¿Les ha pasado
que justo cuando estamos siendo más felices se activan esas voces internas que
nos dicen lo que supuestamente no merecemos? Es inevitable el sentirnos
plenamente adecuados en cualquier circunstancia placentera porque no tenemos el
coraje suficiente para tolerar la felicidad, pareciera que es más fácil vivir
regocijados en nuestra propia desdicha que abrirle con determinación los brazos
a una felicidad que hace mucho rato estábamos esperando.
Todos tenemos en
nuestros planes el querer ser más felices y conseguir el bienestar, pero
nuestro propio sabotaje interno pareciera atentara contra nuestros anhelos, nos
castigamos sin apostar por nosotros mismos cuando sentimos que no somos
suficientemente merecedores, y lo más probable es que ni le caigamos bien a esa
voz interna que en vez de alentarnos, nos distrae con sus críticas y un
menosprecio que según ella debemos sentirnos.
Aquello que usted decida que sea felicidad no permita que su saboteador interno le murmure que no
lo es, no crea que nunca podrá pertenecer al selecto grupo de personas felices, y aunque le parezca gracioso, así
es, nuestra concepción de felicidad es tan absurda que creemos que los felices
son unos cuantos privilegiados ajenos a nuestro mundo hostil. Por supuesto, están
los que le tienen miedo a ser felices y están los que no saben lo que desean, pero
también están los que se acostumbran a la infelicidad como un estilo de vida.
Ese saboteador
interno que todos llevamos dentro, el cual nos paraliza muchas veces y nos
cuestiona por ir en busca de nuestros sueños, ese que nos detiene cuando
estamos más entusiasmados, el que nos arrebata la posibilidad de una alegría plena
porque se nos puede escapar de las manos; tanto esperar a la felicidad y cuando
llega, la tomamos de a poquito para que no se nos agote, en vez de vivirla al máximo
sin llevar la cuenta de su permanencia, nos sentimos culpables porque es mucha
felicidad para tan poco merecimiento, así que apenas la absorbemos en vez de
saborearla y degustarla por completo.
¿Cómo es
posible que saboteemos lo que más deseamos en la vida? Hemos dejado de bailar, de cantar,
de sentirnos fascinados, hemos perdido nuestra capacidad de asombro, si alguien
no se ríe de nuestros chistes entonces ya no nos creemos graciosos, cargamos a
cuesta un extenuante cansancio por todo y todos cuanto nos rodea, y cuando la
felicidad llega para hacernos descansar del agobio, ocurre que no la
reconocemos porque algo en nosotros nos dice que no la merecemos, ponemos como
excusa la llegada del momento perfecto como garantía de una felicidad venidera,
y puede que justo ahora estemos siendo felices, pero el sabotaje no nos deja
verlo.
El gran error es creer que la felicidad es el destino y no
el camino, no es posible que a diario algo de felicidad no nos suceda, no es
justo dejar de lado el agradecimiento cotidiano por alguna satisfacción, si se
trabaja arduamente para solo ser feliz a final de año, de seguro la amargura
acumulada no nos permitirá disfrutar de grandes momentos, el cansancio almacenado
nos dejará emociones enfermas y de seguro no tendremos el ánimo para alcanzar
la meta.
Cuando el saboteador interno nos interrumpe la risa o cuando
le abre la puerta a la duda, cuando sabemos que es un entrometido o una parte
nuestra que nos debilita, es preciso preguntarnos ¿en que nos convertimos cuando lo escuchamos? ¿qué nos aporta oír su
voz? Si no es una voz que está a nuestro servicio podemos prescindir de
ella, si el saboteador no nos aporta algo positivo no tenemos por qué
escucharlo, sabiendo que el auto sabotaje es cuando queremos algo y luego vamos
y nos aseguramos de que no suceda, porque el saboteador nos marca el camino del
fracaso.
Hay que abrirle de par en par los brazos a la felicidad, hay
que vestirse a diario de alegría sincera, hay que permitirse la paz interna,
hay que dar pasos sobre un camino dichoso, hay que hacernos conscientes del
desorden psíquico invisible, hay que limpiar los desechos de la mente.
Asumamos una postura más flexible frente a nuestro
saboteador, sin otorgarle poder, descubramos qué hay detrás de ese lenguaje
juzgante, por qué es tan enfático con sus críticas, a quién nos recuerda, y
sobre todo, en qué lugar del pasado sigue atascado para creerse con la potestad
de tomar las decisiones de nuestro presente, para influenciarnos como si fuese
un adulto que determina nuestra andanza, haciéndonos creer que el futuro le
corresponde y nuestra felicidad amenaza.
La felicidad no es un lugar al cual llegar, es un sendero que debemos caminar.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) febrero 1, 2015
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