Nos mudamos de casa, cambiamos de trabajo, nos
fuimos del país, nos desapegamos de nuestros hijos, pero… ¿ocurrió realmente
todo eso en nuestro interior? Metimos todo en la maleta y pretendemos que
se nos olvidó empacar los sentimientos, y aunque nos cambiemos el nombre la
historia no se borra de adentro, tenemos un nuevo sitio y un nuevo status, pero
los recuerdos permanecen intactos, las dinámicas redundan y los límites
emocionales no conocen de límites fronterizos.
Podemos hacer
trámites administrativos, pagar las deudas, solventar problemas legales, pero
adentro hay algo más allá de lo financiero y social, no nos damos cuenta que
muy en lo profundo de nuestro ser hay preguntas que necesitan respuestas,
tristezas que aún no se lloran, rencores que aún no se sanan y alguna esperanza
que es preciso conservar.
Te aferras tanto
a lo que fuiste que te cuesta adaptarte a lo que ahora eres, las culturas no
cambian porque tú hayas llegado, tú cambias porque el entorno es imperecedero,
así que no te anulas y te incorporas a un nuevo estilo de vida, a sabiendas que
hay situaciones internas que pueden movilizarse como podrían también quedarse
estáticas o atascadas en la euforia de las experiencias nuevas. Si hiciste un
cambio externo, no necesariamente lo interno cambió, si tomaste la decisión de
marcharte puede que por mucho tiempo te hayas preparado para ello, pero puede
que llegue justo el momento y te sientas incapaz de hacerlo.
Empacaste cinco
pares de zapatos, dos chaquetas, siete bufandas, no olvidas tu cepillo de
dientes y tu crema humectante para la cara, pero dejaste afuera tres heridas,
cuatro culpas y un par de resentimientos que creíste haber dejado escondidos en
algún lugar del tiempo, no te percatas que llevas como equipaje de mano la
nostalgia y el duelo, y como si nada pesara, emprendes el viaje dejando de
lado tu mudanza interna.
Una mudanza es
algo más que un cambio de lugar, nos cuesta entender que los afectos también se
mudan y las incertidumbres no escapan del cambio, el cansancio físico por el
traslado de pertenencias te hace caer en cuenta que el agotamiento no solo es
externo sino también interno, una vez que llega el descanso te atrapa de pronto
una añeja tristeza, la cual asocias con el traslado de haberes y puede que ni
siquiera sepas entenderla, te envuelve la incógnita y te preguntas ¿cómo es
posible que justo cuando estás viviendo cosas nuevas se repitan en ti cosas
viejas?
Mudaste tu
cuerpo y también tu alma, las cosas se repiten porque no las has sacado de ti,
tal como tus abrigos y zapatos, las llevas a donde quieras, tus rabias, tus
agobios, tus desconsuelos e impertinencias se van contigo aunque creas que en
el embalaje no quepan, pues caben y llevan sobre peso, y pareciera que
coincidieras con las mismas personas aunque estas tengan un nuevo rostro, si no
lo sanaste se repite, si no lo sacaste de ti se terminan mudando contigo, así
que comienzas a vivir nuevos lugares pero con emociones viejas.
No importa a
donde vayas tus vivencias no desaparecen, tus esquinas siguen llevando tu
nombre y tus costumbres se asoman a ver tu nueva vida, te vuelves a molestar
por la misma razón y vuelves a llorar por el mismo motivo, tu nueva ventana te
ofrece una vista distinta, pero hacia adentro tu paisaje sigue siendo el mismo.
Nunca comienzas
de cero porque siempre llevas a cuesta lo que ya has vivido, y para que tu vida
se parezca a esto nuevo que vives, debes aceptar que llevas contigo una
mudanza interna, que así como prescindiste de objetos porque de seguro ya
no los necesitarías, de la misma forma tuviste que haber limpiado algunas
emociones porque ya no cabrían en tu nueva vida.
No te
transformas porque hayas cambiado de sitio, ahora tus pesadumbres tienen otra
perspectiva, pero siguen siendo tuyas, te siguen doliendo las conversaciones
que nunca tuviste y los adioses que nunca diste, solo sanando, depurando,
soltando, despojando es como puede hacerse menos pesada esta mudanza interna,
esta reforma de sentires, ese malestar que te acompaña así creas que contigo no
se ha ido.
Este cambio
constante que significa vivir, a veces es tan difícil seguirle el ritmo, los
que se cierran a las nuevas posibilidades son los que más sufren, y aquellos
que comprenden sus emociones sabrán que las llevan adheridas en la maleta de la
vida, y si alguna vez decides dejar en un puerto alguna vieja herida, es porque
te curaste de ella y te despediste de tus dolencias con el alma erguida.
Somos circunstanciales, todos nos tenemos que ir, alguien se tiene que marchar.— Eliana Vasquez (@eliana_77ve) 30 de octubre de 2015
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