Crecer
implica saber cuándo nuestra estancia ha caducado en aquellos lugares donde
sentimos que no le pueden ofrecer más a nuestra alma. Cuando se permanece por
mucho tiempo en un espacio que nos va causando ambivalencias emocionales, es
mejor entonces ir caminando hacia el desprendimiento, comprender que el
aferrarse duele y que al soltar se aprende, nos ayuda a dejar con gratitud instantes
de vida donde se avanzó hacia una merecida consciencia.
Como
ya lo hice saber en otra lectura, no me interesa regresar a lo vivido, todo el
camino andado ha sido propio y oportuno para encontrarme conmigo misma. Por mucho
tiempo estuve atascada en otras creencias, teniendo prioridades que me alejaban
de lo que ahora soy, creyendo que alguien afuera haría feliz a la mujer que
llevo dentro, así que desvinculada totalmente de mi misma, he responsabilizado
a los demás de mi desdicha, cuando ella solo tenía mi nombre y apellido.
Que
grandioso es descubrir que nadie nos hace feliz, porque dejamos de buscar
culpables y causantes, ya no vamos detrás de las personas mendigando alegría y
nos hacemos dueños de nuestra propia tristeza, nos permitimos ser vulnerables,
conocemos los pasillos secretos de nuestra mente donde se alojan nuestras más
profundas heridas, pero también sabemos dar lo mejor de nosotros mismos, no le
imploramos a nadie que se quede y aprendemos a irnos dignos.
Ya
basta de dejar puertas entre abiertas en los capítulos de nuestras vidas, soy
una absoluta creyente de la trascendencia, nuestra energía se esparce y queda, algunos
conservan lo mejor que le dimos y otros nos llevan a cuesta como una carga
pesada de vivencias que preferirían no haber vivido ¿Te has puesto a pensar en cómo la
gente te recuerda? ¿Crees haber dejado grandes huellas? O ¿prefieres ser el
olvido de aquellos con quienes has compartido? Hemos
conocido a tanta gente, hemos reído a carcajadas con algunos, hemos llorado con
pocos y han sido contados los que se han llevado nuestra empatía, algunos se
quedaron para odiarnos y otros se fueron para amarnos.
La vida se
trata de caminos y hay veredas en las que coincidimos y hay angostas calles que
nos separan, si lees esto y aún recuerdas mis ocurrencias, mis impertinencias,
mi emocionalidad desbordada, mis chistes, mis consejos cuando me buscaste
porque estabas triste, puedo sentirme satisfecha porque aún no me has olvidado,
y de eso se trata, de pasar y quedarse, no necesitamos ver a alguien todos los días
para saber que es parte de nuestro cariño, de nuestras oraciones, del cumulo de
grandiosos momentos, irse es aprender a querer desde la lejanía a los que
siempre estuvieron muy cerca.
Hay personas
insustituibles como mi padre a quien ya hace más de siete años no abrazo, pero
recordarlo a diario, utilizar sus frases en mi discurso, me hace mantener vivo
su recuerdo, su risa y jocosidad las mantengo imperecederas y han pasado a ser
parte de mi personalidad como haciendo honor a ese legado de amor y vivencias.
No podemos
elegir cómo la gente va a
recordarnos, pero podemos aprender a dejar mejores huellas, y no me digas que
no te importa el olvido porque al menos hay un alguien que quieres que te recuerde,
estamos de paso, y si forzadamente pretendes quedarte en la vida de alguien,
puede que forzadamente te olviden mientras estés presente, la madurez es tan
maravillosa, que hasta te indica cuándo es preciso irte, te muestra un nuevo
camino y tú lo tomas mirando atrás con agradecimiento.
No
tenemos que ser los imprescindibles que todos requieren con urgencia, solo
podemos ser la persona que estuvo dando lo mejor de sí y dejando en las
andanzas sus mejores pasos, eso no quiere decir que todos nos vayan a amar, hay
quienes no se lleven de nosotros la mejor referencia, y está bien, pero de aquellos
que nos importan es fundamental que nos guarden en sus mejores memorias, que
podamos ser uno de sus más bellos recuerdos.
Nos
vamos porque todos tenemos un destino, pero que grandioso es saber que mientras
estuvimos fuimos creciendo, acumulamos amigos, algunos nos descartaron y otros
nos eligieron, pero con todos aprendimos; y pasado el tiempo te sientas a ver tu
vida y te das cuenta que valió la pena haber estado en tantos lugares, y
entiendes que siempre habrán personas que te extrañen y estarán también las que
se alegren de que te hayas ido.
Nadie se destierra de donde nunca se ha ido.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) febrero 17, 2015
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