Ya llevo rato
haciendo una búsqueda que pareciera fuese fácil pero es definitivamente cuesta
arriba, hay diversas teorías sobre lo que es amarse a uno mismo, pero siempre
termina siendo una experiencia muy personal, íntima y profunda que no puede
compararse con la de nadie más. Cuando se habla de buscar el amor propio es
preciso seguir ciertas rutas, caminos que nos parecen intransitables y angostas
calles empedradas que muchas veces preferimos evitar y tomamos la vía mas fácil,
esa que precisamente nos aleja de nosotros mismos.
Hagamos un
ejercicio e imaginemos que tenemos en nuestras manos un mapa que nos indica
cómo llegar hacia el amor propio, en él se destacan algunas estaciones donde
debemos detenernos y aprender ciertas cosas para seguir nuestro destino. La
primera estación se llama “Aceptarnos
sin juzgarnos”, nada más el nombre mueve algo en nosotros y nos provoca un
extraño ruido que decidimos ensordecer tomando otro camino. En esta estación
debemos aceptar nuestra mente, emociones, esperanzas, sueños, la personalidad
única que nos caracteriza, y lo más importante, aceptar nuestro cuerpo tal como
es, así que sin rechazarnos ni sabotearnos la felicidad, la libertad y el amor,
podemos continuar el camino.
La siguiente
estación lleva como nombre “Asumir la
responsabilidad”, aquí debemos quitarnos el traje de víctima, ese que fue
ligero al principio y seguro fue un alivio llevarlo puesto, pero ocurre que ya
es el momento de despojarse de él. Si estuviéramos en una reunión de “victimas
anónimas” de seguro nos presentáramos así: “hola, soy fulano de tal y llevo siendo el
humillado hace ocho años”, en sucesión todos nos fuésemos presentando de la
misma manera, unos serían los abandonados, otros los maltratados, algunos los
despreciados o subestimados y así podríamos continuar una lista interminable de
martirios autoimpuestos que otros nos han causado.
La postura de la
víctima a veces es hasta cómoda, nadie preguntará cuánta responsabilidad
tuviste en lo ocurrido porque eres el afectado, no habrán cuestionamientos
maliciosos, no existirá un dedo culpabilizador que te apunte, las miradas solo
enfocarán al causante del daño y te sentirás apoyado, así que te colocas la
etiqueta, estructuras tu mente para ser el lesionado y puedes permanecer así
por una larga temporada hasta que te das cuenta que el traje de victima te pesa
y nunca tuviste la valentía suficiente para salir del hoyo profundo que tú
mismo cavaste.
Es más fácil ser la
victima porque así ponemos afuera la desdicha causada y no tendríamos la
necesidad de buscar en nosotros el cambio, alguien nos hizo sufrir y el
sufrimiento creemos se puede resarcir culpando, alguien nos lastima y dejamos
en evidencia nuestra vulnerabilidad para que sea posible el compadecimiento,
pero nadie se va a compadecer de nosotros si no existe al menos una pizca de
amor propio que nos haga surgir del vacío que nos vamos creando. Si asumimos la
responsabilidad y nos despojamos del victimismo, habremos avanzado hacia un
amor propio que muchas veces no sabemos cómo encontrar porque tenemos el vendaje
de victima en los ojos.
La tercera estación
está denominada “No esperar aprobación”,
cuando nos amamos sabemos lo grandiosos que somos porque el proceso de
buscarnos nos ha hecho descubrir a una persona maravillosa que se encontraba
guardada dentro de nosotros, cuando nos damos cuenta que somos justo ese individuo
fascinante que siempre quisimos conocer, no necesitamos ya la aprobación de
nadie más. Una vez que somos auténticos y no fingimos ser distintos a nuestra
esencia, aparecen nuestra fortaleza, inteligencia, capacidades, no nos esforzamos
por caer en gracia ya que no estamos esperando la aprobación externa porque
desde adentro le hemos dado un sí rotundo a todo lo que hacemos sin
cuestionarnos ni reprochar nuestros actos.
Cuando te amas no
necesitas que nadie recalque tus cualidades porque las tienes bien claras,
disfrutas de tu imagen cuando te encuentras frente al espejo, no esperas
desesperadamente la compañía de nadie porque disfrutas plenamente de tu propia
presencia en los reconfortantes momentos de soledad.
La cuarta y última estación
se llama “Aprende a perdonarte”, aquí
hacemos una parada para soltar lo innecesario y limpiarnos del veneno emocional,
cuando nos amamos todas nuestras relaciones se transforman, empezando por la
que tenemos con nosotros mismos, como ya no estamos vestidos de víctimas ni
esperamos la aceptación de nadie, entonces comenzamos a estar libres de
conflicto con los demás, sabes que las injusticias están en tu mente, así que
las liberas, asumes tus heridas como tuyas y no esperas que nadie cargue con
ellas, ya no andas por la vida dejando cosas sin resolver, no juzgas porque
dejaste de hacerlo contigo mismo y no controlas porque aprendes a vivir en
dicha y armonía.
Como bien les dije
al principio es un camino empedrado y en subida, pero una vez que llegamos a la
cima ya no existe el rechazo como forma de vida, disfrutamos de las relaciones,
aprendemos a vivir, nos arriesgamos, vivimos la vida que queremos, nos volvemos
maestros de la gratitud, la generosidad y el amor, nos hacemos más compasivos,
atentos, amables y amorosos, y lo mejor de todo, es que el mundo nos termina
devolviendo eso nuevo que ahora somos.
No fue vida si no aprendiste a quererte.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) marzo 16, 2015
Me encanto, estoy pasando por una situación y navego; buscando algo para aliviar mis emociones y por fin encuentro sentimientos afines. Desde mi trinchera, Gracias...
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