Ojalá se pudiese
desaparecer a la tristeza con tan solo ignorarla, sería un remedio infalible y
de rápida solución. De hecho cuando le mencionas tu tristeza a alguien más lo único
que haces es recordarle su propia tristeza, así que la recomendación será
evadirla para que juntos vayan a tirarla a alguna parte donde seguramente no
los alcance.
Pero
lamentablemente la tristeza siempre nos alcanza, y digo lamentable porque lo
más probable es que se venga a juntar con alguna tristeza nueva, y ya no quede
tiempo de esquivarla y esta vez sea imposible huir de ella, y puede que ahora
no la lloren tus lágrimas pero sea alguna parte de tu cuerpo la que termine
sufriendo por ella.
No abogo por un
mundo de tristes, pero tampoco apelo por una sociedad de falsos que aparentan
una no tristeza que termina delatándolos, se puede estar en el mejor lugar del
mundo, viviendo una gran experiencia, y aun así, sentir una extraña congoja que
no nos abandona, le llamamos a eso un no merecimiento y no identificamos una
añeja tristeza que vive en nosotros, anunciándonos que aún no nos hemos
percatado de ella.
No es lo mismo
estar triste que perder el sentido de la vida, la gente suele confundirlo, si
se está pasando por un mal momento es apropiado el permitirse padecer la
tristeza y no esquivarla o salir a distraerla hasta que se vaya, ya que el
estruendo constante de la memoria no se va a callar así cerremos nuestras
heridas a portazos, así tratemos de borrarla o refugiarnos con ella en alguna
adicción y hacernos creer que ya la olvidamos.
Si justo ahora
sientes un descontento por todo, si la frustración te invade y no encuentras un
motivo aparente para mantener en ti una tristeza constante, revisa qué herida aún
llevas abierta, en qué lado de la vida dejaste apartado algún sufrimiento o
cuándo le diste la espalda a algún desconsuelo.
Por ausentar a la
tristeza, ella termina forjando raíces en nuestros adentros, juramos que la
hemos despistado, nos mudamos de casa, de país y hasta de continente, y un buen
día descubrimos que nunca se fue, que no logramos escondernos, que nos vestimos
de alegres, pero al quitarnos las máscaras, ella nos miraba en el espejo, así
que no queríamos quedarnos solos porque susurraba que allí permanecía, que
esperaba por nosotros, que solo quería atención para luego irse en silencio.
Recuerda la última
vez que distrajiste a una tristeza, te escondiste tras los muros de la alegría,
pero se derrumbaban cuando sentías decaerte, ella solo quería que la lloraras,
que te detuvieras un rato, que reflexionaras y entendieras que existen momentos
difíciles, pero que la vida siempre te recompensa, pero la obviaste, le dijiste
que viniera luego, que la recibías más adelante, que por ahora estabas ocupado,
que la juventud no es para detenerse, que se juntara con otras tristezas y que
volviera cuando estuvieras viejo.
Y así te fuiste
distrayendo, creyendo que no volvería, la vida siempre nos encuentra y la
tristeza no nos esquiva, lo que sea que hoy te duela, no lo postergues, no
supongas que con irte ya no coincidas con ella, porque cuando te encuentres de
frente se te desbordará la herida.
La tristeza es un
alivio del alma, es apaciguar las expectativas, es decirle al corazón que
aprenda a amar de otra manera, es reconstruirte los sueños, es mirar la vida
desde otra perspectiva, es llorarla hasta quedarte dormido y sentir al
despertar que te quitaste un gran peso de encima, es reorganizar las emociones, es
descubrir tu propio silencio, es limpiarte por dentro y recordar con
agradecimiento.
Si la distraes te
pierdes del crecimiento, te refugias en otras tristezas y te tropiezas con ella
de nuevo, no vale la pena distraerla, no es pertinente huirle y jugar a que no
nos encuentra, porque en realidad nunca nos suelta, nos mantiene atrapados
aunque creamos que la dejamos en alguna parte del olvido, cuando siempre estuvo
intacta vigilando nuestros miedos y sentidos.
Nada de lo que
vivimos se va hasta que no le hayamos hecho un verdadero proceso, el dolor hay
que enfrentarlo, las heridas hay que cerrarlas, los perdones hay que darlos, las
tristezas son para llorarlas y no para distraerlas, si a alguien perdiste o ya
no tienes algo, es pertinente estar triste, pero no lo grites a los cuatro
vientos, que a los demás les aburren los tristes, aunque todos lleven por
dentro alojada una profunda tristeza.
En este mundo de “alegres”
no cabemos los tristes, lo mejor es entonces desahogar la tristeza con quien de
verdad te comprenda, refugiarte por un rato en tu dolor y salir luego airoso
dispuesto a creer en la vida y a saber que quien es feliz también sabe ser de
vez en cuando una persona triste.
Vivo convencida de que alguien nos espera al otro lado del olvido.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) Mayo 19, 2015
Es una belleza de post!! permitirnos estar tristes es una decisión que debería enseñarse desde chicos. Nos hacen tapar nuestras tristezas con ropas y maquillajes, incluso con pastillass que lo que hacen es dormirla porque estarán allí cuando el efecto pase...
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