacer este recorrido personal para comprender
desde cuándo no me estaba amando, no es
desfasado entonces pensar que la poca valía se estableciera como una actitud de
vida y que el desamor propio fuese tan natural como respirar, claro está
que hasta respirar lo hacemos mal, porque respiramos hasta la garganta, y
cuando te estás amando, entras en conciencia de cómo el aire debe llegar a los
pulmones para nutrirte de bienestar y estima.
Caí en cuenta de lo importante que era mi relación conmigo cuando revisé mi
historia y entendí que estaba viviendo mi vida ausente de mí. ¿Cómo podía amar
a alguien que no estaba? ¿Cómo podía enfocarme en mi interior si siempre estaba
mirando hacia afuera? Tuvo que llegar la
grandiosa soledad para poder abrir de nuevo mis puertas, así que me dejé
pasar y allí estaba yo, presente
emocionalmente para sanar todas mis heridas.
Estoy segura que cuanto
menos toleraba la soledad más propensa era a fallarme a mi misma creyendo
que otras personas podrían darme algo que ni ellas mismas tenían, porque no
estés tan convencida que las personas andan por la vida teniendo una excelente
relación con ellas mismas, el desamor se nota, y mucho, sobre todo cuando ves
en tu entorno tanta violencia e indiferencia.
¿Cómo crees es tu relación
contigo? ¿Cuál es la historia de tu relación? ¿Estuviste tanto tiempo como yo
alejada de ti misma? ¿Cómo está tu madurez emocional? Solo tú puedes responder a estas preguntas y
retroceder la mirada y saber en cuál punto de tu vida te volviste a reencontrar,
date cuenta que siempre te estás mirando a ti misma en cada persona que te
rodea, incluso en las que se fueron, en las que ya no están, todos te estaban
hablando de lo alejada que estabas de ti y te marcaban rutas para regresar pero
no las sabías detectar.
Estoy trabajando a diario en esta relación única y maravillosa, la cual no debí abandonar cuando me
alejaba de mí para irme con otros que también estaban ausentes de sí mismos,
ahora entiendo que puedo ser madre, esposa, compañera, amiga, hija, hermana,
pero también llevo a cabo a cada minuto una de las mejores relaciones que he
podido tener, mi relación conmigo.
Algunos escriben para retener y otros escribimos para soltar.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) julio 2, 2014
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