No es culpa nuestra que los controladores anden heridos en su interior ni
tampoco nuestro amor desbocado o comprensión infinita los hará cambiar, lo más
probable es que estén perpetuando un mal ciclo ya vivido en su juventud o en la
infancia y no es preciso que hagamos parte de ese escenario, ni merecemos
llevar esa carga. Así que no esperemos a que el controlador tenga en cuenta
nuestras necesidades, porque vive asumiendo que la decisión ya está tomada, la
cual es preciso deba estar acorde a su conveniencia.
El controlador asume aquello que estamos pensando y se frustra cuando la imagen que se ha construido no corresponde con lo que decimos, se irrita cuando
se le pregunta, ya que prefiere tener el control a la hora de preguntar y no
otorgarlo. Las "sugerencias impositivas" solo las da él, así que no
trates de sugerirle nada, recuerda que a este tipo de persona le es más
importante tener la razón que consolidar relaciones saludables.
Las personas con problema de control no son muy buenas elogiando, de hecho
no les complace que nos sintamos bien con nosotros mismos, ya que eso podría
quitarles el control y hacer que se pierda la atención sobre ellos, así que
cuando llegan a dar elogios, por lo general, suelen ser maliciosos, insensibles
y mordaces y llevarán implícito alguna imperfección o defecto de la otra
persona.
Una persona controladora es fácil de ubicar en un contexto por sus
constantes monólogos, en los cuales por supuesto no incluye escuchar a los
demás, típicas personas que viven convencidas que todo lo saben, incluso tienen
la certeza que nadie puede hacer el trabajo mejor que ellos, tratando de hacer
muchas cosas al mismo tiempo, y como no le dan a su vida la opción de
relajarse, insisten en que las cosas se hagan a su modo, encontrando constantes
errores en lo que las otras personas hacen.
En realidad, la persona que controla tiene mucho miedo, su autoestima es
muy baja y se siente muy insegura, pareciera que tiene todo bajo control, pero
si la observas detenidamente, te darás cuenta que su impaciencia, irritabilidad
y desesperación se encuentran a flor de piel.
Es importante admitirlo, pero todos hemos llegado a ser controladores y
controlados, dominadores y dominados por igual, hemos asumido que nuestra
intervención ha sido necesaria y beneficiosa para alguien o para todos,
entonces nos hemos transformado en personas que quieren vigilar que las cosas
ocurran a su manera, por tanto, nos hemos vuelto participes de una sociedad con
emociones perturbadas porque a muchos no se les toma en cuenta.
Ser un esclavo emocional de alguien es un desgaste total de vida, esconderse tras el silencio por enojo,
por no querer perturbar al controlador es sencillamente abrumador, ¿has
llegado a pensar en el stress que se le puede estar causando a alguien mientras
se le está controlando?, ¿has sentido esa angustia?
Lo que realmente necesitamos es encontrar el control sobre nosotros mismos,
sabiendo que hay una gran diferencia entre controlarse e intentar controlar a
otros, que no podemos controlar a nadie, pero sí la reacción que tengamos
frente a los demás, así que verifiquemos cuándo hemos sido invasivos o
demandantes, cuándo hemos hecho a los otros culpables de nuestros sentimientos
o culpables de nuestra infelicidad, cuándo hemos querido que el otro cambie,
cuándo nos estamos compensando con el ceder de otro, cuándo estamos
controlando.
Enseñamos a la gente a cómo tratarnos, es preciso entonces marcar la línea
de lo que es o no aceptable para nosotros, siendo asertivos y no sumisos, y si
es reiterativa en nuestra vida este tipo de personas, si ya varias veces nos
hemos topado con un controlador, es importante entonces que miremos el control
en nosotros, ¿por qué la vida nos lo vive repitiendo?, ¿qué no hemos
aprendido y cada vez se hace más exhaustivo con el nuevo controlador que llega?
Cuando las realidades en el afuera nos perturban tenemos que trabajar el
adentro, ver dónde está eso en nosotros, saber si estamos padeciendo o alguien
padece de nuestro manipulable control, si nos agotan o vivimos agotando a los
que nos rodean, perjudicando a los que amamos con nuestras peticiones y
exigencias.
Puede que vengamos de una estructura familiar que no nos hiciera sentir
seguros, o tal vez nos acompañaron padres controladores, pero ya es hora de
asumir nuestros propios asuntos, no quedarse enclaustrado en un pasado que solo
nos mostró el control como forma de vida, puede que te sorprendas cuando
alguien te señala tu control, cuando te corroboran los limites que has
propasado, y te sorprendes luego de esa mirada ajena, de ese comportamiento que
hasta ahora has creído "normal", y puede que te cueste romper ese
patrón, ese bienestar emocional que tus padres llegaron a sacrificar creyendo
que te daban con ello buena educación y moral.
Un controlador con rienda suelta puede llegar a ser un manipulador de
tiempo completo, si estamos frente a esa persona, ya sea alguien que nos rodea
o la que vemos en el espejo, es preciso salir corriendo de ella, entendiendo
que el vano intento de cambiar a otros no modificará lo que sientas, pero lo
que si puedes cambiar son tus actitudes y respuestas ante las circunstancias
que te hacen desdichado, y entender que si alguien nos controla afuera, no es
razón para quedarnos vestidos de víctima, es un llamado de atención a nuestro
control o descontrol interno.
Tweet to @eliana_77veNo trates de complacer a alguien que no sabe lo que quiere.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 16 de septiembre de 2014
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