Todos tenemos una imagen mental de cómo creemos que somos, a la
que comparamos constantemente con un prototipo de belleza establecido
socialmente, creemos que el delgado o el rubio o el fornido son los que encajan
perfectamente dentro de unos cánones o estereotipos que el consumismo se ha
inventado para cada día ser más bellos.
Cuando busco el concepto de belleza en el diccionario ocurre que
me muestra lo siguiente: "Cualidad de una persona, animal o cosa capaz de
provocar en quien los contempla o los escucha un placer sensorial, intelectual
o espiritual". Un concepto muy amplio ¿no es cierto?
Limitamos la belleza a lo que vemos, a lo que cada quien muestra
físicamente, y descartamos la opción de lo subjetiva que ella es, cada cual
tiene su idea de lo que es bello, agradable o admisible, gracias a esto, somos
permanentemente juzgados por nuestra apariencia. Si mostramos una pobre imagen
y un juicio absolutamente devaluado de nosotros, tendremos que enfrentarnos al
juicio externo que merece nuestra propia persona.
La belleza no tiene edad ni sexo, no se encuentra determinada por
el tiempo, los brazos arrugados de la abuela son tan hermosos como la piel
tersa de su nieto, cada quien es lindo de acuerdo a su edad. De nada sirve una cabellera
larga, unos ojos azules, unos dientes reluciendo de blanco, si detrás de eso
hay antipatía, mentiras y egoísmo.
Antes de ser bellos debemos respetar lo que sentimos, puede que
queramos hacerle mejoras a nuestro cuerpo, como las cirugías estéticas por
ejemplo, pero ellas deben ser una redundante de la belleza, y no recurrir al
quirófano para solucionar o eliminar problemas internos, ya que podrían surgir
conflictos aún mayores como la obsesión por una estética que nunca nos
satisface o la depresión porque lo de adentro no se parece a lo de afuera.
¿Sabía usted que tenemos cuatro cuerpos? El
físico, el mental, el emocional y el espiritual o energético, juntos integran
lo que somos, componen un sistema, si alguno de ellos falla o se ve afectado, termina
afectando al resto. Algunos muy preocupados por el gimnasio y la dietética, se
han olvidado de educar sus sentimientos y controlar sus emociones, muchos han
descartado el escuchar su corazón, y van por la vida en busca de personas
bellas, pero bellas solo por fuera.
En un mundo tan competitivo es muy difícil llevar a cabo la
construcción de una autoestima saludable, y mucho menos, una recuperación
espiritual plena. Una persona es bella cuando sus emociones e intelectualidad
van de la mano, esas personas auténticas, que no necesitan inventar una
personalidad para agradar a los demás, con un auto concepto bien estructurado,
y por tanto, una proyección de autoimagen agradable a la vista, se pueden
considerar proporcionalmente bellas.
Para ser bellos no es necesario fingir una determinada forma de
ser, siempre hay alguien buscando lo que tenemos, satisfaciéndose con nuestras
cualidades. Cuántas personas adornadas de botox, silicona y extensiones, pero
tan vacías por dentro; cuántas limitadas a solo ver maquillaje, ropa y
accesorios, pero sin percatarse de una mirada triste, sin lograr empatía con
nadie.
Cambiemos el estándar de la belleza, una cara hermosa es la que
muestre la sonrisa amable o unos brazos bien definidos son los que abrazan
justo después del llanto, la belleza no es externa, aunque nos la hayan
inculcado así. La belleza lleva implícita carisma, compromiso, comunicación,
valentía, generosidad, bondad, cordialidad, pasión. Sé es bello cuando se tiene
una actitud positiva, cuando se adopta una mejor disposición ante la vida, es
bello el que está sano, pero también hay grandes rasgos de hermosura en el
enfermo, es bello el que sirve, es bello el que aprende.
La belleza va de adentro hacia afuera, y no al revés, no por
tener el cabello de un determinado color se tienen mejores pensamientos, ni por
tener labios voluptuosos salen de allí las mejores palabras.
Somos un compendio de emociones encontradas, jugando a ser
aparentemente aceptables, pero eso sí, sin aceptar los defectos físicos de
nadie, pareciera que andamos ocultando nuestras carencias, pero sin tolerar las
ajenas, buscamos una sociedad incluyente, pero nos excluimos desde que nos
vemos.
Hay una gran diferencia entre hermosura física y apariencia
atractiva, la segunda es más integral, está más enfocada hacia una expresión
corporal, esas personas que son seguras de sí mismas y que irradian una belleza
distinta, personas que asumen el respeto con su propio trato y hacia los demás, que
caminan en armonía con la vida, son las que nos muestran una belleza interna,
una que no se logra ver con espejos.
La belleza de la que nos han estado hablando no se parece a la
belleza verdadera, desde los cimientos del amor propio se construye la
hermosura que nos hace únicos e irrepetibles, no importa qué tanto le cueste
adelgazar, o qué tan complicado sea combatir ese problema en su piel, si desde
adentro existe la creencia que la personalidad hace lo físico, siempre
tendremos la certeza que seremos agradables para algunos y desagradables para
otros, pero amados por nosotros mismos.
A veces no se trata de cómo nos vean, sino cómo creemos que nos ven.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) julio 17, 2014
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