Como fanática del mar y
de todo aquello que esté relacionado con lo marítimo, me declaro una defensora de los mares, y por muy lejos
que me encuentre en este momento de la brisa marina, no dejo de pensarme en sus
aguas y de preservar su esencia divina.
¿Sabían que la mitad del oxigeno que respiramos proviene de los
océanos? Es imposible imaginarse la vida con masas de agua sin oxigeno. No
hay una conciencia clara de la importancia del mar en nuestras vidas,
lamentablemente es desmedido el desperdicio que se observa en nuestras costas.
Es gratificante disfrutar de un domingo acostada en la arena, zambullirse a
merced del viento y la corriente y mezclarse con esa agua salada, sagrada y
bendita. Pero una vez que la diversión culmina, es preciso tomar lo que hemos
traído y llevarlo con nosotros de regreso, sería grandioso que al regresar a
ese paisaje majestuoso, podamos encontrarlo intacto y esplendido como siempre
ha sido.
Todos estamos a son de mar,
preparando nuestros barcos para enfrentar el mal tiempo, nuestros mares gritan
con sus grandes olas el maltrato que están recibiendo. Mareas grandes o mareas
vivas, corrientes periódicas que nos están advirtiendo estos trascendentales
cambios náuticos.
Pero también hay una conciencia
generalizada e intensificada de muchas personas preocupadas por esta naturaleza
que respira y vive debajo del agua. No importa qué mar tenga cerca de donde
vive, de hecho yo no conozco otro que no sea el Mar Caribe, pero ha sido
suficiente para amar al mar entero y para saber que se trata de un problema
global, que todos estamos incluidos sin importar qué tan lejos estemos de sus
aguas, ya que muchos de nuestros residuos tienen como destino el mar, creyendo
que su espacio es interminable para recibir lo que ya no necesitamos, pero es
preciso comenzar a entender que no somos la dificultad sino la solución.
Me encantaría participar en jornadas de limpieza de playas (si
saben de alguna ¡Invítenme!), hasta
ahora no he podido participar en ninguna, existen muchas asociaciones que
ayudan al cuidado y rescate de estos espacios. Tenemos la errada creencia que
el mar se traga nuestra basura y la desaparece, pero no es así, todo lo va
acumulando y algunas veces embravecido nos lo devuelve y nos hace saber con su
lenguaje aguerrido que su espacio no es interminable ni infinito.
Mi reflexión de hoy apunta más
hacia la concientización del medio ambiente que a procesos emocionales, claro que
no está ajena a nuestra armonía interna, y es que no podemos hacer caso omiso
de esta realidad que nos arropa, y además, valiéndome de esta ventaja de llegar
a tanta gente por medio de mis letras, despliego mi sincera empatía con el mar,
el azul de nuestros sueños, de nuestras tardes de hastío, de esa arena que
debería resplandecer y no la propulsora de enfermedades de la piel. Y si al
leer este post podemos hacernos conscientes de este problema ambiental, pues ya
hemos dado un gran paso, sabiendo que no son los demás que contaminan, este es
un problema de todos, ya que hemos participado (en menores o grandes grados) de
esta contaminación que nos arruina.
Los que apreciamos el olor de ese
salitre de madrugada y vemos el reflejo del sol y las estrellas en sus aguas,
sabemos muy bien que la muerte de ese mar sería, trágicamente, nuestra terrible
muerte inminente. Así que no seamos huéspedes indeseados, esos que solo dejan
suciedad y cuentas por pagar. Amemos al mar porque es el patio trasero de
nuestro gran hogar, su vista alivia nuestros sentidos, su aspecto nos refleja
por dentro, su energía es nuestra propia energía. Y si usted es fiel creyente
de que todos somos partes del todo, pues sabrá que el mar y su oleaje
corresponden a este planeta y este universo que habitamos.
No quisiera que mis afirmaciones
parecieran imposiciones, pero es claro que el aire que respiro lo comparto con
el mundo entero, de igual forma, las aguas de Japón, en pocos días, serán las
mismas aguas donde alguien se bañe en Chile, así que queda confirmada la teoría
de que "el mundo es un pañuelo", y sabemos que la luna que mira al
mar de Australia es la misma que mira al mar de China, las nubes que adornan
nuestro cielo ya fueron perfectas debutantes de otros ojos que también las
miraron primero. El mar que toca sus pies ya fue un mar que acarició otras barcas, la
basura que dejó ayer en aquella orilla, hoy puede estar afectando a algún hermoso
pez, que justo ayer, le pudo alegrar la vista con sus mágicos colores.
Me encantaría participar en una jornada de limpieza de playas.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) julio 9, 2014
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