Revisando lo que escribí hace más
de diez años, me sorprendo al descubrir en mis letras de aquella época veinteañera,
en donde ya exponía mi deseo de crecer espiritualmente, tal vez desde una
perspectiva más somera, no tan profunda ni consciente, pero igualmente curiosa
y abierta. Desde lo poético que hay en mí, lo romántico siempre fue una
característica predominante, pero gracias al cambio de prioridades y al amor
propio que ha estado anteponiéndose al amor externo, se ha convertido ahora lo
característico en una escritura reflexiva, menos idealizada y más centrada.
Inicié escribiendo sobre
crecimiento personal atendiendo más a una necesidad individual que colectiva,
comencé a darme cuenta que mi colección de heridas estaba afectando también mi
entorno, así que escribiendo me di la oportunidad de limpiar y organizar
emociones añejas que ya nada tenían que ver con este maravilloso presente. La
escritura me ha brindado el conocer aquellos aspectos que llevaba escondidos
debajo del sufrimiento, facetas que fui adoptando durante diferentes
circunstancias de vida y que se han venido conmigo a lo largo de este camino
como si fueran un Yo tan conocido como incierto.
He descubierto que la escritura
es la mejor ruta para comenzar a resolver nuestros problemas, cuando usted se
hace la vista gorda frente a las complicaciones y cree que se solventarán
solas, no está siendo consciente ni responsable del regalo que se le está
otorgando para llevar a cabo el aprendizaje. Escribir nos permite soltar o
contener, lo que escribimos contribuye a crear un imaginario de nosotros
mismos, y "aunque somos lo que los demás leen de nosotros, cada uno es
también lo que escribe de sí". Cuando nos hacemos escritura es para no
seguir reprimiendo lo que oprime o para encausar lo que se nos desborda, en
ambos casos, escribiendo es como nos equilibramos.
En un blog tan personal como este,
es imposible no dejarse al descubierto ante la mirada de un lector que se
encuentra reflejado en la experiencia de otro y que asume como propia la
vivencia ajena. Por más que no exponga los detalles, algo de mí se cuela por
allí y dejo entre dicho un "como soy" sin que eso ya deje de
manifiesto lo que entiendan que soy.
En la actualidad, la escritura ha
cambiado su connotación exclusiva, en esta era tecnológica ya somos muchos los
que tenemos la posibilidad de ser leídos, pero la permanencia y constancia sigue
siendo contada y selectiva, están los que tienen el talento, los que hacen el
esfuerzo y los que ven al escribir como un sueño lejano. Pero también están los
que escriben para darle un sentido a su vida, desde el diario donde se plasma
la cotidianidad hasta los que despliegan sus memorias y las convierten en
biografía, todos son propios y pertinentes para despojarse de lo que lastima.
Cada quien tiene un estilo
creativo de escritura en la que se impone un sello personal, muchas veces el
lector aprecia tanto la autenticidad como el contenido, si es que se está
escribiendo para publicar, aunque también son válidos aquellos escritos
anónimos que nos ayudan a sanar y en los que podemos leernos y releernos y
evidenciar nuestro crecimiento o lo atascados que seguimos estando en algún
lugar doloroso de nuestras vidas.
Podemos llevar a cabo una
escritura donde fluya la conciencia, o un diario de recortes o familiar, o tal
vez estructurar textos en donde podamos escribir plegarias inspirativas, o
hacer listas de aquellas cosas por las que nos sentimos agradecidos. En
realidad, la escritura tiene muchas vertientes, y cual sea que escojamos nos
define.
Y aunque no escribamos, también
somos lo que leemos, hay un tipo de lectura que nos caracteriza, géneros
literarios que estimulan nuestra creatividad e imaginación y fortalecen
nuestras capacidades de expresión, comunicación y comprensión, motivándonos a
participar activamente en la cultura escrita.
Hay libros que definitivamente
nos marcan para siempre, una vez que nos encontramos con sus letras, nuestra
percepción de mundo no vuelve a ser la misma, nos terminamos pareciendo a lo
que alguna vez dijo Borges "uno no es lo que es por lo que escribe, sino
por lo que ha leído". Y si la escritura requiere talento, la lectura amerita
vocación, hasta para leer la disposición debe ser legítima, desde novelas
históricas hasta libros científicos, cada párrafo que aprese nuestra mirada ya
habrá hecho mella en alguna parte de nosotros.
Si al escribir tropezamos con una
capacidad de compartir y enseñar, estamos siendo más abiertos y receptivos, así
el tema varíe, lo que no cambia es esa proyección tan certera de lo que somos, las
experiencias que hemos tenido, el nivel intelectual adquirido, nuestra posición
con respecto al otro y qué tanta apertura tenemos para recibir lo que la vida
nos ofrece a diario a manera de aprendizaje y no como castigo.
Pero también el "cómo"
escribimos influye, puede que las ideas tengan un cierto orden en nuestra
mente, pero una vez escritas, pareciera que perdieron el sentido, que lo
plasmado nos estuviera hablando de otra anécdota, de otros rumbos
transcurridos, tal vez por el solo hecho de no escribirnos ante los demás tan
vulnerables, para que nadie lea nuestras debilidades, terminamos escribiendo
aquello que no somos, pero desde una percepción de lo que siempre hemos sido,
aunque ello implique escribir desde la carencia o desde el deseo rotundo que no
concebimos.
Cuando trabajé como guionista,
tuve que hacer una preproducción para comprender el cultivo de la
uva, aunque fue un guión muy técnico, donde se debía establecer el paso a paso
de lo que ocurría en el viñedo, en su siembra y recolección, el solo hecho de
haber viajado y haber estado entre esas tierras de la vid y haber conocido
personas tan apasionadas de su trabajo, ya dejó en mí un guión de experiencia
que de alguna forma tuve que dejar plasmado en la posterior producción audiovisual.
En cada palabra, en cada oración,
en cada párrafo que redactamos, siempre habrá un elemento personal inseparable
del escritor, escribimos en gran parte lo que leemos, así como hablamos de lo
que escuchamos, seleccionamos lo que se parece a nosotros y descartamos lo que
no se acopla con nuestra experiencia, pero irremediablemente siempre terminamos
siendo el que se esconde detrás de cada letra.
Que lean en voz baja lo que escribiste a gritos.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) enero 23, 2015
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