La mujer que aprendió a querer (Capítulo 1)



Exiliada totalmente de su infancia, sin poder recordar nada pues todo acto de amor le fue negado a su memoria, una mujer ausente del concepto afectivo emprende un camino de crecimiento personal desde l mismo día que mira a su cuerpo desnudo frente al espejo y se da cuenta que sus prioridades cambiaron, que ahora le gusta tocarse más que antes y que ese cambio prominente y protuberante quiere compartirlo en miradas y caricias con alguien más.

Sus amigas eran mucho más delgadas que ellas, según su perspectiva, ellas se veían más bonitas y atraían más miradas masculinas que la que ella pocas veces podía lograr, al parecer todas estaban en la época del “noviecito”, ya la más linda del grupo había abarcado media cuadra en besar bocas y ella nada que lograba sacar al menos un suspiro. Parecía una competencia maliciosa en donde un grupo de adolescentes carentes de amor, buscaban el abrazo de un tierno muchacho, cuyas carencias afectivas eran tan obvias como las de estas alocadas jovencitas que en conversaciones absurdas le llegaban a poner fecha de caducidad a su virginidad.

Ella no le supo dar nombre al hombre que tuvo el honor de descorchar su fuente de pasión, no entendió muy bien si esa vez en la que un beso tras otro terminó con pantalones abajo en una oscura escalera, si aquello fue una penetración o solo un miembro eréctil paseando por un clítoris inexplorado por una piel masculina. Desconoce si fue aquella vez en el que alguien la invitó a un cuarto de hotel solo para tener más privacidad para “conversar”, y ella entre su inexperiencia y las ganas de probar, con un vestido de flores que le hizo ver uno de sus pezones en aquel jugueteo, trató de escabullirse de esa escena sin el que coito se consumara. Tampoco sabe si aquella vez en la que estaba lejos de casa y de la mirada de sus padres, y en plena luz de luna, se sumergió a las agua de un río con un hombre mucho más experimentado que el chico de la escalera, y nunca supo si fue por el agua o por la poca lubricación, si dolía o ardía, si entró o no entró, pero aquella vez tampoco contaría como una penetración.

Esta mujer no estaba preparada para el amor pero ella quería vivirlo a como diera lugar, cualquier prototipo con sonrisa tímida o picara podía calificar perfectamente como “el amor de mi vida”, y si no se ganaba el doble titulo, pues ya vendría alguien con quien pudiera cumplir el “vivieron felices por siempre”.

Eso de tener un hombre a su lado se había convertido en una prioridad más que estudiar, leer, viajar o disfrutar su soledad, ya que cuando estaba sola ideaba el mundo de pareja perfecto poniendo la mano en su entrepierna y soñando con el hombre que estuviera sobre ella llenándola todas las noches de amor apasionado.

Así que de tanto desearlo un día se cumplió, (cuidado con lo que pidas, puede que un día se te haga realidad), apareció en su vida alguien que le dio justo esas largas cabalgatas y mucho más. Y por supuesto que si no estaba preparada para el amor no podía coincidir con alguien que sí lo estuviera. Este hombre le daba tanto sexo que ella terminaba extenuada de esas largas jornadas amatorias, tenía que pasar más de una semana para poder recuperarse físicamente para regresar a la gran campaña de sexo disfrazado de amor.

Emocionalmente los dos eran unos principiantes, pero él le hacía creer a ella que su sapiencia era superior a la poca experiencia que ella tenía, es aquí cuando ella asume un rol de sumisa, el cual arraiga a su personalidad y no puede deslastrarse fácilmente y la persigue por muchas relaciones siguientes.

Este hombre no solo le regaló mucha irritación vaginal, sino un fuerte apretón de cuello, algunos golpes en la cabeza y un gran empujón que la hizo caer sobre el sofá solo para que ella no se fuera, aparte ya la había golpeado con sus manipulaciones, sus constantes amenazas y sus inseguridades.

Tanto quería tener a un hombre a su lado, que por la premura de encontrar a cualquiera, se topó con uno que estaba tan desesperado como ella, pero que encontró en su fragilidad femenina la forma perfecta para tenerla a su lado por mucho tiempo, y ella accedió, por la única posibilidad de no quedarse sola, habiendo acogido la creencia que él le infundió de que nadie más la iba a querer.

Continuará…  

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