Mi concepción de amistad no está
apegada a la fidelidad ni a la exclusividad, creo que nunca he usado el término
“mejor amiga(o)” ni he tenido la sensación de que alguien me traicione por
alguna vez tener la preferencia de compartir con otra persona que no sea yo,
estamos de paso, y todos estamos aprendiendo de todos, y los amigos son grandes
maestros de la vida.
Nos escogemos como amigos cuando nuestra empatía e identificación nos atraen y nos ayudan a permanecer juntos, cuando nos preferimos y elegimos pasar el tiempo en compañía, disfrutando o llorando, contando penas o alegrías, o tan sólo en un reconfortante silencio que nos hace saber que hay alguien a tu lado que con saberte presente le basta.
Un amigo es aquel que sabe quién
eres, lo que eres, tu historia, y aún así, sin juzgarte, te sigue eligiendo
cada día, te prefiere, te llama, te escribe, te busca, se ríe de ti y contigo,
sabe que tu hombro es tan confortable, que no duda en apoyarse en él para
derramar sus lágrimas.
En un principio me quise tomar el
atrevimiento de nombrar a aquellos amigos que han sido parte de mi vida, pensé
para algunos abreviar o sólo colocar la inicial de su nombre, por aquello de
preservar la identidad de los que no les gusta ser expuestos en público, pero
no quise dejar a nadie de lado, aunque hacer este listado me llevó a un resumen
histórico de vida, un conteo de situaciones placenteras y difíciles donde todos
han sido parte de esta existencia mía.
Comenzaré por la etapa de colegio,
es decir, adolescencia en pleno, donde éramos un cuarteto de estudios, de nuevas
vivencias, de escoger por las tardes ir a la casa de alguna a escuchar música, conversar
y ser libremente inmaduras, fue una época ingenua, sin ningún tipo de malicia,
llena de espontaneidad y locura.
Luego están mis amigas de viaje (nunca
más supe nada de ellas, si leen esto, por favor den señales de humo), a ellas
las conocí en el gimnasio, tuve mi experiencia de viajar sola con amigas
estando con ellas, de explorar un mundo fuera del alcance de la vista familiar,
fue una experiencia tan grata, tan nueva, tan locamente divertida, que nunca
logré olvidarlas.
Mi época de universidad va
acompañada en sus comienzos de dos hermosas amigas, que días tan impregnados de
risas aquellos, fueron tiempos novedosos, maravillosamente mágicos y
definitivamente espectaculares. Como tuve que cambiarme de universidad, tuve
también que elegir a nuevos amigos, así que con ellos se suman más risas a mi
vida, suman encuentros, compartir y vivencias.
He estado en varios trabajos, así
que está mi amiga de la radio, mi amiga de la librería, mis amigos de oficina,
amigos de viaje de trabajo. Y en este lado de la vida, donde ahora vivo, mis
amigos son aquellos con los que he compartido horas de almuerzo y me han
permitido conjugar el verbo compartir.
Siempre hay alguien por conocer,
siempre hay personas con afinidades particulares que la vida nos va a presentar,
es por ello que para mí la amistad no es exclusiva ni excluyente, y tengo muy
entendido que hay amigos de ahora y que hay amigos de siempre. Puede que esté
confundiendo la amistad con el compañerismo, pero la soledad y la distancia me han hecho
comprender que aquel que compartió un pedazo de tu vida y fue capaz de quedarse
en tu mente y en tu corazón, tiene el derecho absoluto de poder llamarse amigo.
Por supuesto que quienes ocupan
el sitial de honor de mis amistades son mis primas-hermanas (sin
orden alguno al nombrarlas, las prefiero igual a las tres), con ellas, desde mi
infancia, mi adolescencia, llegando a esta etapa adulta donde todas tenemos
hijos, han sido las verdaderas amigas de mi vida, la última vez que estuvimos
juntas las cuatro (hace pocos meses) fue tan pleno para mí, llenó tanto mi
alma, que recordé lo tanto que las amo. Tengo muchos primos, a los que también
adoro, pero no puedo dejar de sentir preferencia por este trío que conoce mi
vida de pie a cabeza y aún así me siguen queriendo, aunque no les haya
prestado mis muñecas en la infancia.
Pero la preferencia absoluta se
la ganan mis hermanos, quienes también son mis amigos y confidentes, no hay
preferencia por ninguno de los dos, son igual de indispensables en mi vida. La
amistad con mi padre y con mi hija se parecen tanto, nunca tuve un amigo como
mi papá, una persona que me entendiera a cabalidad como él lo hizo, que supiera
lo que pensaba sin decirlo, el nivel de compenetración que logré con él nunca
lo he logrado con nadie. Mi madre siempre ha sido mi amiga, pero se ha
convertido en la mejor de todas, parece mentira, pero la distancia nos ha
acercado mucho más de lo que siempre hemos sido. Con mi pareja comenzamos como
amigos, aunque esa complicidad que nos caracteriza sigue vigente, es bueno
siempre tener ese grado de amistad con la persona que amas.
Si usted siente que se encuentra
en esta “lista sagrada”, alguna vez lo consideré mi amigo, fue parte de un
capítulo de mi vida que siempre tendrá cabida en mi memoria, pero no en parte
de mis nostalgias, ya que estoy absolutamente convencida que quien es ahora
parte de tu vida, es a quien le corresponde tus nuevas enseñanzas.
La amistad es ese lugar donde nos sentamos en silencio y la empatía lo entiende.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) noviembre 26, 2014
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