Tener ganas de liberar la necesidad de estar en lo correcto, de tener la razón todo el tiempo o de otorgar la razón aunque no la tengan, de justificarnos o explicarnos para que otros se sientan satisfechos con nuestra presencia, es un paso necesario para la grandeza, es importante dejar de ver a los demás como errados, ya que los otros entienden la vida de acuerdo a sus vivencias y nosotros tenemos las nuestras.
Cambiar a los demás para sentirnos mejor, es como mirarnos al espejo con la cara sucia y pretender limpiar el espejo. Recibimos una impresión y nos aferramos a ella, y miramos a las personas a través de esa impresión, y nos criticamos a nosotras mismas cuando estamos con otras gentes, solemos compararnos o desacreditarnos a partir de esa impresión que hemos creado, de esa referencia que otros nos han dado.
Quisiera que llegara el día en el que ya no sienta la necesidad de impresionar a nadie, el día en que ya no tema que alguien me lastime o yo no le agrade, el día en que ya no tenga la necesidad de explicar las cosas o de presentar excusas. El día que sepa que nunca fui rechazada por nadie, los demás solo rechazaron lo que creían de mí. Todas las personas crean imágenes de lo que creen que somos y las rechazan o las aceptan.
Si alguien nos alaba, en vez de agradarnos, nos presionamos ante esa opinión, nos vemos obligados a cumplir con las expectativas de otros y a mantenerlo para que la imagen perdure. Muchas veces lo que le dejamos ver a los demás sobre nosotros, viene cimentado de la opinión externa y no de la aprobación interna.
Cuando nos encontramos con alguien a quien no veíamos desde hace mucho tiempo, suponemos que todavía es la persona que creíamos que era, que responde a la idea que tenemos de ella, intacta al recuerdo y a las asociaciones. De la misma forma, muchas personas nos siguen percibiendo desde lo que alguna vez fuimos y aún creen que somos. Todos nos ven desde sus gustos y sus antipatías y sus preferencias y sus atracciones, siendo todas ellas interferencias desde donde otros nos definen.
Además tenemos la creencia de hacernos permanentemente atractivas para ganarnos a las personas, si estamos apegadas al aprecio y a la alabanza, veremos a esas personas en función a lo que ellas constituyan: una amenaza o un estímulo, según como queramos vernos satisfechas ante ellos.
Hemos perdido la capacidad de ver a los demás exactamente como son y de responderles adecuadamente, porque la percepción que tenemos de ellos está distorsionada por la necesidad de obtener aprobación. Es muy duro vivir con alguien que es insatisfecha consigo misma, la persona que no se ama, nunca tendrá la certeza de que la están amando, y buscará por todos los medios llamar la atención para ser aprobada.
Ojalá llegue pronto el día en que nos neguemos a necesitar a una persona particular o a ser especiales para alguien o a sentir que alguien nos pertenece. Amar a las personas significa morir a la necesidad de personas y a saber estar completamente solos sin que la soledad nos pese tanto.
Tweet to @eliana_77vePersonas que están tan desesperadas de gustarle a los demás, que no hablan su verdad.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 23 de octubre de 2014
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