Exiliada totalmente de su infancia, sin poder
recordar nada pues todo acto de amor le fue negado a su memoria, una mujer
ausente del concepto afectivo emprende un camino de crecimiento personal desde
l mismo día que mira a su cuerpo desnudo frente al espejo y se da cuenta que
sus prioridades cambiaron, que ahora le gusta tocarse más que antes y que ese
cambio prominente y protuberante quiere compartirlo en miradas y caricias con
alguien más.
Sus amigas eran mucho más delgadas que ellas, según
su perspectiva, ellas se veían más bonitas y atraían más miradas masculinas que
la que ella pocas veces podía lograr, al parecer todas estaban en la época del “noviecito”,
ya la más linda del grupo había abarcado media cuadra en besar bocas y ella
nada que lograba sacar al menos un suspiro. Parecía una competencia maliciosa
en donde un grupo de adolescentes carentes de amor, buscaban el abrazo de un
tierno muchacho, cuyas carencias afectivas eran tan obvias como las de estas
alocadas jovencitas que en conversaciones absurdas le llegaban a poner fecha de
caducidad a su virginidad.
Ella no le supo dar nombre al hombre que tuvo
el honor de descorchar su fuente de pasión, no entendió muy bien si esa vez en
la que un beso tras otro terminó con pantalones abajo en una oscura escalera,
si aquello fue una penetración o solo un miembro eréctil paseando por un clítoris
inexplorado por una piel masculina. Desconoce si fue aquella vez en el que
alguien la invitó a un cuarto de hotel solo para tener más privacidad para “conversar”,
y ella entre su inexperiencia y las ganas de probar, con un vestido de flores
que le hizo ver uno de sus pezones en aquel jugueteo, trató de escabullirse de
esa escena sin el que coito se consumara. Tampoco sabe si aquella vez en la que
estaba lejos de casa y de la mirada de sus padres, y en plena luz de luna, se
sumergió a las agua de un río con un hombre mucho más experimentado que el
chico de la escalera, y nunca supo si fue por el agua o por la poca lubricación,
si dolía o ardía, si entró o no entró, pero aquella vez tampoco contaría como
una penetración.
Esta mujer no estaba preparada para el amor
pero ella quería vivirlo a como diera lugar, cualquier prototipo con sonrisa tímida
o picara podía calificar perfectamente como “el amor de mi vida”, y si no se
ganaba el doble titulo, pues ya vendría alguien con quien pudiera cumplir el “vivieron
felices por siempre”.
Eso de tener un hombre a su lado se había convertido
en una prioridad más que estudiar, leer, viajar o disfrutar su soledad, ya que
cuando estaba sola ideaba el mundo de pareja perfecto poniendo la mano en su
entrepierna y soñando con el hombre que estuviera sobre ella llenándola todas
las noches de amor apasionado.
Así que de tanto desearlo un día se cumplió, (cuidado
con lo que pidas, puede que un día se te haga realidad), apareció en su vida
alguien que le dio justo esas largas cabalgatas y mucho más. Y por supuesto que
si no estaba preparada para el amor no podía coincidir con alguien que sí lo
estuviera. Este hombre le daba tanto sexo que ella terminaba extenuada de esas
largas jornadas amatorias, tenía que pasar más de una semana para poder
recuperarse físicamente para regresar a la gran campaña de sexo disfrazado de
amor.
Emocionalmente los dos eran unos principiantes,
pero él le hacía creer a ella que su sapiencia era superior a la poca experiencia
que ella tenía, es aquí cuando ella asume un rol de sumisa, el cual arraiga a
su personalidad y no puede deslastrarse fácilmente y la persigue por muchas
relaciones siguientes.
Este hombre no solo le regaló mucha irritación vaginal,
sino un fuerte apretón de cuello, algunos golpes en la cabeza y un gran empujón
que la hizo caer sobre el sofá solo para que ella no se fuera, aparte ya la había
golpeado con sus manipulaciones, sus constantes amenazas y sus inseguridades.
Tanto quería tener a un hombre a su lado, que
por la premura de encontrar a cualquiera, se topó con uno que estaba tan
desesperado como ella, pero que encontró en su fragilidad femenina la forma
perfecta para tenerla a su lado por mucho tiempo, y ella accedió, por la única posibilidad
de no quedarse sola, habiendo acogido la creencia que él le infundió de que
nadie más la iba a querer.
Continuará…
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