La confianza se funda en cada uno
de nosotros, así que sin importar qué tan pervertido esté el mundo allá afuera,
adentro, en nuestro propio mundo, debe haber florecido un hermoso jardín
poblado de flores de confianza. Parece mentira, pero todo empieza por la poca
fe que nos tenemos, desde ese cumulo de inseguridades e insatisfacciones, hasta
ese lenguaje interno donde nos vamos saboteando cada intento, cada sueño que tiene
la valentía de asomarse a nuestros pensamientos y persuadirnos a probar cosas
nuevas, a todo lo etiquetamos con un contundente “no es posible”, “no es para
mí”, “no me lo merezco”, “no en esta época de mi vida”, “no por ahora”; y así
nos vamos negando y postergando, tal vez por miedo al cambio o por la poca
confianza que nos tenemos para enfrentar lo nuevo. Cuando usted le dice a la
confianza que lo novedoso está por llegar, algo muy interno se aterra, se
aferra a lo que ya existe, y usted juega a esconderse tras una cortina de
desconfianza para que lo nuevo no lo alcance, y así vamos por la vida,
evadiendo nuevos espacios, nuevos proyectos, nuevos individuos.
Cuando esa desconfianza la dejamos sobre personas, y especialmente sobre aquellas que amamos, cuando esperamos a que alguien nos devuelva el amor con la exactitud con la que le hemos amado, comienza a crearse un escenario de desconfianza, el cual se establece a partir de una percepción muy personal que luego va contaminando el entorno de lo que nos rodea, creando espacios impregnados de incertidumbres.
En otros casos, hay personas cuya
sensación de sentirse amadas se les torna muy ajena y no ven posible la
capacidad que alguien tenga para amarlas, así que asoman a la duda
constantemente, al no poder distinguir el amor que se les está ofreciendo, tal
vez por ser distinto a la concepción de amor que trae muy enraizada desde la
infancia, siendo esta forma de ser amados desconocida para su sentir, y por
tanto, no termina siendo procesada dentro de su historia de vida, y no se
parece en nada al amor que siempre estuvo acostumbrado a recibir, y prefieren
seguir dudando de ese amor, a abrirse a la posibilidad de dejarse querer desde
otro ángulo muy diverso al habitual.
La vida no comienza cuando lo de
afuera cambia, sino cuando lo interno se mueve y busca una transformación, una
nueva mirada de lo que ocurre y ha venido ocurriendo. Cada acontecimiento es
una posibilidad y una oportunidad para cambiar la perspectiva de un mundo que
podemos creer va en contra corriente a nuestras creencias intrínsecas. Llevamos
muy arraigada esa voz de crianza que nos brindaron nuestros padres o abuelos, o
seres cercanos, que se encargaron de infundirnos enseñanzas desde la óptica que
ellos entendían del amor, el valor y la moral, y que también les fue inculcado
con antelación a nuestra existencia, y es así como nos vamos repitiendo de
generación en generación, pero desde otros contextos, teniendo la certeza que
esa es la única forma de ver el mundo, y vamos juzgando los actos de otros
quienes llevan dentro voces de valores muy diversas a la nuestra.
La desconfianza tiene muchas
caras y pocas puertas para entrar nuevamente a la confianza. Así que cuando nos
sentamos a esperar que los demás vean la vida como nosotros la percibimos, nos vamos
llenando de frustraciones, rabias acumuladas y angustias tardías. Nos vamos
creando una ansiedad innecesaria frente a la reacción del otro, creyendo que depositamos
en el otro una confianza que solo nos corresponde a nosotros, cuando ese otro
nunca ofreció expectativas, más que las ideadas por las que se establecieron
desde cada individualidad.
Cada persona que usted conoce
está llena de heridas y duelos, todos vamos caminando con dolores propios y
ajenos, amando a los que se fueron, preocupados por los que están. Cada persona
que usted consigue en la calle camina amando a alguien, el amor nos mueve y
determina nuestras acciones diarias. Todos dudamos y tenemos certezas, amamos y
odiamos con todo el amor del mundo, recordamos y olvidamos con la misma
intensidad con que la vida nos va ofreciendo cambios. Cuando usted conoce a
alguien nuevo, ese alguien trae heridas viejas, desilusiones ya hechas,
angustias forjadas, historial de vida donde usted no fue parte, así que no pretenda
encontrar corazones intactos, sin rastros de nostalgias ni melancolías.
La desconfianza se funda cuando creemos
que el otro debe pensar y sentir como nosotros, sin tomar en cuenta sus asuntos
internos. Tal vez usted conoce a alguien que aún no ha procesado el duelo de
sus antiguos dolores y cree que viene fresco y renovado a su vida, pero una vez
va descubriendo que esa persona trae consigo situaciones que nada tienen que
ver con usted, se va plantando entonces una desconfianza irrevocable por no
hacer público lo secreto y privado, como si eso fuese un derecho absoluto para
relacionarse, por supuesto que hay situaciones que deben saberse para entablar
relaciones de todo tipo, pero el duelo que trae cada persona es digno de ser
respetado y no perturbado, mientras esta persona esté en un transcurso de
sanación emocional no tiene porque dejar completamente expuestas sus vulnerabilidades
a la vista de los demás, esperando a que las aprueben, ni exhibir su herida para recibir el
compadecer de otros.
Empaque la confianza en el
equipaje de la vida, pero sabiendo que es una confianza que va creciendo desde
usted, desde la credibilidad que usted se tenga para lograr lo que se proponga,
y deténgase a pensar el por qué ha dejado de creer en muchas personas que le
rodean, tal vez porque ¿tienen una concepción de vida distinta a la suya? O
porque ¿dijeron una cosa y terminaron haciendo otra? En su lenguaje interno
¿cuántas veces se propuso algo y no lo cumplió? Y a pesar de eso ¿se sigue
teniendo confianza? De esas veces en las que dijo sí porque no ha sido capaz de
decir no, en ese momento usted estaba cayendo en su propia desconfianza. Cuando
usted no se cree, no pretenda que otro le crea, y si usted suele postergarse
constantemente, no pretenda que otro deba cumplirle a tiempo. Y es importante
que nos preguntemos también ¿qué tan responsables somos o fuimos de esa
desconfianza que colocamos en otro?
Vamos etiquetando a
los demás de confiables o poco confiables, sin percatarnos que esa fe surge de
cada uno de nosotros, desde la que nos tenemos, hasta la que colocamos en los demás
como requisito indispensable para relacionarnos, para hacer de la vida un
espacio donde nos dan lo que diariamente nos vamos dando. Así que empaque la
confianza, la interna, la suya, no la de afuera, no la que espera, sino la que
usted debe regalarse para que otros se la otorguen, para que sea dadivoso con
la fe que se forje.
Seguir transitando por la vida
que se nos ha dado y disfrutarla con sus sujetos y verbos, pero siempre
acompañados de la confianza, para que el tropiezo no pegue tan duro, sin tantas
expectativas por los demás, sólo aceptando lo justo que cada quien ofrece, con
sus posibilidades de amarnos tal como somos o rechazarnos por no acoplarnos a
esa mirada que el otro tiene de la vida, sabiendo que nos miran como creen que
somos, y no como somos realmente. Despójese de todo aquello que lo ate, de todo
aquello que lo perturbe, y sepa que al final de cada día hay alguien
esperándolo con los brazos abiertos, y ese alguien es usted, así que vístase de
confianza y crease, y cúmplase, y prefiera creer, a vivir dudando.
Confiar no es cerrar los ojos, es abrir el corazón.
— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) noviembre 26, 2014
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