Esta semana tengo una invitada muy especial, una escritora maravillosa quien está trabajando en sí misma y nos trae una hermosa lección de vida, me encanta ver cómo detrás de una persona apasionada de la escritura se esconde una gran historia, tuvo que pasar por un camino de autodescubrimiento hasta alcanzar la plenitud vocacional y ahora nos habla de su bienestar y de cómo trabaja para ser cada día una mujer más y más grandiosa. Aquí les dejo sus hermosas palabras.
Acabo de publicar un libro, el primero de cinco que tengo escritos. Para mí, en realidad, es mucho más que un libro. Es la punta de un iceberg, que oculta todo un proceso de trabajo personal, de crecimiento interior.
Acabo de publicar un libro, el primero de cinco que tengo escritos. Para mí, en realidad, es mucho más que un libro. Es la punta de un iceberg, que oculta todo un proceso de trabajo personal, de crecimiento interior.
Es
también curiosamente el camino que he encontrado para mostrarme y ser visible,
para abrirme a la vida, al mundo, fluyendo y en confianza. De hecho, personas que me rodean en el día a
día, afirman descubrirme renovada.
En
muchas ocasiones me he sentido fluir, he percibido la magia de la vida, pero
solo de forma rápida y efímera. Con
este libro percibo que me adentro por una senda diferente, desconocida, una
sensación de fluir placentera y sosegada. Queda
todo por aprender, todo por vivir, pero me apetece compartir aquí y ahora
contigo, hasta donde he llegado.
Un mundo dual
Dicen
que este mundo es dual, que necesitamos experimentar sensaciones y emociones
contrarias para ir creciendo. Yo
desde muy pequeña me he sentido dual. Una
Virginia era ordenada, organizada, metódica, planificadora, perfeccionista,
responsable, exigente. Suena bien, sobre todo teniendo en cuenta que siempre he
sido una excelente estudiante, lo que por otra parte, me ha abierto muchas
puertas. En
el fondo, oculto, anidaba un miedo terrible a confiar en la vida, un miedo
terrible a fluir, a dejarme llevar. No era consciente de este miedo al error, a
la crítica, a no gustar.
Reconozco
incluso que en ocasiones he sido robot, con unos horarios planificados al
extremo, con listas y más listas que en realidad y curiosamente, me hacían muy
feliz. Llevar esa vida ordenada me daba seguridad. Mermaba mi libertad, cierto,
pero en esos momentos tal y como yo los vivía era lo que necesitaba. No me
arrepiento. Fue mi manera de aprender. Sin
embargo, también desde el inicio, existía una Virginia más intuitiva, sensible,
emocional. Una Virginia que pocos llegaban a conocer del todo. ¿Miedo a
sentirme vulnerable? No lo sé.
Esas
dos Virginias convivían y crecían, la planificadora era líder, la emocional
tomaba las riendas en contadas ocasiones, solo ante determinadas personas. A
lo largo de los años, la Virginia planificadora y trabajadora ha ofrecido su mejor versión. Sin embargo en ciertos momentos la vida no
fluía. Baches
y barreras para entender que era necesario salir de esos esquemas cuadrados. Como
es de imaginar, para salir de ahí, las pruebas no eran fáciles.
¡Cómo
iban a serlo si yo, pequeña cabezota empedernida, creía saber mejor que la vida
lo que me convenía!
Así
fueron conviviendo como pudieron las dos Virginias. Ahora
echando la vista atrás me doy cuenta que en realidad necesitaba conocerme,
confiar en la vida, aprender a quererme.
Al
terminar la carrera quise encontrar un trabajo en la ciudad que consideraba
para mí: Paris. La vida, sin miramientos, me devolvió a casa de mis padres. Una
pequeña ciudad en la que me sentía prisionera, en la que me sentía ahogada, en
la que sin embargo, encontré el amor. ¿Por
qué empeñarse en querer saber más y mejor lo que nos conviene y no empezar a
confiar un poco más en la vida? Tenía
amor; un punto para la Virginia emocional. La
Virginia responsable pasó pronto a la acción. Tuve
varios puestos en los que corrí mucho. Tuve
hijos y seguí corriendo. Tal vez más aún, porque coincidió con un ascenso que no
quise ni supe rechazar.
En
esos momentos, yo sentía que estaba haciendo lo que me tocaba: cumplir mis
objetivos en un trabajo en el que me sentía realizada, con buenas condiciones y
un excelente equipo. Sin
embargo ahora pienso que con tanta prisa era imposible escuchar lo que la vida
me susurraba, lo que la Virginia emocional necesitaba. Así
que la vida tuvo que tomar una decisión drástica (yo era muy cobarde) y
disolvió mi empresa. Fue el gran momento.
Tenía
las necesidades básicas cubiertas y la Virginia organizada estaba cansada;
llevaba tanto tiempo corriendo. La Virginia emocional le animaba, susurrándole
que tal vez existieran otras vías, otros caminos, otras maneras más sosegadas
de vivir. Por
primera vez, desde la tranquilidad, empecé a pensar en lo que quería hacer con
mi vida.
Empecé
a pensar en mi sueño, el que quería postergar hasta la jubilación: escribir. Y
me lancé con los brazos abiertos a él. Con ilusión y confianza, pero con trabajo
también. Por primera vez las dos Virginias disfrutaban, se apoyaban la una en
la otra. Desde
el compromiso firme julio de 2013 hasta la publicación del libro abril 2016,
han pasado casi tres años. Es
lo que tiene un proceso; que exige paciencia.
Mientras
escribía, me analizaba, me caía, me levantaba, lloraba, me animaba,
experimentaba, me conocía, me observaba. Aprendía en cierto modo a vivir de
forma diferente. Hoy
además de haber cumplido el sueño de publicar mi primer libro, he redescubierto
a una nueva persona, en la que las dos Virginias ofrecen su mejor versión en
condiciones de igualdad.
Lo
mejor de este proceso está siendo lo mucho que me divierto. Desde
la responsabilidad, desde la voluntad de querer hacer bien el trabajo, por y a
para mí misma en primer lugar, he disfrutado (sin tomarme nada a la tremenda),
he relativizado, me he crecido ante los contratiempos pensando que serían para
bien. En una palabra he confiado que estaba haciendo lo que tenía que hacer
porque lo tenía que hacer. Y he confiado porque me he sentido conectada conmigo
misma. Esa conexión es fruto de la autoobservación, de la toma de conciencia
sobre mis pensamientos y palabras, sobre mis emociones y acciones. Esa conexión
mágica y sin embargo tan difícil.
Hay
tantos factores en el día a día que intervienen para interrumpirla:
obligaciones, prisas, quejas, ruido social, medios informativos,
alimentación…la lista es interminable. Pero
esa conexión, paso a paso y desde el interior, se puede conseguir.
En
mi caso hay mucho trabajo personal, pero también tengo que reconocer que mis
hijos han jugado un papel clave en esta aventura. Mi hijo pequeño por romperme todos mis esquemas
(es espontaneo, alegre, divertido, un poco payaso, muy sensible) y mi hija por
ser el espejo que me devuelve todo lo que tengo que cambiar en mí.
Además
ellos son mi principal fuente de inspiración a la hora de escribir. Es como si
en cierto modo les dejase un pequeño legado sobre lo que yo considero
importante en esta vida. Así muchos de los libros responden a preguntas que
ellos me han hecho anteriormente, recogen sus dudas, sus emociones, algunas
vivencias o sueños. Por supuesto que es una base de la que parto y que luego
transformo y recreo en mi propio mundo. Pero les tengo que estar agradecida a
diario por todo lo que me aportan, por haberme elegido como madre.
Otro
factor determinante en el que soy un aprendiz es el desapego. Hacer, dando la
mejor versión, sabiendo que lo que tenga que ser llegará. Yo siempre he hecho
desde la confianza y la seguridad (o eso creía) pero en realidad siempre tenía
ya pensado el resultado que estimaba adecuado. Por supuesto nunca llegaba cómo
yo esperaba, o cuando yo lo deseaba. Sin duda alguna, la falta de confianza era
latente, pero yo apenas me daba cuenta. Ahora gracias a las actividades que se
me acumulan, a la ilusión que me lleva a seguir avanzando en este camino en el
que me queda todo por aprender, he conseguido hacer lo mejor que sé, y soltar.
Dejar que la vida haga lo que tenga que hacer en el momento que lo estime
oportuno.
- Cuando una persona fluye, la vida es magia.
- Fluir es una actitud, fruto de un proceso de aprendizaje.
- Fluir son encuentros con las personas adecuadas, en el momento adecuado, donde surge lo que es preciso.
- Fluir son preguntas que vienen con su correspondiente respuesta.
- Fluir es confiar, disfrutar y desapegarse.
- Fluir es conexión con una misma, con la vida, desde el proceso de trabajo personal.
- Fluir es ser consciente del papel que te ha tocado jugar.
- De pronto una es más transparente; no importa la crítica pero tampoco afecta la alabanza porque se pasa a la acción desde la conciencia, haciendo lo que toca hacer.
- Y lo mejor de todo, es que una es feliz independientemente de lo que digan o hagan terceros.
- Fluir es aprender a ser feliz, simplemente por SER.
Virginia Gil ha
cursado todos sus estudios en Francia y es licenciada
en derecho comunitario e internacional, con un master en relaciones
culturales
internacionales. Sus puestos laborales han estado vinculados con la
administración pública, desde técnica de proyectos europeos, hasta
directora de
una entidad transfronteriza. Ahora está comprometida con la escritura,
con ser y sentirse escritora. Su primer libro En la Calle Mayor, está
disponible en Amazon tanto en versión kindle como papel. Síguela en Twitter, y como tiene dos blogs aquí puedes visitar uno y aquí puedes visitar el otro, y estas son sus páginas de Facebook, la de su blog principal y aquí la de mamá espiritual creativa.
Hay mucho que leerle a la vida, hay mucho que escribirle a los sueños.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) enero 31, 2014
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