Estimado lector: imagine Usted por un momento que nace un bebé en su familia, y toda, reunida a su alrededor, inicia esa típica búsqueda de los rasgos ancestrales: la sonrisa del abuelo, los ojos del papá, las cejas del tío, el color de piel del tátara abuelo y un largo etcétera de fisonomías que van armando el rompecabezas cromosómico del niño, sin que él siquiera lo note.
Así,
tal como sucede con el genotipo, también sucede con las emociones: heredamos
formas de sentir, de ver al mundo, de entrar en contacto con los demás y de
relacionarnos. Si bien es cierto que nuestros antepasados nos dejan claras
huellas en nuestra humanidad, también las dejan en nuestro mapa emotivo.
Mi
papá dice que soy igual que mi abuela porque lloro por todo y por nada, y es
cierto. Pero lo importante no es ser de un modo u otro, sino tomar conciencia
de ello y hacer frente a esos modos “heredados” de sentir, para cambiarlos, si
es que no nos gustan, o sacar provecho de ellos potenciándolos y poniéndolos a
nuestro favor. Está en nosotros analizar y sacar a flote de ese mar de
sentimientos todo aquello que sirva de provecho a nuestro ser, esto implica el
ser sociables, el ser solidarios, el ser generosos, el ser empáticos. Potenciar
esas emociones que nos apalanquen en el mundo y dominar las que nos produzcan incomodidad,
dolor o sufrimiento como la tristeza, el desconsuelo, la avaricia o la poca
empatía.
Tal
como apunta Alejandro Jodorowski en su libro “Psicomagia”, pasearnos por
nuestro árbol genealógico nos permite bucear en el origen de nuestros actuales
malestares. Al detectarlos podemos pasar del conocimiento a la acción, que es
donde verdaderamente surgirá la superación de esas trabas que no nos permiten
avanzar.
Se
dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma
piedra, ¿será porque nos urge un trabajo de reconocimiento de esas maneras de
sentir heredadas y asumir nuestros errores a conciencia? No podría responder a
esta pregunta si no tengo clara mi herencia emotiva. Ser
audaces no solo tiene que ver con el arrojo con el que asumimos la vida, es
también la actitud que como un calco nos coloca la familia al nacer.
Si
en nuestro plan de vuelo está dejar al mundo mejor de como lo encontramos,
debemos hacernos cargo de nuestra propia emocionalidad, de esa forma de sentir
que heredamos de nuestra familia, pero ¿cómo lo podemos hacer?, ¿cómo
re-programas esos genes emocionales que nos marcan a sentir y a vivir de
maneras que, hasta ahora, no nos satisfacen? Primero necesitamos analizar nuestras
conductas, observarlas y comprenderlas, no para justificarnos a nosotros mismos
y por ello dejarlas cómo están; más bien, al entenderlas, logramos amarlas y
entramos en conciencia con esos pensamientos y actitudes nocivas y heredadas
que nos impiden ser felices.
En
la medida que vamos tomando conciencia de todo esto, nuestra autoestima aumenta
porque nos damos cuenta que nuestra manera de sentir, amar u odiar tiene un
sello propio, es única, original, no se parece a ninguna otra. No odiamos a una
persona en particular o circunstancial porque nuestro abuelo así lo inculcó en
la familia: por años mi padre ha rechazado a personas de una nacionalidad “X”
por el simple hecho de que su padre también lo sentía e inculcó en él ese
sentimiento, hoy yo estoy consciente de ello y no por eso voy odiando a todo el
que me diga que su familia es de tal o cual nacionalidad.
Todo
pasa por el cristal de nuestras emociones y todo lo vivido va dejando marcas en
él, comencemos a conocerlo, para limpiarlo y dejarles a nuestros
herederos un mapa emocional que se conecte con lo positivo y podamos ser
nosotros el cambio que deseamos ver en el mundo.
Resulta
fundamental buscar espacios de soledad en los que nos encontremos con
todo lo que sentimos y cómo lo sentimos. La vida moderna y sus prisas son
capaces de llevarse por delante hasta la más sutil de las emociones. No lo
permitamos. Procuremos a diario unos minutos para nosotros, para la reflexión e
incluso para el perdón y la oración, con esto de seguro nos sentiremos mejor y
expandiremos nuestro bienestar a otros a nuestro alrededor.
Mary Rosa
Quinteiro A., Sociólogo (UCV), Diplomada en Gerencia Social (Venezuela) y
con Maestría en Métodos de Investigación en Ciencias Sociales (España).
Síguela
en @maryrosaqa
Mi blog #EspaciosDeSoledad acepta escritores invitados, mueve tu mano y atrévete a escribir sobre tu propio crecimiento personal.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) Mayo 26, 2015
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