El año pasado logré cumplir uno de los sueños más grandes de mi vida: Escribir mi primer libro, pero no lo hice sola, lo hice en compañía.
No solo porque es un libro de coautoría que escribí junto a mi amiga Leslye Rivera, sino además porque fuimos un grupo de escritoras que nos apoyamos mutuamente para llevar a cabo la titánica labor de cada una escribir sus propios libros (desde sus trincheras).
Junto a ellas me lancé al vacío de un compromiso público que me retó a culminar un libro que había comenzado a escribir un par de años atrás.
La aventura fue mágica y vertiginosa, a veces caía en la trampa del desánimo y con facilidad pude haber desistido, así como lo había hecho reiteradas veces, pero esta vez no estaba sola, ya el compromiso no era solo conmigo, sino con este grupo de escritoras que al igual que yo querían ser autoras.
Pero el viaje hacia la autoría no es sencillo, a veces hay encrucijadas de bloqueo y sequía creativa en donde te puedes quedar atascada varios días o semanas, pero lo genial de escribir en compañía, es que al querer desistir, alguna de ellas te rescata y tu viaje hacia la escritura se vuelve a reiniciar.